Doloroso regreso
Siempre escuché hablar maravillas de Colonia (del Sacramento), la ciudad más antigua de Uruguay. Ansiaba conocerla. Hace unos días tuve la oportunidad de visitarla y quedé prendada de su barrio histórico, Patrimonio de la Humanidad. Recorrí sus calles angostas y empedradas que respetan el trazado español. Me detuve a contemplar las ruinas del Convento San Francisco, el murallón y el antiguo portal de piedra de la ciudad del siglo XVII, algunas casonas amplias y otras más modestas, con techos de tejas o de chapas, patios de ladrillos y el infaltable aljibe en el centro ¡Una hermosura! La belleza de este asentamiento quizás se debe a la singular arquitectura que amalgama los estilos portugués, español y postcolonial, adornados con macetones con coloridos malvones y pérgolas desbordadas de enredaderas. Eran las cinco de la tarde. El viento fresco del río y la serenidad del lugar invitaban a tomar un café. Con mis amigas Sandra, Tere y Cristina elegimos un pintoresco bar ubicado frente a la basílica del Santísimo Sacramento. Los turistas iban y venían. Los automóviles también. Nada de bocinazos ni de ruidosos motores. Todos parecían deslizarse en las antiquísimas calles de piedras en cuñas. Sólo se escuchaba el gorjeo de los pájaros en los árboles de la Plaza de Armas... Seguimos caminando hacia la parte nueva de la ciudad. Un cartel pegado en una vivienda que estaba en venta me llamó la atención: "En 2012 murieron 92 peatones (leyó bien: noventa y dos) en Uruguay, y dos de cada tres fallecidos eran mayores de 60 años. Respete las normas de tránsito". Los dos dígitos me sorprendieron. Al volver, Tucumán me mostró el lado oscuro de este tema: "Ocho jóvenes fueron atropellados al salir de un recital por un automóvil conducido por otro joven alcoholizado. Uno murió".

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