Philip Roth y su despedida de la literatura

Philip Roth y su despedida de la literatura

en octubre pasado, la prensa anunció que el escritor estadounidense, flamante ganador del Premio Príncipe de Asturias, dejaba de escribir sus excelentes y exitosas obras de ficción. ¿Puede "jubilarse" un escritor?

03 Marzo 2013

Por Eugenia Flores de Molinillo - Para LA GACETA - Tucumán

A la mayoría de los escritores -y del resto de los mortales-, les llega el fin en medio de algún proyecto: pensemos en Francis Scott Fitzgerald y Tomás Eloy Martínez. Aun el suicidio puede tronchar una obra, tal el caso de Leopoldo Lugones y su biografía de Roca. Hay escritores de larga sobrevida a su última obra, como Herman Melville, cuya muerte sorprendió a muchos: ¡Oh! ¿no había muerto ya? Otros, como Gabriel García Márquez, deben rendirse ante la enfermedad. Algunos dan su adiós en sus propios textos: William Shakespeare, en La tempestad, renuncia a su arte de creador de fantasías a través de Próspero, y Alfonsina Storni anuncia en un poema su sueño y su edredón de hierbas.

Philip Roth puede sentirse satisfecho: ahí está su legado literario, su eterna candidatura al Nobel de literatura y las legiones de lectores y estudiosos de su obra. En su computadora ha pegado un recordatorio de su decisión: "La lucha con la escritura se acabó". El espigado, bien plantado escritor, que este marzo cumplirá los 80 con muy buena salud, declara que la notita en cuestión le transmite "una gran fortaleza". Tras sus 31 libros desde 1959, atesora la gracia que la vida le concediera: seguir una vocación -un llamado, tal la etimología de la palabra- y haberla cumplido con éxito.

Ingresé al mundo de Roth a través de "La conversión de los judíos", relato incluido en su primer libro, Adiós, Columbus (1959). Un cuento perfecto, tierno y profundo sobre un niño judío que cuestiona lo que su Rabi le enseña sobre el nacimiento meramente humano de Jesús, ya que, si Dios es todopoderoso, puede sin duda instrumentar un nacimiento virginal. No le importa tanto lo sucedido casi dos milenios antes como que se admita la capacidad de Dios para hacer lo que quiera, inclusive ese milagro. Sin restar dignidad a su herencia hebrea -emociona la madre encendiendo las velas del Sábado- Roth defiende el derecho individual a pensar por cuenta propia y alude al peligro de los fundamentalismos, usando un humor a la vez irónico y amable para caracterizar ciertos rasgos de la familia judeo-americana. Y esta temática, la del judío-yanqui en una sociedad que es la suya pero lo es de un modo particular, sería el eje de sus relatos, que, sin llegar a la autobiografía, dan cuenta de su perspectiva existencial como producto de una larga historia de exilios, con su bitácora de supervivencias, su mochila de un hondo sentido de la culpa y el preciado báculo del humor para aligerar la marcha. Florencia Di Lullo1 resume las tensiones que siente un judío inmerso en una sociedad goy2, esa "situación dicotómica que lo impulsa a la cooperación, pero también al aislamiento". Junto a Saul Bellow3, Bernard Malamud, Joseph Heller y otros, es parte del espléndido aporte de la inmigración judía a la literatura estadounidense.

La pregunta de rigor es ¿qué hará ahora? Dicen sus amigos que no ver a Roth escribiendo es como no verlo respirar. El espectro de actividades es más que satisfactorio. Tiene tiempo para recibir gente en su casa de Newark, Connecticut, para leer o releer otros escritores, y hasta para aprender a manejar el Iphone. Es el tiempo que se torna elusivo para sus personajes ya mayores, como Sabbath4, y que él tiene la suerte de rescatar para disfrutarlo. Ha elegido su biógrafo, Blake Bailey5, con quien mantiene entrevistas frecuentes y para quien escribe copiosas notas que completarán la historia de su vida y de su arte, incursionando en el contexto de la historia y la cultura de los Estados Unidos en el último medio siglo, temas que ha seguido con interés y compromiso.

Tras su última novela, Némesis (2009), que reseñé en estas páginas, esperó dos años para hacer pública su decisión, para estar seguro y "no hacer como Frank Sinatra", pero, en una de esas…

© LA GACETA Eugenia Flores de Molinillo - Profesora de Literatura norteamericana de la UNT.

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NOTAS:

1 Florencia Di Lullo es licenciada en inglés y docente en la Facultad de Filosofía y Letras, y su tesis de Licenciatura (2003), inédita, versa sobre El Lamento de Portnoy, cuyo protagonista encarna magistralmente la perspectiva de Roth.

2 El término goy (plural goyim) significa "no judío", equivalente al español "gentil".

3 Saul Bellow nació en Canadá, pero creció y desarrolló su carrera literaria en EEUU.

4 Sabbath es el protagonista de la novela El teatro de Sabbath (1995).

5 Blake Bailey (1963) ha escrito ya las biografías de John Cheever y de Richard Yates.

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