Volvieron los viejos fantasmas

Volvieron los viejos fantasmas

San Martín terminó sucumbiendo ante un adversario que fue práctico

REGULARIDAD. Héctor López fue uno de los jugadores que se salvó del aplazo. El volante siempre trató de ser salida, pero no tuvo un socio adecuado. FOTO DE ALEJANDRO CASAMAYOU (ESPECIAL PARA LA GACETA) REGULARIDAD. Héctor López fue uno de los jugadores que se salvó del aplazo. El volante siempre trató de ser salida, pero no tuvo un socio adecuado. FOTO DE ALEJANDRO CASAMAYOU (ESPECIAL PARA LA GACETA)
26 Marzo 2012

Por Marcelo Andreotto - Especial para LA GACETA

OLAVARRÍA.- San Martín tenía una oportunidad de oro para ponerle cimientos firmes a su ambición de volver a la B Nacional. Pero el 3-4 que le encajó Racing tuvo el efecto contrario: sacudió la estructura del edificio que venía construyendo Miguel Amaya. 

Publicidad


El "santo" borró con el codo todo lo bueno que había escrito con la mano frente a Talleres. Y en lugar de apelar a sus reservas anímicas para dar vuelta un resultado, se empeñó en autodestruirse ante un rival que llegaba groggy tras dos derrotas consecutivas. San Martín desperdició el hecho de estar en ventaja al minuto de juego, de jugar con un hombre más durante media hora y de que le otorgaran un penal dudoso y medio. Aún así, se fue de Olavarría golpeado y con las manos vacías.

Balvorín acertó de cabeza en el amanecer del partido tras una serie de rebotes y todo hacía presagiar una gran tarde albirroja. Pero fue neutralizado por una desatención defensiva de la zaga: Bacchino cabeceó como pancho por su casa para el 1-1. En el complemento la temprana expulsión de Berdún otra vez dio rienda suelta a la ilusión. Pero no, porque San Martín pagó caro sus errores: esta vez Lucas Hoyos salió a destiempo y bajó a Abán. Penal que Vázquez cambió por gol. Enseguida, Balvorín se desplomó en el área y el árbitro Córdoba compró pese a las protestas generalizadas del equipo verde: ¨Ring, Ring¨ no falló y 2-2. El partido entró en un frenesí. Los de Ragusa eran menos, pero parecían más. Y vino un golazo espectacular de Vázquez y otro de Ferreyra, ahora con un tiro libre por encima de la barrera. Cuatro goles en 15 minutos, nada mal, salvo para Amaya, que veía desde el otro lado de la línea de cal no sólo que el fútbol insinuado ante Talleres brillaba por su ausencia, sino que sus hombres parecían entregarse mansamente a un destino cambiado. No hubo tiempo para la gesta, ni lo habrá ahora para quedar lamiéndose las heridas: las próximas dos paradas, ante Unión y Douglas Haig, serán clave para la reconstrucción del sueño, antes de que sea tarde.

Comentarios