Mamá, papá y yo: se afianza un nuevo tipo de familia

Mamá, papá y yo: se afianza un nuevo tipo de familia

Las proyecciones demográficas anuncian que en un par de años las parejas que tienen un solo hijo serán más comunes de lo que se piensa. La tendencia desde hace años crece en Europa y en Estados Unidos. Te contamos tres historias distintas: ¿cómo son hoy los hijos únicos? Los estudios recientes indican que se derruma el mito que habla de lo malo de ser el mimado de la casa.

TODO POR ELLA. Josefina recorrió un largo camino para poder quedar embarazada; hoy le dedica la mayor parte de su tiempo a su hija Lucía. LA GACETA / FOTO DE OSVALDO RIPOLL TODO POR ELLA. Josefina recorrió un largo camino para poder quedar embarazada; hoy le dedica la mayor parte de su tiempo a su hija Lucía. LA GACETA / FOTO DE OSVALDO RIPOLL
07 Julio 2013
Apenas deja los pañales el primero, el entorno comienza a preguntar a la madre: "¿no le vas a dar un hermanito?". En Tucumán, todavía es fuerte el mandato cultural de tener dos o más hijos. Sin embargo, de a poco la idea de la familia tipo va cambiando. Por elección o porque la vida lo decidió así, cada vez más parejas tienen un solo hijo.

La tendencia se hace más visible en el centro de la ciudad porque es el espacio donde confluyen determinados factores económicos y culturales de la sociedad. Según una investigación de la demógrafa Nora Jarma, en nuestra provincia se observa que la maternidad llega más tarde y que disminuyen la natalidad y la cantidad de hijos por mujer. De acuerdo al estudio que realizó, mientras en el casco céntrico los índices de natalidad están en 1,8 hijo por mujer (por debajo del nivel de reemplazo generacional que es 2), en la periferia esa tasa es de 4 o 5 hijos por mujer.

Si se mira hacia atrás es notoria la disminución de los integrantes de una familia. Entre 1905 y 1924 la tasa de fecundidad era de 5,3 hijos por mujer; en 1964 era de 4,1 y entre 1985 y 2003 bajó a 2,4 hijos, en promedio.

Este achicamiento de la familia responde a razones sociales y económicas. La socióloga Victoria Mazzeo, jefa del departamento de análisis demográfico de la Dirección General de Estadística y Censos de la Ciudad de Buenos Aires, enumera algunas. Hace tiempo se viene modificando la edad para concebir el primer hijo. Las mujeres postergan su maternidad por razones laborales o porque forman pareja más grandes. Las tasas de infertilidad aumentaron, por lo que es probable que cuando acudan a un tratamiento para quedar embarazadas tengan un solo hijo. Además crecieron las rupturas conyugales, lo cual trunca la posibilidad de continuar procreando. Y hay un factor sorpresa, según Mazzeo: poco a poco los mitos negativos en torno del único hijo van desapareciendo, por lo que esto anima a muchas parejas a "cerrar la fábrica" después del primogénito.

"Siempre sentí que iba a tener un solo hijo. Cuando llegó Sol (hoy de 13 años), fue suficiente y colmó todas mis expectativas", cuenta Fernanda B. Esta decisión se reforzó cuando el trabajo los obligó, a ella y a su marido, a mudarse varias veces de Tucumán a Buenos Aires. "Se puede formar una hermosa familia de a tres. Mi marido y yo venimos de hogares con varios hermanos; sin embargo, ninguno planteó la necesidad de tener otro hijo", explica.

En cuanto a los límites y exigencias, Fernanda asegura que siempre le dio todo a su hija, pero remarcándole que lo hacía porque podía y porque se lo merecía. "Le enseñé a ser agradecida, y si hay cosas que pide y a mí no me parece, no se las doy". Nunca le exigió que fuese la mejor alumna -dice-, porque hoy en día los chicos ya están bastante exigidos con el ritmo del colegio y con el resto de las actividades que desarrollan.

"Siempre remarcan su buena forma de ser, su generosidad. Prefiero que no tenga notas excelentes, pero sí que sea una buena persona", dice Fernanda.

El tema del hermanito nunca fue un problema, porque creció muy cerca de sus primos. "Ahora que vivimos en Buenos Aires y ya es adolescente, se siente un poco más sola porque no los ve seguido", cuenta. Saber que no está tan lejos el día en que Sol se irá de su casa, llevó a la adolescente a plantearles el tema a sus papás. "Me preguntó qué iba a hacer yo si ella se iba, con quién me iba a quedar. Le contesté que no se preocupara, que con todo lo que hago iba a estar muy bien", resalta Fernanda.

Volver el tiempo
Cuenta Stella Maris Córdoba que la determinación de tener una sola hija estuvo muy ligada a su militancia política. Por esa misma razón, durante años postergó su maternidad. Tenía ya 38 años cuando ella y su marido, Jorge Selis, tuvieron a Paula (que hoy tiene 10 años). "Creo que la tarea a la que me dedico no me hubiese permitido hacerme cargo de otro hijo. Ella sufrió mucho mis ausencias. No es fácil tener una mamá que pasa tres días de la semana fuera de la casa", reflexiona. Sin embargo, Stella reconoce que si pudiera volver el tiempo atrás hubiese comenzado más joven a tener hijos. Más por su hija que por ella, lamenta no haberle dado un hermano con quien compartir. "Es un tema complejo sobre el que todavía hay prejuicios. Creo que cada uno tiene derecho a decidir si quiere tener uno o más. En Tucumán eso de tener un solo hijo no está instalado, más por circunstancias de la vida que por elección", opina. 

