El "Pueblo de Dios" no se altera ante la amenaza de la enfermedad

El "Pueblo de Dios" no se altera ante la amenaza de la enfermedad

ORAR. En el templo a toda hora se encuentra a los hermanos rezando.  ORAR. En el templo a toda hora se encuentra a los hermanos rezando.

"¿Y dónde queda El Pueblo de Dios?" La pregunta suena un tanto ridícula cuando se materializa.

"Yo vivo ahí, los puedo llevar", dice Marianela, una adolescente. Para llegar hay que atravesar la comuna de Colombres, en Cruz Alta, y avanzar por caminos de tierra.

- ¿Y cuántas familias viven ahí?

- Pocas... menos de 20.

- ¿Y qué hacen?

- Hablamos de Dios. Eso es lo que más se hace: al mediodía y a la noche.

La charla se interrumpe cuando una verja blanca de madera adornada con banderines de colores anuncia la entrada al pueblo.

Verdaderamente es chico. Unas pocas casas y nadie en las callecitas de tierra que lo caminen. Nuestra guía se despide y se pierde. Se escucha el silencio. Lo interrumpimos con las palmas: "buscamos a la hermana Amelia".

"Soy yo", contesta la señora de unos 60 años, con pollera larga y una redecilla blanca en la cabeza. Ella nos guía hasta el hermano Julio. "Hermana", "hermano"... tanta casualidad no es posible.

Desde una puerta sale Julio. El hermano Julio. "Yo ya sabía que ustedes iban a venir", dice mientras saluda. Le preguntamos por el caso de dengue y lo niega. "Aquí no hay nada. Se confundieron", dice un tanto ofuscado.

Insistimos. Al final, confirma que sí, que hay un caso de una mujer, pero que ya está bien. Se contagió en Paraguay en el encuentro religioso de toda la comunidad de El Pueblo de Dios. Pero a eso lo sabremos después y por otras fuentes.

"Aquí somos todos transparentes. No tenemos nada que ocultar", dice el hermano Julio. Es guardia primero dentro de la organización espiritual. A él acuden cuando hay pleitos o discusiones entre hermanos. Él los escucha y todo siempre termina con una oración de rodillas y el perdón, que puede ir acompañado por un beso en los pies entre los que se habían enemistado.

Está preocupado porque teme que el caso del dengue mancille la reputación del pueblo. "Y el dengue no es El Pueblo de Dios", aclara.

A esa altura ya nos dimos cuenta de que El Pueblo de Dios era otra cosa. - ¿Quiénes viven aquí? - Somos una congregación de hermanos. Una gran familia. Usted puede pasar y verla.

- Gracias, pero antes... ¿Cómo es eso que ya sabía que íbamos a venir?

- Dios me lo dijo. El dengue es una bendición para que al pueblo se lo conozca.

Silencio.

Otras creencias
El hermano Julio cuenta que llegó a ese campo en 1994 por llamado divino. Ahí comenzó a crecer la colonia. Hoy viven 16 familias y algunos solteros que duermen en pabellones. Las mujeres se turnan todos los días para cocinar en una olla popular, a leña, el menú que cada familia llevará en su ollita a su casa, después de que Julio lo bendiga.

El día comienza a las 4 de la mañana. A esa hora, cada uno en soledad hace la primera oración. Después de almorzar algunos pasan por el templo que se encuentra en medio del pueblo. Lo mismo a las 8 de la noche. Recitan siete veces la llave de la oración. Lo que para los católicos equivaldría a un Gloria o Padrenuestro.

La hermana Elena ceba unos mates amargos, mientras el hermano Julio intenta explicar sus creencias y modos de vida. Ella se unió al culto desde fines de los 90 porque vio cómo un hermano de Formosa curaba a su sobrina de una enfermedad en los ojos. Elena también usa pollera larga, camisa cerrada y una redecilla que cubre su pelo. "Las mujeres visten como si fueran la Virgen María", anuncia Julio. Y esto lleva a que comente que se cuidan en extremo de los deseos carnales.

"Los de afuera (por el mundo, los que no pertenecen a la comunidad) ven a los hijos como bendiciones. Nosotros los consideramos frutos del pecado", explica. Por eso, cuando alguien de la comunidad "peca" debe dejar por un tiempo el Pueblo. Después, puede regresar. Invocará varias veces el afuera, como algo que los contamina.

Pero esto no significa que allí no haya niños. Otro de los vecinos, también de nombre Julio, es mozo y tiene 11 hijos con su esposa, a quien llama hermana. Serían algo así como una rama más relajada. Él trabaja en la ciudad y sus hijos van a la escuela. Hace 13 años que pasó de La Costanera norte a la colonia. "Tenés que venir un sábado. Es una fiesta", cuenta.

Cada 15 días, las siete casas de oración que hay en la provincia se juntan allí. Hay danzas y oración. Además se les pide que por semana hagan varios días de ayuno.

Los 8 de abril celebran en todo el mundo el "Año Nuevo". Esa es la fecha en la que ellos nacieron como Pueblo de Dios. Por eso la Navidad y el 31 de diciembre no existen en su calendario. O sí, pero como un par de días más.

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