Tafí del Valle: los motores aceleran la tradición

Tafí del Valle: los motores aceleran la tradición

Un signo de los tiempos es el uso de motocicletas en los Valles. Este vehículo barato y ágil se ha impuesto como medio de movilidad y ha desplazado al caballo en el centro de la ciudad.

RUEDAS SÍ, PATAS NO. El caballo tiene prohibida la entrada a la villa de Tafí del Valle, que cada verano se llena de automóviiles, y motos de todo tipo, tamaño y calidad. LA GACETA / FOTO DE OSVALDO RIPOLL RUEDAS SÍ, PATAS NO. El caballo tiene prohibida la entrada a la villa de Tafí del Valle, que cada verano se llena de automóviiles, y motos de todo tipo, tamaño y calidad. LA GACETA / FOTO DE OSVALDO RIPOLL
02 Enero 2013
La motocicleta reina en Tafí del Valle. Ágil y liviana como una avispa, práctica, fácil de usar, ha reemplazado totalmente al noble caballo, antiguo símbolo del paisaje vallisto. La moto surca los campos, recorre las calles y ocupa los estacionamientos. El caballo, ya sea atractivo corcel de paseo señorial o sufrido compañero con las alforjas cargadas, tiene prohibida la entrada al centro de la villa.
"No puedo calificar este cambio, muy notorio, ni para bien ni para mal. Es signo de los tiempos", dice Pedro León Cornet, antiguo veraneante. "No hay servicio de colectivos que una los distintos lugares del pueblo. La moto es útil y barata para los lugareños, y, por ello, es un elemento de movilidad y de transformación", comenta. Para él, el caballo se ha convertido en un lujo. Lo usan los habitantes que viven muy lejos y tienen un campito o, bien, los que aún viajan a las cumbres. Y también pastan en los corrales de algunos veraneantes. "Pero, en el centro, el traslado es complicado. Hay muchos vehículos y pavimento", advierte Cornet.
Nadie sabe cuál es el tamaño de la población "motoquera". "La Municipalidad no las ha censado", reconoce Ramón Pastrana, director de Tránsito. "Es un tema de Rentas de la Provincia, así como su patentamiento", acota. "Hay familias que tienen una moto por cada integrante adulto", describe Luna Hamburger, comerciante. Y añade: "en los partidos de fútbol, es como si fuesen abejas". Nelson Moreno, mozo, usa una Twister 250 para movilizarse. "Es rápida y cómoda. Vivo a 13 kilómetros y trabajo en Las Carreras", expresa.
Una cosa trajo la otra, y ya hay dos locales de venta de repuestos y varios talleres mecánicos. Pero estos vehículos tienen su contra. En el hospital, el médico de guardia Eduardo Bustos Foglia dice que los accidentes de tránsito son el problema sanitario más serio de la zona y que la mayoría involucran a motociclistas (hay casi dos por día). "Generalmente atendemos golpes, pero hemos tenido que mejorar la sección de traumatología. Los sábados hay más accidentes: el promedio sube a tres o cuatro", dice el médico.
Este cambio lleva inexorablemente, para algunos, al desvanecimiento de la tradición. Dante Villarreal (25 años), vecino de El Churqui, donde su familia tiene caballos para alquilar, cree que se van perdiendo las costumbres "y ya se nota bastante". "Los lugares para andar a caballo están cada vez más lejos. Por las motos, los tafinistos se han ido desprendiendo de los animales".
Juan Manuel Caliva (21), de la Agrupación Cumbre El Matadero, defiende el uso de "las cuatro patas": "nuestros padres comenzaron a perderlo. Dicen que, cuando llegó el colectivo, en 1960, se guardaron más de 100 monturas. Ahí empezó el cambio. El caballo es como un hermano, me acompaña al campo: donde voy, él está. Si me canso, él está para cansarse por mí. Me da energía".
Sin embargo, no todo está mal. Según Cornet, la expulsión del equino del centro de la villa ha dado lugar a una cosa muy linda: "la gente que aún anda a caballo accede a lugares espléndidos desde donde es posible apreciar paisajes poco conocidos. Se hacen excursiones a La Ciénaga y a la cañada del Muñoz, y paseos organizados. La gente, que antes sólo andaba por el centro, comenzó a conocer más el Valle por esta circunstancia. Ahora preparan asados y fogatas, y pasar la noche en El Matadero. Desde ahí se ve hasta la ciudad de Tucumán".
Otto Paz, cuyas cabalgatas son una tradición en Tafí, dice que andar a caballo es un placer incomparable que no se va a perder nunca: "llueva o no llueva, uno disfruta del caballo y de la compañía".

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