Julio Chávez: "Provocar tiene su encanto, pero no lo busco"

Julio Chávez: "Provocar tiene su encanto, pero no lo busco"

El actor llega a Tucumán con la multipremiada obra que dirige y protagoniza, y cuenta que se siente feliz con el inminente estreno de "Farsantes"

14 Junio 2013
En esta historia hay dos hombres que aman a una cabra. El primero es Charlie, un personaje ficticio pergeñado por el autor estadounidense Edward Albee, que no vive en el campo ni ha tenido jamás inclinaciones hacia la zoofilia, pero un buen día (¿buen?) se da cuenta de que está enamorado de un animalito. El segundo es Julio Chávez, gran héroe argentino de la actuación, que en el escenario se pone en la piel de Charlie y que más bien ha quedado prendido de "La cabra", la obra que dirige y protagoniza, y que este fin de semana interpretará en Tucumán.

"Estoy muy agradecido con esta cabrita", se complace Chávez en una entrevista telefónica con LA GACETA y su satisfacción casi es audible. ¿Por lo conmovedor del texto? ¿Por el desafío que implica desarrollar a la vez dirección y actuación? ¿Por las muchas distinciones que ha merecido? Sí, por todo eso, pero antes que nada porque le ha valido la enseñanza de no anteponer un preconcepto a la experiencia. "Hacer esta obra fue un ejercicio teatral muy complicado, pero estoy muy contento de haberlo abordado. Cuando fuimos a Mar del Plata nos preguntábamos si el público de ese lugar podría establecer un vínculo con este tipo de obra. Y yo siempre aposté a que el teatro provoca relaciones muy inesperadas. De hecho, 'La cabra' fue uno de los espectáculos que mejor funcionó allí. Tuvimos la suerte y el mimo de ser muy premiados", cuenta.

- Un hombre se enamora de una cabra, ¿eso es un drama o una comedia?

- (Ríe) "La cabra" es una comedia dramática, un hermoso viaje de la comedia a la tragedia. Es un cuentito muy sencillo que no tiene ningún secreto, no es un material hermético. Por el contrario, es sumamente claro y presentable. Es provocativo por lo que plantea, porque le pide al espectador que se involucre en algunas preguntas: ¿es posible que un hombre se enamore de una cabra? ¿Es normal? ¿Lo podemos permitir? ¿El ser humano puede elegir libremente su objeto de deseo? Si lo hace ¿pone en peligro a su familia? Es una obra que presenta el tema del amor, pero del amor verdaderamente diferente, algo que nadie hubiese podido imaginar. Albee hace dos cosas, ambas bellas: por un lado, divierte. Por el otro, hace esas preguntas para que el entretenimiento no se lleve mal con el pensamiento, para que ambos hagan el mismo viaje. Y que se combine el entretenimiento con la posibilidad de pensar, habla ya de un material que vale la pena.

- Una vez arriba del escenario, ¿estás pendiente de las reacciones del público?

- No estoy pendiente, pero tampoco ausente. El público es parte de la partitura, soy consciente de él y me afecta. Los espectadores van haciendo que cada función sea única e irrepetible, entre otras cosas, porque ellos son irrepetibles. - ¿Y qué emociones notás en ellos? - El espectáculo, de entrada, genera mucha simpatía, pero no entendida esta en su significado común, sino en el sentido de que no es una puesta agresiva; se presenta mansamente a la mirada del espectador. A mí me interesó mucho mantenerme en ese camino porque creo que así es como un espectador establece una relación afectiva con un asunto que después se pone provocativo y complejo. Y una vez que eso pasa, se ve involucrado en la pregunta que hace el material. Provocar tiene su encanto y también ver las respuestas: espectadores que se ríen desde que empieza hasta que termina la obra, otros que se ríen al comienzo y después dejan de hacerlo, otros que parecen estar viendo un caso psicológico y mantienen un interés casi técnico... Y hay algunos a los que, al terminar la obra, ves profundamente disgustados por haber sido partícipes de una pregunta tan desagradable.

- A la hora de elegir trabajos, ¿te inclinás por aquellos provocadores, como este?

