Crecer a los 16
04 Septiembre 2012
Virgilio y Homero Expósito tenían 16 y 17 años cuando armaron su primera orquesta. Lo hicieron porque querían escuchar todos los tangos que habían compuesto hasta ese momento. María Elena Walsh creó buena parte de su obra infantil cuando todavía estaba en la secundaria; lo mismo Charly García y Nito Mestre, con Sui Generis saliendo del aula del colegio. Y ninguno de ellos decía o componía tonterías.

¿Alguien imagina un mundo sin "Love me do", de Los Beatles? Podría haber sido así, en el caso de que a alguien se le hubiera ocurrido que Paul McCartney, porque contaba apenas con 16 años cuando escribió la letra, no tenía derecho a hacerlo por imberbe. ¿Y sin "Muchacha ojos de papel"? La compuso Luis Alberto Spinetta una noche que estaba muy triste porque no lo dejaban dormir con su amada; ambos tenían 16 años.

Son muchísimos los casos de adolescentes que brillaron antes de llegar a adultos, y no solo en la música. Quiere decir, en realidad, mucho más que eso: jóvenes que no podían contener tanto talento, al que nadie tapó argumentando inmadurez o falta de preparación.

Ellos no solo hicieron uso de su derecho a pensar, escribir y transmitir; también asumieron una responsabilidad. Alguien -mayor de edad- debió "autorizar", y el menor debió hacerse cargo del rol que le permitieron tomar y que eligió seguir. Claro que esos adultos tuvieron que asumir primero que unos chiquilines podían hacer algo que no estaba al alcance de ellos. Les cedieron poder, y los chicos supieron usarlo para satisfacer sus necesidades y las de muchos más.

Estos ejemplos no pueden implicar una traslación automática a otros ámbitos, como el deporte o la política. Que haya habido "iluminados" en las artes o en otras disciplinas no quiere decir que los adolescentes en general estén capacitados para replicar esos modelos. Pero queda demostrado que no son incapaces ni que deban esperar el "permiso" de nadie para empezar a crecer, para equivocarse y para volver a empezar. Para tomar decisiones y aprender a ser "grandes". No hay edad para eso, y no es el centro de la discusión posible que los 16, los 18 o los 21 años sean el límite para algo o para todo.

En estos días el número 16 cierra y abre discusiones. A lo que no hay que esquivar es al debate que se abrió sobre la posibilidad de madurar y crecer como sociedad, ampliando derechos cuando sea necesario para seguir avanzando sin cortarle las alas a nadie.

"Después... ¿qué importa el después? / Toda mi vida es el ayer / que me detiene en el pasado, / eterna y vieja juventud / que me ha dejado acobardado / como un pájaro sin luz". Sus autores, los Expósito, tenían 16 y 17 años cuando sufrieron este tango.

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