A los vecinos de Barbarita les sobran las quejas

A los vecinos de Barbarita les sobran las quejas

En el barrio Néstor Kirchner viven más de 600 familias acorraladas por las necesidades. Sus habitantes piden agua y luz de manera urgente, porque las conexiones son muy precarias. La amenaza de las tormentas.

AL FINAL DE LA CIUDAD. La imagen muestra el sector del barrio Néstor Kirchner que está junto al Canal Sur. A la derecha se ve una casilla más nueva que el resto; esa es la que el Gobierno le está levantando a Barbarita. AL FINAL DE LA CIUDAD. La imagen muestra el sector del barrio Néstor Kirchner que está junto al Canal Sur. A la derecha se ve una casilla más nueva que el resto; esa es la que el Gobierno le está levantando a Barbarita.
16 Noviembre 2012
Miguel Romano cuidaba el jardín: les daba algo de agua a los rosales y a los malvones mientras Julio César y Gustavo Costilla, su suegro y su cuñado, respectivamente, tomaban mate y lo observaban. Estaban sentados junto a la huerta en la que crecen cebollas, papas, tomates y zapallos. No, no es una postal campestre. Es lo que ocurría ayer a media mañana en una de las parcelas del barrio Néstor Kirchner. Se trata de un asentamiento que adquirió notoriedad porque una de las últimas tormentas se ensañó con sus habitantes y porque allí vive Barbarita Flores, la chica que en 2002 fue el rostro de la desnutrición y cuya familia aún no ha salido de la pobreza.

El Kirchner es uno de esos barrios invisibles. Invisible porque está en una zona en la que la ciudad empieza a confundirse con el campo, porque se encuentra lejos de las avenidas más transitadas y porque hasta es difícil hallarlo: fue levantado en una laguna de contención, una depresión del terreno que funciona como desagüe pluvial por el que escurre el agua que el canal Sur no puede contener. Es decir, está condenado a inundarse.

El asentamiento nació hace casi un año. Los Costilla levantaron cuatro casillas. Son oriundos de Villa Quinteros, pero hace tiempo vinieron a la ciudad en busca de trabajo y terminaron en el Kirchner. "Trabajamos cuando aparece algo; yo soy ayudante de plomero y está muy difícil la calle. Todo lo que sacamos de la huerta es para la familia. Acá hay tan baja tensión que no se puede tener heladera y no podemos guardar nada de comida", explicó Julio César con una sonrisa difícil de entender en ese contexto. Agregó que las casillas son muy precarias, que las tormentas afectaron a casi todos los vecinos y que entre todos se prestaron chapas y planchas de maderas para reparar lo que el viento y el agua había roto.

Nadie confirma si algún político los impulsó a instalarse en ese lugar. Pero admiten que La Cámpora y personas vinculadas con el interventor de la Caja Popular de Ahorros, Armando Cortalezzi, visitan la zona. Eso sí: todos aseguran haber pagado por el lote que ocupan ¿A quién? A parientes, a vecinos, a amigos... Y las cifras son dispares. Por ejemplo, Fabiana Rodríguez, una mamá de 25 años, dijo que le abonó $ 800 a otro vecino. Karina del Valle Nieto, en cambio, afirma que a ella le costó $ 3.000 y que se lo compró a su cuñado luego de ahorrar el dinero de la Asignación Universal por Hijo. Ahora ella comparte una letrina con cuatro familias más.

A pesar de ser un símbolo de las asimetrías sociales y económicas de la ciudad, el barrio Kirchner parece estar repleto de simetrías. Cada manzana es muy parecida a la otra: los lotes están divididos con alambrados; la mayor parte de las casillas son de madera enclenque, techo de chapa, piso de tierra y apenas un ambiente, y hay pobreza en todas las direcciones. Los vecinos contaron que a los primeros tiempos en la zona los vivieron acorralados por la amenaza del desalojo. Pero dicen que hace unos tres meses aparecieron las máquinas del Gobierno y les hicieron las calles. Además, ya arrancó la regularización dominial, explicó Gabriel "El Porteño" Torres, referente de la comisión directiva. Según él, todo se logró gracias a las gestiones de sus integrantes.

En el Kirchner viven 650 familias según Defensa Civil (la comisión dice que son 900). Hay 40 manzanas. Sus límites son el Canal Sur, los barrios Policial V y Lapachos Sur, y una finca de caña. Lo atraviesan la continuación de las avenidas Colón y Democracia y de la calle Chiclana.

Los vecinos reclamaron luz (hay focos en las casillas, pero muy poca tensión) y agua (dicen que sale solo de noche). Y se quejaron de que la única que recibió ayuda oficial fue Barbarita. Ayer por la mañana, un grupo de obreros levantaba una nueva casilla (con piso de cemento y divisiones internas) donde estaba la que la tormenta le derribó.

El único miembro de la familia Flores que quedaba en el barrio era René, uno de los hermanos. El resto se había ido a la vivienda paterna el miércoles (en el barrio ATE), porque un grupo de vecinos la había apedreado. "Acá (por el Kirchner) nadie nos hizo nada, porque es gente tranquila. Pero igual yo me quedé a cuidar", se justificó.

Ramón Posadas
Vendió todo para salvar a su mujer y la muerte lo dejó solo

A los 84 años, Ramón Lorenzo Posadas está más solo que nunca. Vive en una pequeña casilla de madera que dice haber comprado por $ 600. En la soledad de la pequeña parcela que ocupa lo acompañan una pila de ladrillos huecos, una palangana celeste, un balde blanco y un bidón, todos acomodados alrededor de una canilla. Es que uno de los problemas más graves del barrio Néstor Kirchner es la falta de agua. Las calles están surcadas por mangueras gruesas que van y vienen en todas direcciones, pero que no siempre transportan líquido. "Hay que juntar a la noche, cuando sale algo. Y cuando se pone caliente el clima, directamente se corta", se quejó Ramón. Él llegó al asentamiento hace siete meses, empujado por circunstancias dramáticas. Vivía en Villa Luján junto con su esposa. La mujer era diabética y se enfermó gravemente. "Vendí la casa para comprarle remedios, pero se me murió antes de que pudiera hacer algo. Y perdí todo. Tres años antes había comprado esta casilla, así que me la traje para acá", relató este ex empleado de una cortada de ladrillos. Afirma que tiene 12 hijos, pero que no habla con ninguno.

Fabiana Rodríguez
Le prestaron las chapas del techo, pero debe devolverlas

Fabiana Rodríguez tiene 25 años, pero parece mucho más grande. En realidad, la expresión de su cara es la que genera esa sensación: posee esa mirada sin esperanza que es común encontrar en personas mayores que ya están desencantadas con las circunstancias que le tocan vivir. Las últimas tormentas fuertes casi la dejan sin vivienda. El viento se llevó las chapas del techo y la lluvia empapó las tarimas de madera que forman las paredes. Para colmo, la humedad del ambiente les impidió secarse y Fabiana sostiene que ya están empezando a podrirse. Sus familiares la ayudaron a salir del apuro. "Mi suegro me regaló algunos bloques y mi cuñado me prestó las chapas. Pero él está empezando a construir acá cerca y me dijo que se las tiene que llevar", contó angustiada. Fabiana vive con su esposo, que es vendedor ambulante, y con sus dos hijos, de 8 y 5 años. Adentro de la casilla se amontonan dos camas (una es la de la pareja y la otra, la de los chicos), un anafe, un ventilador y unos estantes en los que se mezclan jabón, shampoo, ollas y un televisor. No hay espacio para nada más sobre el piso de tierra húmeda.

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