La guerra de los marginados
El sábado a las 11.30, un grupo de artistas intentó hacer un show callejero de musica y baile africanos en la peatonal, frente a la escuela Normal. Se les acercaron cinco vendedores ambulantes y les dijeron que no podían actuar porque ellos tenían que mantener el orden allí. El incidente ocurrió ante los ojos de agentes municipales y policiales y al final los africanos se tuvieron que ir en medio de protestas. Tal como en días anteriores se habían ido los dos imitadores de Michael Jackson, los que venden CD truchos (incluidos los del Pollito Pío), los folcloristas y los artesanos. Esta pelea de marginados contra marginados es una fantochada que tapa el repliegue cauteloso de ambulantes y municipales, luego de los incidentes de hace 15 días. Lo reconoció el representante de los trabajadores callejeros, Claudio Robledo, que dijo que pese a la orden judicial de 2006 que erradica la venta ambulante, pretenden una ordenanza "que nos permita trabajar en forma ordenada".

Concejales dicen que "no se puede legalizar lo ilegal" (Sandra Manzone) y, el intendente Domingo Amaya, que "el Estado tiene la obligación de actuar"; pero los vendedores callejeros siguen en el microcentro, repartidos por rubros según las calles (praliné en la 24 de Septiembre y Crisóstomo; verdura en la Maipú y la Córdoba, películas truchas en la Muñecas; "varios" (medias, repasadores, guantes, ojotas y gorros) y "ropa" por todas partes. Ya las peatonales comienzan a ser escaparates de juguetes para el Día del Niño.

Hay una disociación entre lo que dicen los funcionarios y lo que muestra la realidad. Después de los incidentes, los ambulantes echaron a artistas y artesanos para mostrar que no hay ruido, aunque lo que lograron fue que los partidos políticos pudieran hacer tranquilos su propio batifondo. Pero, eso sí, consiguieron que nadie notara a los viejos vendedores, que ocupan las calles desde hace años.

No se entiende lo que pasa, porque son manifestaciones de un mundo oculto. Dicen que para vender en las calles hay que ir a la ex Terminal y hablar con los representantes del sindicato, que organizan dónde se puede instalar cada uno. En 24 de Septiembre y Moreno un tal "Gallina" regula la instalación de nuevos vendedores. Sabe qué comerciantes formales dejan que haya puesteros en sus veredas y cuáles no. En 24 y Rivadavia es un tal "Mono" el patrón de la cuadra.

Las palabras vacías de los funcionarios ni siquiera alcanzan a tapar el escándalo de que la venta ambulante crece de modo geométrico. Un relevamiento del 19 de mayo del concejal opositor Claudio Viña mostró 344 puestos en el microcentro (el sindicalista Robledo dice que son 120). Según el estudio realizado por la FET entre octubre de 2012 y julio de 2013, los puestos callejeros de la capital pasaron de 299 a 422, un crecimiento del 41%. Los funcionarios no explican tampoco cómo es que casi todas las verduras que se venden en las calles del microcentro son trasladadas a diario de una camioneta que se ubica en Junín y Pasaje Padilla ni tampoco explican cómo se han establecido "las organizaciones que subcontratan los servicios de los vendedores", según denunció Luis Rodríguez Marat, titular de la rama Comercio de la FET.

La vida es dura, y mucho, en el mercado informal; pero este también tiene sus reglas y su organización, que maneja lo que sucede en la ex terminal de El Bajo, el ex Mercado Persia y la zona entre las calles Salta, San Lorenzo, Sáenz Peña-Avellaneda y San Juan.

La legalidad es una cáscara vacía. Por debajo están las verdaderas normas, no escritas, que son mucho más fuertes que las ordenanzas, que el fallo de la Justicia y que las palabras vacías de los funcionarios. Ellos son sobrevivientes, se ajustan a la ley del más fuerte y deciden quién puede estar en las calles, y quién no.

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