- No, para nada. De hecho, una de mis últimas obras, "Yo soy mi propia mujer", era sumamente tierna. Verdaderamente no tengo predilección por maneras particulares. Intento, y seguramente tengo mis límites, que mi cocina pueda cocinar la comanda que me den o que yo decida hacer, desde un locro hasta comida francesa. Cuando me pongo en contacto con un proyecto es porque advierto que tengo el deseo y los elementos de meterme en él, porque los materiales también son una provocación para el director y el actor. Incita a que estos se pongan en movimiento para articular la inclusión y la manera en que van a contar esa historia. En este sentido puedo ser sumamente ecléctico y hacer desde una comedia musical, como lo que hice en "Sweeney Todd", hasta "La cabra" pasando por la primera obra de Oscar Martínez, que se llama "Ella en mi cabeza".

- Siguiendo tu metáfora, ¿cuál es la receta que tu cocina tiene pendiente?

- Hay algunos materiales clásicos, extraordinarios, que algún día me gustaría hacer y de paso aprender algo que le venga bien a mi oficio. Por ejemplo, como actor o director, me gustaría hacer algún Lorca, un Strindberg y también me gustaría mucho meterme en el problema Shakespeare. Porque sin lugar a dudas es un gran problema, pero estoy seguro de que quien se meta en él vuelve de la pesca mínimamente con una mojarrita.

En el horno

A partir del lunes 24, según él mismo lo adelantó a LA GACETA, ocurrirá un suceso inédito tanto para el actor como para el espectador: Chávez aparecerá de lunes a viernes en la pantalla chica. Será de la mano de "Farsantes", la ficción que El Trece viene prometiendo hace meses y en la que él hace de Guillermo Graziani, uno de los varios abogados en los que se centra el ciclo. Graziani es un brillante penalista, conocido en el ambiente como un "sacapresos", que tiene una doble vida personal: está casado con una mujer y tiene un hijo, pero es bisexual. De hecho, se vinculará afectivamente con otro de los letrados, interpretado por Benjamín Vicuña.

- "Farsantes" estaba pensado como unitario y luego se convirtió en una tira diaria, ¿cómo te cayó el cambio?

- Sí, "Farsantes" va a ocupar el espacio que dejó Marcelo Tinelli y tenemos la responsabilidad de hacernos carga de una franja horaria muy peleada y de mucho valor. Me aventuré a hacer esta experiencia, inédita para mí, y estoy más que feliz, aprendiendo muchísimo. Al mismo tiempo, así como me animé a ir a Mar del Plata a pesar de que me habían dicho que tenga ojo con el público, compruebo que las experiencias no tienen un a priori. No entiendo por qué dicen "bah, vas a hacer una tira", como si supiesen qué implica esto. Siempre hay un espacio libre para que se manifieste algo nuevo o diferente y una tira es una posibilidad de construir algo, conocido o diferente. Estoy muy contento con lo que estamos haciendo.

-Todavía se recuerda y comenta el final de "El puntero", ¿cómo se te ocurrió?

- Yo tenía un presentimiento: que el Himno Nacional estaba en el interior de "El puntero" durante todo el programa, no sólo como signo patrio sino representando un ideal de comportamiento patriótico. El puntero estaba profundamente involucrado desde su infancia con una idea arquetípica, casi sacada de Billiken, de lo que es ser un patriota. En el momento en que él ya no puede articular ningún proyecto porque se siente acabado, aparece en él la figura que en verdad le daba sostén. Es una figura gauchesca, casi la del caudillo, por eso canta el Himno. También la idea de mirar a la cámara es una provocación porque hace preguntarse a quién mira, cómo es que un personaje de la ficción rompe la ficción. Por otro lado, yo agradezco profundamente que se me haya tenido la confianza y me hayan dado el espacio para concretar esa idea. Por eso digo que ningún medio es en sí mismo un impedimento: somos los seres humanos los que transformamos los espacios. No puedo culpar a los espacios por determinadas cosas, hay una responsabilidad mía en cuanto a la autonomía y fortaleza que debo tener para llevar adelante allí un pensamiento.

- ¿Y en "Farsantes" ya tuviste ese tipo de presentimientos o aún es muy temprano?

- No, no es tan temprano, lo que pasa es que estos presentimientos todavía están en el horno y cuando abrís la tapa parecen muy, muy crudos (risas). Voy a intentar que no se me escapen, pero ni siquiera es el momento de probarlos con una cucharita.

MAÑANA Y EL DOMINGO

• Ambos días a las 21, en e teatro Alberdi (Jujuy y Crisóstomo Álvarez).

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