Reconoce que su hija es consentida y que trata de darle con todos los gustos, pero que siempre tuvo claro cómo marcarle los límites. "Tiene excelentes notas y es una gran deportista. Jugar en equipo al hockey le dio disciplina; eso también contrarrestó la posibilidad de que fuera malcriada", asegura.

Sin elección Josefina Maciel se casó a los 23 años con Carlos Neme y durante mucho tiempo intentó quedar embarazada, pero no pudo. Recién a los 32 años viajó a Buenos Aires para realizar un tratamiento de fertilización in vitro, gracias al que nació Lucía, hace 13 años. "Todavía tengo guardado el Evatest... El único en mi vida que dio positivo", cuenta.

"No es malcriada ni mimada, sino amada. La esperamos con mucho amor y ella conoce todo el tratamiento porque se lo contamos con total naturalidad. Es bailarina clásica y el orgullo de nuestra vida", explica Josefina. Asegura que agradece a la ciencia, pero prefirió no volver a someterse a una fecundación: pasar por un nuevo tratamiento era exponer su cuerpo demasiado y prefería estar bien para cuidar de Lucía.

Podría suponerse que el departamento estaría empapelado con fotos de ella, pero no. "No le rendimos culto", bromea Josefina. Su habitación también es sencilla y echa por tierra la creencia de que los hijos únicos están abarrotados de bienes materiales.

En cuanto a las parejas que deciden agrandar la familia, Josefina opina: "Siempre aconsejaría que tengan más de un hijo. Nuestro gran miedo es pensar quién va a cuidar de ella si nos pasa algo", confiesa. Por eso le dan gran importancia a la vida sana, a los chequeos médicos y al deporte. "Queremos estar por mucho más tiempo con ella".

EL CASO DE CHINA

Una política opresiva
En China hace más de 30 años se prohíbe tener más de un hijo. La ley fue impuesta en 1979 para combatir el crecimiento demográfico, los problemas económicos y ambientales. Pero hoy ya se pueden palpar sus nefastas consecuencias. La primera es el envejecimiento de la población. Los análisis indican que en poco tiempo habrá problemas para sostener la fuerza trabajadora. Se cree que en todos estos años se impidió el nacimiento de un 500 millones de chinos. En el camino se cometieron muchos abusos, como los abortos forzados y las esterilizaciones sin consultar. Varios casos llegaron a los organismos internacionales, como el de Feng Jianmei, una mujer que fue obligada a abortar a los siete meses de embarazo por no tener el dinero para pagar la multa de casi 7.000 dólares que se cobra por tener un segundo hijo. 

las políticas de control de la natalidad incluyeron el aborto selectivo cuando se trataba de una niña o venía con una malformación. La preferencia por el varón causó que hoy haya 37 millones de hombres más que mujeres. La norma es tan estricta que si el gobierno descubre que una pareja tiene un segundo hijo sin permiso puede destruirle la casa, dejarla sin asistencia médica o confiscarle el salario. Los permisos de segundos hijos se pagan a veces 10 veces el sueldo de una persona. Sólo se permite tener un segundo hijo a los campesinos que viven en las afueras en caso de que la primera hija sea mujer. Por ley el hijo varón se hace cargo de los padres. Un estudio demostró que los hijos únicos nacidos bajo este régimen son más pesimistas e inseguros.

MITOS QUE SE CAEN 

Una compilación de estudios
En torno del hijo único sobrevuelan mitos que sostienen que son malcriados, egoístas y que se desesperan por obtener atención. También se dice que les cuesta adaptarse socialmente porque no tienen hermanos. La periodista Laura Sandler en su libro "Uno y sólo uno: la libertad de tener un solo hijo y la alegría de ser uno de ellos" se dedicó a recopilar los últimos estudios sobre el tema. Está comprobado que no sólo se adaptan socialmente muy bien, sino que además llegan más lejos académica y profesionalmente. Sandler se remonta a los orígenes de estos prejuicios. Granvey Stanley Hall, líder del movimiento de estudio sobre los niños, declaró en 1896 que los hijos únicos eran como "una enfermedad en sí mismos" y les atribuyó una serie de rasgos negativos. Con todos los talleres que dio alrededor del mundo sus ideas se tomaron como ciertas. Pero numerosas investigaciones vinieron después que rebatieron los postulados de Stanley Hall. En 1928, Norman Fenton probó que en mediciones de generosidad y sociabilidad los hijos únicos alcanzaban mejor puntaje; y, además, que eran más honestos, tenían mayor iniciativa y habilidades de liderazgo. Judith Blake, profesora de la escuela de Salud Pública de la UCLA, se dedicó a investigar por qué los hijos únicos tienen mejor rendimiento escolar. Identificó que los padres les hablan mucho más. El número de palabras que les dirigen directamente es lo que primero se diluye cuando hay más niños en la casa. Otra causa es el ambiente intelectual. Se supone que en un hogar con adultos es más fácil estudiar y leer. 

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