"La extrema brevedad impone condensación máxima de significado"

"La extrema brevedad impone condensación máxima de significado"

El coordinador de la Jornada de Microficción de la Feria del Libro de Buenos Aires cuenta cómo surgió ese espacio y habla sobre las características de un género que conoce como pocos en América latina. "Sigo pensando que la escritura más noble, el silencio más sustancioso y complejo, la ironía más sutil e inteligente, están en las microficciones de Borges", afirma.

12 Mayo 2013

Por Mónica Cazón - Para LA GACETA - Buenos Aires

-¿Cómo y cuándo nace la idea de realizar las Jornadas sobre microficción?

-La idea surgió hace cinco años en el seno de la SEA (Sociedad de Escritoras y Escritores Argentinos) que la propuso a la Fundación El Libro. La Fundación la adoptó y desde entonces la viene realizando todos los años. Al principio eran solamente lecturas, pero luego se fueron incorporando entrevistas, proyecciones, un concurso en Twitter, información de actividades conexas, etc. Es una actividad que reúne microficcionistas de todo el país y algunos extranjeros.

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-¿Por qué eligió el género breve?

-No lo elegí, él me eligió a mí. La primera microficción que escribí, la escribí como descanso en la corrección de un cuento largo. Cuando la leí a otros escritores provocó tanto entusiasmo que me asombró. Entonces comprendí que había encontrado mi forma natural de expresión. Poco después, le propuse a Mario José Grabivker de Editorial Desde La Gente, hacer una antología de este tipo de textos. Tuvo tanto éxito que se hicieron tres ediciones. Así empecé, y llevo ya más de 25 años escribiendo, pensando y difundiendo el género.

-¿Existe un "método" para escribir minificciones?

-No hay métodos ideales en literatura, lo que funciona muy bien para un escritor puede no funcionar para otro. Hay escritores que tienden a irse por las ramas y otros a quienes los relatos se les cierran enseguida. Los primeros deberán luchar contra su tendencia a la frondosidad. Deberán aprender a escribir con el silencio, a sugerir más que a decir. El silencio en la microficción es una presencia y tiene significado. Cuanto más denso y complejo es, mejor. De aquí la diferencia con el chiste. El silencio del chiste es elemental, a nadie se le ocurriría contar dos veces el mismo chiste. En cambio las buenas microficciones admiten la relectura. La diferencia con el microensayo es clara: pretenden ser verdad. En cambio los microtextos ficcionales argumentativos, casi siempre irónicos, son microficciones. La diferencia con la prosa poética es menos clara. De hecho, hay poemas que en un contexto microficcional, se leen perfectamente como microficciones.

-¿Prefiere los textos de un autor o las antologías? ¿El objeto libro o los soportes digitales?

-Son cosas diferentes. Un libro de autor me gusta cuando sus microficciones, además de ser muy buenas, están inextricable e invisiblemente conectadas de tal modo que componen y transmiten una concepción del mundo y no me refiero a unidad temática.
El libro brinda una ilusión de permanencia y la pantalla sugiere fugacidad. Pero si una microficción es muy buena, será memorable en cualquier soporte. 

-¿Cuáles son sus autores de permanente consulta y disfrute?

-Sigo pensando que la escritura más noble, el silencio más sustancioso y complejo, la ironía más sutil e inteligente, está en las microficciones de Borges. Son para leer y releer muchas veces. Diálogo sobre un diálogo, de Borges, me deslumbró; Cuento de horror, de Arreola, es un portento de poder de sugerencia; La oveja negra, de Monterroso, por su ironía demoledora.

-El pasado 29 de octubre presentó su libro Las gemas del falsario. ¿Es necesaria la desnudez literaria para legitimar la singularidad?

-La literatura da ejemplos de obras singulares que recurren a la desnudez o, por el contrario, que son genialmente minuciosas. Si nos limitamos a la microficción, la extrema brevedad impone condensación máxima de significado que no es lo mismo que desnudez de detalles. Hay veces en que un detalle da cuenta de lo que se quiere contar mejor que el resumen de la historia completa; en tal caso, la microficción debe ser el detalle cargado de significado por el autor. Esta es una de las razones por lo que es erróneo concebir el microrrelato como resumen.

© LA GACETA

PERFIL

Raúl Brasca es narrador, antólogo, crítico y ensayista. Es compilador de quince antologías y autor de varios libros de cuentos y microficciones. Su obra fue recogida en revistas y suplementos literarios de América y Europa. Es colaborador del diario La Nación y, desde 2009, organiza y conduce la "Jornada Ferial de Microficción" en la Feria del Libro de Buenos Aires. Su último libro de microficciones es Las gemas del falsario (Granada, 2012). La Universidad de Carabobo (Venezuela) le confirió la Orden de Alejo Zuloaga.

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Diálogo sobre un diálogo

Por Jorge Luis Borges

A- Distraídos en razonar la inmortalidad, habíamos dejado que anocheciera sin encender la lámpara. No nos veíamos las caras. Con una indiferencia y una dulzura más convincentes que el fervor, la voz de Macedonio Fernández repetía que el alma es inmortal. Me aseguraba que la muerte del cuerpo es del todo insignificante y que morirse tiene que ser el hecho más nulo que puede sucederle a un hombre. Yo jugaba con la navaja de Macedonio; la abría y la cerraba. Un acordeón vecino despachaba infinitamente la Cumparsita, esa pamplina consternada que les gusta a muchas personas, porque les mintieron que es vieja... Yo le propuse a Macedonio que nos suicidáramos, para discutir sin estorbo. 

Z (burlón)- Pero sospecho que al final no se resolvieron 

A (ya en plena mística)- Francamente no recuerdo si esa noche nos suicidamos.


Triángulo criminal

Por Raúl Brasca

Vayamos por partes, comisario: de los tres que estábamos en el boliche, usted, yo y el "occiso", como gusta llamarlo -todos muy borrachos, para qué lo vamos a negar- yo no soy el que escapó con el cuchillo chorreando sangre. Mi puñal está limpito como puede apreciar; y además estoy aquí sin que nadie haya tenido que traerme, ya que nunca me fui. El que huyó fue el "occiso" que, por la forma como corría, de muerto tiene bien poco. Y como él está vivo, queda claro que yo no lo maté. Al revés, si me atengo al ardor que siento aquí abajo, fue él quien me mató. Ahora bien, puesto que usted me está interrogando y yo, muerto como estoy, puedo responderle, tendrá que reconocer que el "occiso" no sólo me mató a mí, también lo mató a usted. 


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