Cuando se refiere al "modelo", el Gobierno debería hablar de "visión"

Cuando se refiere al "modelo", el Gobierno debería hablar de "visión"

En sus discursos, oficialistas confunden términos: defienden la mayor injerencia estatal en el mercado, una de las dos visiones en que se divide la economía. Hugo Daniel Ferullo - doctor en Economía - UNT.

19 Febrero 2012
El término "modelo" alude a la construcción de una "realidad" simplificada (idealizada, en cierta forma) que el economista construye con el propósito esencial de reducir la enorme complejidad del mundo social que se propone analizar. El acervo actual de la ciencia económica integra una gran cantidad de modelos -expresados normalmente en lenguaje matemático-, que se distinguen entre ellos por los aspectos de la realidad que cada uno decide incluir como parte integrante de este.

Aceptando que los modelos se construyen -muy en general, sobre una especie de "visión" precientífica del mundo social-, puede decirse que, en el estado actual del pensamiento económico, existen dos grandes visiones en pugna, divididas básicamente por la forma de considerar la relación entre el Estado y los mercados. Las dos admiten hoy, sin ningún reparo, la necesidad del funcionamiento de los mercados competitivos, si lo que se pretende es una economía con eficiencia productiva. Y admiten también, por supuesto, la necesidad imperiosa de la presencia activa del Estado.

Pero mientras en una visión se aspira a la construcción de una verdadera sociedad de mercado, donde virtualmente todas las relaciones interpersonales se canalizan por medio de los mercados y donde el Estado tiene funciones mínimas y muy bien definidas (Policía, educación obligatoria y administración de justicia, entre otros), la otra sostiene que el Estado mínimo y el mecanismo de mercado son manifiestamente insuficientes para regular una buena vida social. Y esto por dos motivos básicos: porque la autorregulación de los mercados es proclive a producir crisis cíclicas (como la que el mundo desarrollado conoce desde finales del 2007, desencadenada claramente en el sector privado de la economía estadounidense y mundial) y porque el mecanismo de mercado resulta incapaz de resolver el problema económico más acuciante del mundo actual, que no es cómo producir con eficiencia, sino cómo distribuir con equidad lo producido.

En la primera visión ("neoliberal", le llamarían algunos), el Estado se ocupa básicamente de velar para que los mercados funcionen sin interferencias; en la segunda, resulta imprescindible ensanchar sustancialmente las funciones del Estado para incluir entre ellas a las políticas anticíclicas y distributivas, a lo que se agrega hoy la necesidad de contar, en la propia vida económica, con cosas que ni el mercado ni el Estado son capaces de proporcionar, relacionadas con la solidaridad, la gratuidad, el don.

En este marco, aunque el Gobierno argentino hace referencia de manera harto repetida al término "modelo" para explicar la base de sus políticas económicas, más apropiado resultaría decir que lo que defiende es una de las "visiones" señaladas (la segunda). Las decisiones más significativas en el área económica del actual Gobierno -como la necesidad de achicar su asfixiante deuda externa, de contar con superávit presupuestario para financiar su ensanchamiento en términos de funciones y de contar con un superávit externo que provea las divisas que se necesitan para sostener el crecimiento, entre otros-, se explican, en última instancia, por la visión de sociedad que lo guía. Debatir nuestra situación económica actual en estos términos resulta muchas veces más enriquecedor (y honesto) que limitarse a seleccionar información sobre cuestiones puntuales (positivas o negativas) presentes en todo ejercicio concreto de gobierno, donde se mezclan inevitablemente defectos y virtudes propios del obrar humano.

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