El Santo Padre, el dinero y los pobres

El Santo Padre, el dinero y los pobres

Bergoglio viene sosteniendo que el cristianismo condena al capitalismo salvaje. Y detrás de éste, advierte, está el dinero mal habido; el dinero manchado de sangre.

30 Junio 2013
El Papa Francisco nos dice que quiere que formemos "una iglesia pobre para los pobres"; ese es el milagro de la comunicación y la revolución que encarna Jorge Mario Bergoglio desde que se hizo cargo del timón de la barca de Pedro, dice un periodista, que confiesa no tener fe en Dios, pero sí en Francisco. Esa fe y entusiasmo suyos por trasmitir la Buena Nueva a los pobres está desde siempre en el corazón del Evangelio. Cuando en el cónclave lo estaban eligiendo papa, Jorge Bergoglio evoca que en ese momento el cardenal brasileño Hummes le susurraba al oído que se acordara de los pobres. Entonces resolvió llamarse Francisco, signo y nombre de la fraternidad franciscana hacia las criaturas de Dios.

Ser guardián de mi hermano; cuidarnos los unos a los otros; cuidar la naturaleza; cuidar la creación… ese es el mensaje que transmite el papa Francisco; y lo hace con calidez, con humor, con humildad, en aras de un llamado a hermanarnos los unos con los otros; y la fraternidad consiste en eso, en cuidar al hermano necesitado; al pobre, al huérfano, al extranjero, a la viuda. Tras estas huellas transita la Iglesia, desde el papa Juan XXIII y el Vaticano II a Francisco. Se trata de seguir a Cristo, y para hacerlo la Iglesia vuelve a los orígenes, identificándose como la Iglesia de los Pobres.

Pobreza globalizada

Francisco, el "Papa argentino", sabe que para seguir ese camino de Cristo, su pastoral social y política tiene que enfrentar al Dios Dinero, ícono del capitalismo salvaje, en cuyos altares la civilización se ha convertido en una monstruosa fábrica global de excluidos y de desechos humanos. El Papa Juan Pablo I libró ese combate contra las corporaciones y las mafias operando en la propia banca del Vaticano, y le costó la vida; probablemente fue asesinado. El Papa Francisco sabe que se enfrenta hoy a ese capitalismo depredador de desigualdades extremas y de democracias restringidas. Ante ello, Bergoglio viene sosteniendo que el cristianismo condena al capitalismo salvaje. Y detrás de éste, advierte, está el dinero mal habido; el dinero manchado de sangre; por ello -añade el Papa-, "detrás de una gran fortuna siempre hay un crimen". Hoy el nombre del crimen es la pobreza globalizada.

Y para erradicar esa pobreza, como enseña la parábola del Juicio Final, nuestra obligación absoluta, como Iglesia de pobres para los pobres, es ponernos incondicionalmente al servicio del pobre: "vengan, benditos del padre, porque tuve hambre y me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber; … ¿cuándo hicimos esto señor? Cada vez que lo hicieron con alguno de los pequeños del reino de Dios, lo hicieron con él". Los pobres son el tesoro de la Iglesia y hay que cuidarlos, dice el Papa Francisco. Nuestro verdadero poder tiene que ser el servicio al pobre, añade. Servimos a Dios o al dinero; no hay otra. La Buena Noticia es que son dichosos los que eligen ser pobres y viven amando, sirviendo y defendiendo a los pobres. De ellos es el Reino de los Cielos, dice Jesús.

© LA GACETA Ramón Eduardo Ruiz Pesce - Doctor en Filosofía de la Universidad de Friburgo. Profesor de la UNT
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