Sin Román, el pueblo boquense pierde mucho más que un crack

Sin Román, el pueblo boquense pierde mucho más que un crack

Riquelme se fue de Boca cerca de los micrófonos en un vestuario hostil de San Pablo, y lejos de su gente, de los fanáticos "xeneizes" y del "Templo de Román", como Maradona bautizó a La Bombonera.

ADIOS. Riquelme se despidió de Boca en una cancha lejana. ADIOS. Riquelme se despidió de Boca en una cancha lejana.
05 Julio 2012

BUENOS AIRES (por Christian Frigerio).- Juan Román Riquelme analizó, decidió y ejecutó, tal como hace dentro de una cancha, el final de su historia con la camiseta de Boca Juniors, y su salida, traumática, deja huérfano a un club que en el lapso de un año pierde a otro ídolo más, este sellado a fuego en el corazón de la feligresía "xeneize".

En junio de 2011 era Martín Palermo, el goleador histórico del club, quien dejaba para siempre el fútbol, a los casi 38 años, con ceremonia de despedida y fiesta incluida. Hoy es Román, el pibe de Don Torcuato que llegó sin hacer ruido desde Argentinos Juniors y se convirtió en el "10" más ganador de la historia.

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"No tengo más nada para dar, me siento vacío", fue la fría frase que escogió Riquelme en una improvisada conferencia de prensa, en uno de los sectores del estadio Pacaembú de San Pablo, instantes después de una derrota dolorosa en la final de la Copa Libertadores de América a manos del Corinthians brasileño.

La angustia deportiva que generó en los hinchas una derrota inesperada si se tiene en cuenta que se trató de un oponente inexperto a nivel internacional, que nunca había ganado el máximo torneo continental, dejó lugar al estupor cuando Riquelme tiró, cual estilete, la frase final a su ciclo en el club.

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Y era de esperar nomás que Riquelme, un distinto dentro de la cancha, eligiera irse de esta manera, a su manera, similar a los modos que empleó cuando renunció al seleccionado nacional antes del Mundial de Sudáfrica 2010, en esa ocasión a raíz de su mala relación con el entonces entrenador Diego Maradona.

Esa vez Román le hizo un desaire al equipo nacional y generó más apoyo del que ya tenía por parte de los hinchas de Boca, quienes le expresaron su amor eterno y enorme agradecimiento con algo impensado, con un "sacrilegio" como fue repudiar al mismísimo Maradona y condenarlo a un exilio de la Bombonera.

Diego dejó de pisar La Boca (recién volvió el mes pasado luego de casi tres años) consciente de que en "el templo de Román", como el mismo bautizó a la Bombonera, no iba a ser venerado como años atrás, al contrario, encontraría un ambiente adverso por haber destratado al emblema del club.

Román, sin embargo, aclamado, venerado y subido al pedestal de ídolo máximo por el pueblo boquense, no se despedirá dentro de una cancha como era de esperar, no le dará a su público la oportunidad de aplaudirlo a rabiar, desde los cuatro costados... no será ese su final.

El crack ya dijo adiós en un hostil vestuario brasileño, cerca de los micrófonos y lejos, muy lejos, de los millones de argentinos que, desvelados, escuchaban impávidos ante el televisor como su símbolo se despedía, sin la Copa ni el marco único y maravilloso que hubiera encontrado en la Bombonera.

Los fríos números resaltan 352 partidos del "10" con la azul y oro (266 por torneos locales y 86 por Copas), con 81 goles (57 locales y 24 internacionales) y 10 títulos, pero esos son simples datos que, de ninguna manera, reflejan ni por aproximación lo que Román representa para Boca.

Dicen, los que conocen la interna del plantel "xeneize", que la relación entre Román y el DT Julio Falcioni está quebrada, y también que el crack no encuentra el respaldo necesario en el presidente Daniel Angelici.

Dicen muchas cosas, el hincha escucha, lee y no entiende, no se explica como su "Dios" partió sin despedirse, lejos, muy lejos de la gente que lo elevó a la cima, lo protegió, lo defendió y le regaló amor eterno, algo reservado solo para unos pocos.

Se trata de la partida de Román, del capitán, el símbolo, la bandera que exhibió Boca durante los años gloriosos que comenzaron en 1998.

Román se fue en el Pacaembú ante unos tres mil boquenses que presenciaron la final, mientras en una fría noche porteña, varios millones quedaron perplejos frente al televisor.

Sin dudas, no era esa la salida que merecía tu gente, Román. (Télam).

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