Hay asfalto nuevo y más controles camino a los Valles, pero siguen las imprudencias

Hay asfalto nuevo y más controles camino a los Valles, pero siguen las imprudencias

No es un trayecto apto para impacientes: la vía se encuentra en plena obra de reparación, hay animales sueltos, falta señalización y está latente el peligro de derrumbe.

PELIGRO CONSTANTE. A lo largo de todo el camino hay animales sueltos que se atraviesan el pavimento, generando un verdadero riesgo de accidente para los automovilistas. LA GACETA / FOTOS DE ANALÍA JARAMILLO PELIGRO CONSTANTE. A lo largo de todo el camino hay animales sueltos que se atraviesan el pavimento, generando un verdadero riesgo de accidente para los automovilistas. LA GACETA / FOTOS DE ANALÍA JARAMILLO
Es un camino seductor, imponente, místico... y peligroso. El ingreso a la ruta 307, por Acheral, provoca una ilusión: hay un asfalto nuevo, perfectamente pintado y señalizado, que serpentea entre laderas de tonos verdes, con las montañas detrás. Y uno cree -ahora que la vía está en buen estado- que podrá disfrutar más del paisaje que acompaña el viaje a los Valles Calchaquíes. Pero el anhelo termina abruptamente a los pocos kilómetros, cuando un vehículo aparece de frente en un sector donde está prohibido el sobrepaso. El conductor baja del cerro a gran velocidad, hace juego de luces y toca bocina a los operarios de Vialidad que trabajan para mejorar el asfalto.

Paciencia es lo que no abunda y es lo que más hace falta en esta ruta que se encuentra en plena obra y que es la más transitada por tratarse de la principal vía turística de los tucumanos en esta época. Pocos respetan las velocidades máximas, falta señalización en gran parte del camino, hay largos desfiles de camiones, autos y colectivos, rodados sin luces encendidas, sobrepasos imprudentes y -uno de los mayores riesgos- gran cantidad de animales sueltos que cruzan el pavimento. Esto es parte del menú que encontramos a lo largo de nuestro recorrido hacia los Valles.

En la red vial de Tucumán, la 307 no aparece como una de las más peligrosas. El punto más inseguro que muestra, según el mapa de riesgo oficial, es justamente su intersección con la ruta 38, en Acheral, adonde se producen muchos accidentes. En ese sector se está construyendo un puente para ordenar los cruces. "Salen autos de todos lados y se ven muchas imprudencias. Es muy difícil cruzar aquí", reconoce Joana Romano, vecina de Santa Lucía.

En el primer tramo, hasta Tafí del Valle, encontramos un asfalto mejorado en más del mitad del recorrido por estos 67 kilómetros. Todavía hay sectores en mal estado y las banquinas -si es que existen- son mayormente de tierra.

La sorpresa es un factor determinante en este corredor vial ubicado al oeste provincial. No sólo porque la mirada se siente asaltada por tanta belleza natural. Hay demasiadas curvas y largos tramos angostos, la mayoría de doble línea amarilla. Además, hay poco margen para salir airoso de una maniobra de emergencia y no caer al precipicio. Lo reconocen quienes la recorren por primera vez. Es el caso de Luis Rodríguez, un turista de Buenos Aires que paró junto a su familia a tomar un poco de aire en la zona conocida como "El Indio".

Quienes están acostumbrados a subir no dudan en mostrarse contentos. "La ruta está mucho mejor; antes tenía demasiados baches, estaba casi intransitable", remarca Juan Mansilla, quien iba al volante de una combi. El tucumano, sin embargo, reconoció que maneja intranquilo: "hay muchos sobrepasos irresponsables en medio de curvas; la gente va muy rápido".

Cuidado con el aluvión
Hay otro riesgo, no menor, a tener en cuenta cuando uno transita por la 307: los derrumbes. Según recuerda el ingeniero Luis Divizia, de la Dirección de Vialidad Provincial, la ruta 307 comenzó a construirse en 1936 y se terminó en 1940. "Desde entonces, siempre se caracterizó por los derrumbes", especifica. Por ahora, el mayor peligro está en el kilómetro 32, frente a la gruta del Gauchito Gil. Allí se encuentra una guardia permanente de operarios lista para actuar cuando se produce un aluvión. "Ocurre cada vez que llueve", cuenta Mario Alberto Norry, quien vigila la montaña todos los días, durante 12 horas. Cada vez que hay desprendimientos, la consecuencia es obvia: se forman largas caravanas de autos.

La señalización no es caprichosa. Los carteles anuncian las máximas permitidas: 40 kilómetros por hora. Esa es la velocidad para transitar seguros por un camino, sinuoso, angosto y afectado muchas veces por reparaciones, por la neblina o el mal tiempo. Pero pocos respetan ese límite, según el comisario Abel Montero, que trabaja en la zona.

Según los expertos, en esta ruta un auto que supera el promedio de velocidad permitida a lo sumo puede ganarle 10 o 15 minutos a uno que respeta las normas.

Es viernes al mediodía y, luego de una hora de viaje entre curvas, estamos a punto de llegar a Tafí del Valle. Poco antes, en Las Mesadas, encontramos el segundo control policial. Es parte del operativo de temporada para prevenir accidentes. Habrá que sumarles educación, respeto y paciencia para que se cumpla el objetivo.


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