El gatito sin nombre, el tiburón de la laguna y cientos de anécdotas más

El gatito sin nombre, el tiburón de la laguna y cientos de anécdotas más

Los chicos escribieron sus vivencias en el marco de un certamen convocado por el colegio Santa María. Participaron estudiantes de una decena de escuelas. Una vez que entregaron las hojas, ellos le contaron LA GACETA sus historias.

CONCENTRADOS. El certamen fue escrito y se desarrolló en el local del colegio Santa María, de Balcarce 319.  CONCENTRADOS. El certamen fue escrito y se desarrolló en el local del colegio Santa María, de Balcarce 319.
04 Septiembre 2012
Para escribir cuentos se necesita ser lector, saber redactar y, sobre todo, tener mucha imaginación. En cambio para escribir anécdotas ¡tan solo hace falta ganas de contarlas! Eso explica el éxito de la convocatoria al concurso "Eso que tú cuentas... un mundo de anécdotas", que se les ocurrió a los profesores del colegio Santa María. Participaron chicos de entre ocho y 12 años, de los establecimientos cercanos a Balcarce al 300.

"Yo tenía una mascota que se llamaba Colón, igual que Cristóbal, el que descubrió América... ¿no?", le cuenta Matías, de ocho años, a LA GACETA, después de entregar la hoja del certamen. "Una vez, mi hermano se fue a dar una vuelta en la bici que le habían regalado y mi perro lo siguió por las calles. Y cuando empezó a correr una carrerita con sus amigos... ¿Sabés que pasó? ¡Colón también corría a todo lo que daba y de pronto se le cruzó delante de un auto, que por esquivarlo, chocó con otro. ¡Mi papá terminó pagando una multa!", relata entre risas el amo de Colón, fascinado por el público "menudo" que concitó a su alrededor.

¿Quién no tiene una anécdota? Eso mismo pensaron los casi 200 estudiantes que participaron en el inédito concurso. "Los alumnos tenían dos horas para escribir. Les dimos varias alternativas: un día especial con los abuelos, el cuidado del medio ambiente, el día en que salvé el planeta, me gusta que se haga justicia, mi primer amor y mis amigos del Facebook. Pero si ninguno de los temas agradaban podían escribir sobre lo que quisieran", explica Viviana Sanna, directora del nivel primario.

Eso es, exactamente, lo que hicieron los chicos. Hubo anécdotas de todos los calibres: graciosas, tristes, sorprendentes... "¡Contale la tuya, que está muy grosa!", le grita desde la otra punta del aula un compañero a Matías, del colegio Santa María. "Bueno... (dijo sin hacerse de rogar) Resulta que cuando tenía seis años me fui a Brasil con mi familia. En una laguna donde había peces dorados nos pusimos a pescar. De pronto, vemos un pez gigante y mi hermana abrió grande los ojos y comenzó a gritar: ¡tiburón! ¡tiburón! ¡Se puso como loca!", cuenta desatando una carcajada general.

"¡Yo! ¡Yo!", insiste Naiara, de ocho años. "Todos los años mis abuelos Oscar y Mary me llevaban al parque en auto para festejar mi cumpleaños, además de la fiesta. Pero la última vez se largó una tormenta muy fuerte y tuvimos que ir a un bar. Ahí me dijeron algo que no esperaba: que soy la mejor nieta que ellos han tenido", revela retorciendo su cuerpo rellenito.

En vacaciones

Otros, como Felipe, de 10 años, del colegio Nueva Concepción, se inclina por una anécdota con moraleja. "Estábamos de vacaciones en el campo. En una granja alguien vacunaba una vaca, y yo quería entrar, pero me decían que no lo haciera. No hice caso y me metí, pero me encontré con un toro joven y negro, que parecía enojado. Ahí nomás salí, y aprendí que hay que escuchar las recomendaciones de los grandes", se dijo a sí mismo. Ignacio, de 11 años, también tiene una de vacaciones: "en Catamarca, en la casa donde estábamos, había una gata con cinco gatitos. Me regalaron uno y no sabía que nombre ponerle: Gato Borracho, Gato Mon o El Gato Volador. Al final fue Súper Gato". El resto de los chicos quedó un rato debatiendo si hubiera sido mejor ponerle "El Gato Volador". Juan Ignacio, de 11 años, relata una historia cuyo final no deja muy convencidos a sus interlocutores: "en cada cumpleaños siempre tengo muchos regalos. Mis padres me regalaron una Play móvil, mis abuelos un castillo de bloques para armar, mi tía un equipo completo del Barcelona y mi abuelo una pelota de fútbol. Pero lo mejor fue que me llevaron a visitar a cada uno de mis parientes y después a comer pizza y helado en lo de mi abuela. Esa noche había estrellas. Me quedé mirando el cielo un buen rato, y pensé que lo mejor del día no eran los regalos, sino todo el amor que había recibido de mi familia". Los chicos quedaron un poco desconcertados y pensativos, pero solo un petisito pecoso se animó a decir: "¡Nooo...! Lo mejor fue el equipo del Barcelona. ¡De una!"

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