No hay nada que festejar
Este mes -el 18- se celebra el Día Internacional de los Museos. Pero no nos apuremos: en Tucumán no hay nada que festejar. Al contrario, es tiempo de preocuparse y de ocuparse en serio de esos espacios culturales. O al menos de sincerarse y, con una mano en el corazón, declararlos faltos de interés y cerrarlos. ¿O no es lo que se hace en la práctica cuando el Estado, la Universidad o quien esté a cargo cercena presupuestos y recursos humanos?

Una visitante a la Casa del Obispo Colombres reveló, hace pocos días, el encuentro cercano que protagonizó con un roedor. El guía, avergonzado, le explicó que el problema es la suciedad del parque 9 de Julio.

En 24 de Septiembre al 500, la chapa incrustada en la fachada del Museo Folklórico es parte del paisaje. El día que no esté será toda una sorpresa. La restauración del muro -uno de los más antiguos de la ciudad- se lleva adelante con el asesoramiento de expertos nacionales. ¿Hasta cuándo?

La media de asistentes por día al Timoteo Navarro es de 55 personas, estadística publicada en LA GACETA el pasado 22 de abril. Son unos 1.400 por mes. Tratándose del Museo de Bellas Artes más importante de Tucumán es una cifra irrisoria. ¿Qué falla?

Mucho menor, casi nula, es la concurrencia al museo de la UNT (el MUNT): ¡12 asistentes por día! Aquí vale ampliar el debate. En los hechos el MUNT funciona más como un centro cultural que como un museo. Además, carece de colecciones propias. Pero la UNT ya tiene un centro cultural, el Virla. No se entiende.

Hablando del MUNT; en el mismo edificio (San Martín al 1.500) funciona el Instituto de Arqueología y Museo (IAM), dependiente de la Facultad de Ciencias Naturales y poseedor de una muestra arqueológica permanente. La muestra permanece cerrada desde octubre del año pasado, cuando la sala se inundó durante una tormenta. Las refacciones cuestan menos de $ 4.000. No hay plata para afrontar los arreglos.

LA GACETA publicó el dramático caso del Museo Casa Iramain. Dos veces por semana, Leonardo Iramain y su esposa abren al público la casa de Entre Ríos primera cuadra. Además, pagan de su bolsillo la limpieza. Ambos ruegan que alguien se haga cargo de ese extraordinario legado. No hay respuestas.

En el Museo Histórico Casa Avellaneda, en su vecino Museo de Arte Sacro, en el Museo del Ejército, en el de El Cadillal -y pueden añadirse varios ejemplos más- las carencias no son sólo económicas. Hay que abrir las puertas, mantener las instalaciones, cuidar las piezas, catalogarlas, acrecentar las colecciones... Para todo eso se necesitan recursos humanos calificados. Lo llamativo es que en Tucumán se dicta la carrera de Museología. Es más, está a punto de ponerse en marcha una Maestría en Museología, coordinada por las Facultades de Artes y de Ciencias Naturales. Los especialistas están en el mercado laboral. ¿Cómo hacer para integrarlos a las instituciones?

En el ambiente observan con una mezcla de envidia y admiración al Museo Miguel Lillo, dependiente de la Fundación homónima. Al acertado guión museográfico -la puesta en escena que engancha a los visitantes y permite la interacción con lo expuesto- se agrega la calidad de los servicios. Por ejemplo, visitas guiadas para hipoacúsicos y no videntes.

La "Noche de los Museos" suele utilizarse como un Caballo de Troya capaz de llenar los museos de ojos curiosos. El año pasado se hizo en octubre -con un calor infernal-. Esta vez se anuncia para fines de agosto. No alcanza con disparar todos los cañones un día al año. Hay cuestiones infinitamente más urgentes que resolver. O volvemos al comienzo: así, como están, es mejor que no sigan.

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