"Son muchos los hombres que tejen, pero lo hacen a escondidas"

"Son muchos los hombres que tejen, pero lo hacen a escondidas"

Tiene 44 y teje desde los 5 años. Arturo Algañaraz encontró en el tejido su vocación y su sustento. Sabe desde telar hasta bolillos.

ABRIGO LIVIANO. Algañaraz explica cómo se hace en telar esta manta de hilo flamé con bordes al crochet. LA GACETA / FOTOS DE HECTOR PERALTA - ISABEL LAZZARONI ABRIGO LIVIANO. Algañaraz explica cómo se hace en telar esta manta de hilo flamé con bordes al crochet. LA GACETA / FOTOS DE HECTOR PERALTA - ISABEL LAZZARONI
02 Octubre 2013
No es un comerciante cualquiera. Vende lanas e hilos, sí, pero lo suyo, claramente, es la docencia, esa habilidad para transmitir conocimientos, en este caso, los secretos del tejido. Arturo Algañaraz, un santiagueño de 44 años, encontró en las agujas y en el telar su vocación y su sustento. "Mi fuerte es el macramé y el telar (con bastidor de clavos), pero tengo nociones de crochet, de dos agujas y también hago bolillos (encaje tejido con palitos)", detalla. Aunque para la foto no quiso posar con las dos agujas. Enseguida admite que no es común ver un hombre tejiendo, pero cuenta que para él siempre fue algo cotidiano, habitual. "Aprendí a tejer a los cinco años. La gran tejedora de mi familia era mi abuela materna, Elena Roldán, y crecí entre tejedores", rememora.

"Es que también hay hombres que tejen -apunta sonriendo-, y muchos, lo que pasa es que lo hacen a escondidas. Muchos vienen a comprar a mi negocio porque saben que los va a atender un varón. Había un muchacho que cuando me compraba lana me decía que era para su esposa, hasta que tomó confianza y me dijo: no, es para mí en realidad".

"El tejido hoy, además de ser un hobbie o un recurso económico, también está siendo tomado como una terapia, y sirve tanto a varones como a mujeres. Dos alumnas del negocio introdujeron a sus maridos en el tejido y ellos están muy contentos", revela.

Productor y docente
Algañaraz nació en La Banda, Santiago del Estero y allí vivió hasta 1988 cuando se vino a Tucumán a estudiar. "Primero intente con ingeniería química. Cursé tres años y me cambié a Bioquímica. Dejé cuando me faltaban cuatro materias. Preferí quedarme con el trabajo, a lo mejor en algún momento puedo retomar, no sé...", agrega.

Como tenía que pagarse los estudios y los demás gastos de su residencia en la provincia, Algañaraz debía trabajar. "En esa época el tejido fue mi principal sustento", dice agradecido. "Hacía chales en el telar triangular y los vendía al por mayor a un comerciante que los llevaba a Mar del Plata para la temporada", recuerda.

No solamente producía y vendía tejidos, sino que enseñaba. "Pasé por casi todos los locales de la galería -cuenta-, y lo gracioso es que tenía como alumnas a muchas de mis profesoras de la facultad".

"Hace 10 años empecé a enseñar aquí, en este negocio, que pertenecía a una gran persona, Ana María. Cuando hace cuatro años ella se retiró me hizo una oferta muy accesible para que yo pudiera adquirir el comercio", puntualiza.

El negocio está en el local 5 de la galería Mendoza, y se caracteriza porque todos los días se dictan clases, mañana y tarde. Alrededor de un mesón cubierto por un florido mantel de plástico, las alumnas comparten aprendizaje, temas personales y, por supuesto, no faltan motivos para reírse.

Y los sábados por la tarde, alumnas y docentes "copan" la galería con sus lanas, agujas y telares.

"Para mí el negocio va de la mano de las clases. No concibo la venta sin este otro aspecto que es incentivar a que la gente aprenda a crear con sus propias manos", subraya Algañaraz

TODOS LOS SECRETOS
Se vende y se enseña de todo bajo la supervisión de los profesores

En el local de Arturo Algañaraz enseñan, además de él, que instruye en macramé y en telar, las profesoras Adriana Ovando (crochet, dos agujas, horquilla) y Margarita Giménez (bordado chino, randas, frivolité -tejido que se hace con una naveta pequeña y queda como un encaje-). Algañaraz (de ascendencia árabe) nos anticipó la tendencia del verano. "Si bien no habrá los colores flúo de otras temporadas, se verán matizados muy coloridos y texturas suaves. La novedad son las telas que se tejen, que son como puntillas y se trabajan al crochet. Además, cintas de seda, hilos de seda con lúrex y las clásicas fantasías. En cuanto a las prendas, el chaleco continúa siendo la vedette. Se verán vestidos, sobrevestidos y sobrerremeras. Otra tendencia son las mezclas de texturas: en una misma prenda partes tejidas en telar, otras en crochet y cuero ecológico (foto) por ejemplo", dijo.

TEJEDORES DE OTRAS PARTES 
En Estados Unidos los varones se animan a tejer en público

En Estados Unidos los varones -aunque pocos todavía- se animaron hace unos años a tejer en público. Allá se pusieron de moda, a mediados de la década pasada, los cafés para tejer. Son bares donde la clientela se reúne a compartir un café o un trago y mientras charlan hacen sus tejidos, a dos agujas o al crochet. La mayoría de los clientes es mujer. Pero, en Nueva York se hizo muy famoso el "Boyz nite", donde los viernes por la noche los hombres se juntan a tejer (foto). En Los Ángeles, California, el Knit Café tiene hombres y niños entre sus clientes que tejen. En Nueva York, además, hay algunos clubes que reúnen a hombres tejedores. Es que el tejido fue cosa de mujeres y de hombres desde tiempos inmemoriales. De hecho los pescadores debían tejer ellos mismos sus redes para pescar. Y en nuestro país, el tejido en el telar tradicional, donde se hacen grandes mantas y ponchos, está a cargo de los hombres porque se requiere mucha fuerza. Pero, en todos estos casos, el tejido era parte o centro de la actividad económica. El espacio que están ganando ahora los varones es el del tejido como esparcimiento, como terapia para sacarse el estrés, como pasatiempo, eso que hasta ahora esta reservado solo a las mujeres.

LA PRENDA PREFERIDA 
El chal con guarda pampa que nunca vendió y las tres etapas de su formación

Los chales son lo que más produce Arturo Algañaraz, aunque también le gusta hacer bufandas y bolsos. "Se venden bien", asegura. Destaca que el tejido en telar es rápido y uno puede ver pronto el resultado. Pero, hay un chal que nunca vendió: uno que confeccionó con la técnica del laboreo, en la que se elige hilo por hilo y cada punto lleva cuatro hebras. Lo hizo con lana merino amarillo maíz y negro formando una guarda pampa (foto). "Mi primera etapa fue la de los descubrimientos, y todo era maravilloso. Después fue la etapa de producción y venta, para tener de qué vivir. Y finalmente pude dedicarme a investigar sobre los tejidos. Así descubrí que en el norte del país se usan todos los colores, casi a imitación de una naturaleza más generosa en plantas y flores. En cambio, en el sur, se emplean tonos más oscuros, más similares a los de la tierra", explica. "Es hermoso ver cómo, de algo tan primario como la lana, surgen prendas maravillosas", concluye.

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