La comida diaria no falta, pero se resigna calidad

La comida diaria no falta, pero se resigna calidad

En los barrios populares, y en los hogares de clase "media media", los vecinos cuentan que tienen para comer, pero que en los últimos meses han tenido que ajustarse el cinturón y, muchas veces, reemplazar las proteínas por carbohidratos. El Barómetro de la Deuda Social de la UCA les da la razón: ha aumentado lo que se define como "inseguridad alimentaria moderada"

En la casa de los Juárez, en el barrio Juan B. Alberdi, lo único barato en la mesa es el pan. "Mi esposa Norma me pide por lo menos $ 60 diarios para resolver la comida del día", afirma David, padre de cinco hijos de entre 15 y 4 años. A los Juárez el pan les sale gratis porque David es el panadero de esa barriada del norte de la ciudad. Dos o tres veces por semana, los Juárez alternan el pollo con la carne. Eso sí, en la mesa hay todos los días algo de verduras. Frutas, tres veces por semana. El resto del menú, como el de la mayoría de los tucumanos de los barrios populares, es rico en hidratos de carbono: arroz y fideos, aunque se dan con algunos gustos, como las golosinas para los chicos, algún yogurt, queso y fiambres.

Por mes, los Juárez gastan $ 1.800 para comer. Por persona y por día son $ 8,57. Es decir, $ 2,50 más que los $ 6 con los cuales se puede comer a diario, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec). En ese hogar, David aporta $ 3.600 mensuales (vende $ 400 de pan por día, y la ganancia líquida diaria es de $ 150) y Norma suma $ 1.000 por la Asignación Universal por Hijo (AUH). Si nos atenemos a las estandarizaciones del Indec (fijan que una familia tipo no es pobre si reúne ingresos por casi $ 1.500), los Juárez son unos privilegiados con capacidad de ahorro. Pero no mucho, afirma David, que levantó su panadería en 2002, cuando la bolsa de harina, por la que hoy paga $ 100, costaba sólo $ 18.

En el mismo barrio Alberdi, donde los comedores de la agrupación "Crecer Juntos" son centros de contención, la familia de César Argañaraz (28 años, casado con Marta, dos hijos) vive más apretada que los Juárez. "Mi esposa recibe $ 400 de la AUH, y yo tengo un taller mecánico, en el que saco un promedio mensual de $ 1.500, pero en el que la semana pasada casi no hubo trabajo", afirma el hombre.

En lo de los Argañaraz desayunan a veces con leche, mate cocido a la tarde, y el almuerzo son guisos. "Lo que más consumimos es arroz y verduras. Tratamos de guardar para cuando hay ofertas en el hiper", cuenta César, que atesora un Fiat 125 del año 80, comprado en los últimos años, y que en 2010 terminó el secundario, por los programas de educación de adultos del Instituto de Perfeccionamiento de la Administración Pública (IPAP).

Cuando LA GACETA les pregunta si pueden ahorrar, David responde: "se gana lo justo. Se puede ahorrar poco; para una bolsa de cemento, para una llave de luz. En 2005, 2006, estaba fácil para hacer cosas". A César Argañaraz, la comida le lleva todos los ingresos. "Vivimos con mi suegro, con $ 2.000 mensuales, que nos alcanzan justo para alimentarnos. El año pasado ya nos estábamos poniendo bien. Ahora, la cosa está difícil", afirma César, que sueña con estudiar ingeniería electrónica en la Universidad Tecnológica Nacional.

En el barrio Alberdi, no hay quien no tenga que ajustarse el cinturón. Petrona Rivas (63 años), vive con su padre de 92 años, con un nieto de 20 años y una hija de 27.

Por mes, Petrona cuenta con $ 1.000 (pensión por discapacidad) más la jubilación mínima de $ 1.600 del padre. "¿24 pesos?, se ríe Petrona de los números del Indec. "Si una banana cuesta $ 1,50. Yo gasto por lo menos $ 50 por día: hoy haré un guiso de fideo con una sopa. Compraré $ 15 de blando, algo de verdura... Yo ya he mermado la comida por la noche", señala la mujer.

Cada cual según sus estándares de consumo, los vecinos del barrio del norte de la ciudad coinciden en un punto: comen todos los días (unos con más sacrificio que otros), pero ya han empezado a extrañar la bonanza de años anteriores. Otro punto en común: los aportes del Estado (planes sociales o pensión especial) son una red que, en algún caso, los salva de la indigencia.

Es, precisamente, lo que señala el flamante Barómetro de la Deuda Social, que desarrolla desde 2007 la Universidad Católica Argentina (UCA). En 2011, la Encuesta cubrió 5.712 hogares del Gran Buenos Aires, ciudad de Buenos Aires y conglomerados urbanos más importantes del interior del país. En Tucumán se relevaron 624 hogares del Gran Tucumán-Tafí Viejo.

En el capítulo destinado a analizar la "seguridad alimentaria", la Encuesta del Observatorio de la Deuda Social concluye que, si bien la proporción de hogares con inseguridad alimentaria severa evidenció una leve reducción (descendió del 5,1% al 4,6% en el último año), la moderada mostró un ligero incremento, con un ascenso del 6,2% al 6,6% en el mismo período. Los investigadores de la UCA definen la inseguridad alimentaria moderada en estos términos: "reducción de la cantidad o calidad de la dieta".

Bajó, pero no lo esperable
Entre las conclusiones de la Encuesta del Observatorio de la Deuda Social, que la UCA viene trabajando desde 2007, se indica que la insuficiencia de ingresos para sostener el consumo y mantener el mismo nivel de vida disminuyó ligeramente entre 2007 y 2011 (del 32,2% al 31,1% de los hogares)". Sin embargo, se añade que en el contexto de la fuerte recuperación económica tras la crisis de 2009, "hubiera sido esperable una disminución más importante de este indicador, disminución que posiblemente haya sido frustrada por el proceso inflacionario que impactó de manera más directa sobre los hogares de menores ingresos".

A su vez, se enfatiza que hay una relación directa entre inseguridad alimentaria, tipo de barrio y formalidad o informalidad del empleo. "Existe una franja de población vulnerable en lo que hace a la inseguridad alimentaria que se encuentra radicada tanto en villas y asentamientos precarios como en las zonas más pobres dentro de la traza urbana formal. En este segmento poblacional, la ausencia de alimentos es reemplazada en parte por la escasez de los mismos. Esto significa que, a lo largo del período analizado, se produjo una reducción de la severidad de la problemática de la inseguridad alimentaria, pero no un incremento de los hogares que se encuentran fuera de riesgo", se indica en el capítulo del Observatorio sobre "Subsistencia económica de los hogares", que dirigió Dan Adaszko. Como dice Petrona, en su charla con LA GACETA: "Yo he estado siempre igual; ahora, un poquito mejor, porque empecé a cobrar la pensión; pero mire, alcanza menos...", reflexiona, sin saber, tal vez, que ella representa lo que alguna vez Bernardo Kliksberg definió como "la economía con rostro humano".

$ 15, desayuno para cuatro
Ocho tortillas, café con leche o mate cocido. Un clásico para arrancar el día en una familia tipo.

$ 46, milanesa con puré
Almuerzo A: milanesa con puré. La carne, $20; la Papa, $12. Pan rallado más ajo más perejil más tres huevos, $14.

$ 44 , ese guisito
Almuerzo B: Guiso. El costo se reparte entre pollo, verdura (zapallo, papa, cebolla, zanahoria) y puré de tomates.

$ 44, la cena
Cuatro sandwichs de hamburguesa, con un poco de ensalada, mayonesa o ketchup, sin queso.

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