"Hay que jerarquizar la experiencia de la mujer; lograr que la de ella valga tanto como la de él"

"Hay que jerarquizar la experiencia de la mujer; lograr que la de ella valga tanto como la de él"

La diputada porteña por la Coalición Cívica y experta en cuestiones de género invita a pensar sobre el papel de cada sexo en el Derecho y en el Poder Judicial.

VISITA. Maffía propone fortalecer la participación y representación de la mujer.  LA GACETA / FOTO DE EZEQUIEL LAZARTE VISITA. Maffía propone fortalecer la participación y representación de la mujer. LA GACETA / FOTO DE EZEQUIEL LAZARTE
23 Octubre 2011
Los ojos azules de Diana Maffía (1953, Ciudad Autónoma de Buenos Aires) son tan contundentes como su oratoria. A veces parece que la diputada Maffía habla más por la mirada que por la boca. Y no sólo cuando aboga por incorporar una perspectiva de género en el Poder Judicial y el Derecho, sino también cuando se ríe y cuenta, por ejemplo, que este año termina su mandato en la Legislatura y que no buscará la reelección. "A la gente le sorprende que alguien no quiera ?atornillarse? a un cargo", postula con curiosidad.

Maffía no es una política convencional no sólo porque proviene de la academia (es doctora en Filosofía y se define como una militante de la docencia universitaria), sino también por su frontalidad y llaneza desprovista de engolamiento. Esa primera impresión es luego confirmada por la lectura -recomendada- de la autobiografía que publicó en su portal digital (dianamaffia.com.ar). En ese texto, Maffía recuerda el final de su infancia: "de los ocho a los 12 años mis pensamientos eran tristes, y no sabía expresarlos. Hoy sé que tenía preocupaciones metafísicas relacionadas con el infinito y la muerte, y con la inaccesibilidad de las otras mentes, pero entonces sólo me sentía extraña a casi todas las personas que conocía".

Ni la chispa ni el personaje se acobardan frente al supuesto hieratismo de los Tribunales tucumanos. Por el contrario, Maffía y su mirada se entusiasman al anticipar lo que ese martes tienen por delante: la conferencia-debate titulada "Diferencias de género, estereotipos y jerarquías: desafíos para la equidad", una capacitación dirigida a jueces, empleados y funcionarios, y promovida por la Oficina de la Mujer de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.

"Hay que jerarquizar la experiencia de la mujer, lograr que la de ella valga tanto como la de él", propone Maffía sin saber que su reflexión se convertirá en el título de esta entrevista. También recordará que las normas construyen roles en materia de género con el siguiente ejemplo: "durante mucho tiempo y hasta no hace tanto, las mujeres fuimos menores de edad perpetuos en el Código Civil". Y dejará picando una idea superadora de la antinomia hombre-mujer: "el avance de las mujeres humaniza la sociedad y ningún hombre tiene que sentir que aquello se logra a costa de su retroceso".

La diputada por la Coalición Cívica expresa esto último a propósito del escándalo que en mayo pasado protagonizó René Mario Goane, vocal decano de la Corte Suprema de Justicia de Tucumán, con sus declaraciones de índole sexista (atribuyó la improductividad de los Tribunales al incremento de personal femenino). "El repudio que esta cita despertó demuestra que hay un cambio en el sentido común y que hoy resulta injusto lo que en otro momento hubiese pasado inadvertido", analiza. Sus ojos centellean de satisfacción y no es para menos: la polémica ha renovado el interés sobre el discurso que promueve la igualdad real entre hombres y mujeres, inquietud social y cultural a la que ha dedicado su vida.

-¿En qué consisten los ?desafíos para la equidad? que usted viene a plantear?

-Debemos pensar de qué manera las propias leyes construyen estereotipos, roles y jerarquías. Nuestro Código Civil, por ejemplo, decidió cuál era el lugar de los varones y de las mujeres en la sociedad. Durante décadas fuimos objeto de tutela, personas que no teníamos autonomía ni siquiera en aquellas cosas de nuestra competencia directa. Pensemos que tuvimos que recuperar la democracia para discutir la patria potestad compartida. Es decir, tomar decisiones sobre nuestros hijos, algo tan natural, algo que ejercíamos en los hechos pero que no nos estaba reconocido legalmente...

-De todos modos la igualdad en la ley no implica igualdad real.

-La Constitución Nacional ampara la adopción de ciertas medidas de acción y discriminación afirmativas que, pese a ser muy discutidas, permiten poner en equivalencia a varones y mujeres. Quizá estas no representen una garantía de igualdad, pero son un acto de justicia distributiva. El cupo femenino fue resistido en su momento no sólo por los que tenían que resignar lugares sino también por muchas mujeres que, estando en carrera, creían que si accedían al poder gracias al cupo iba a parecer que no eran lo suficientemente capaces. En realidad, los varones tampoco llegan por su capacidad: si no, tendríamos que decir que los más capaces son los que están gobernando y eso nos sumiría en la depresión.

-¿Por qué sostener un instrumento como la Ley de Cupo?

-En los espacios de representación es indispensable el cupo por la necesidad de una mirada, una experiencia, un conjunto de prioridades que los varones no pueden suplir. Y la historia muestra esto: recién cuando las mujeres llegaron al Poder Legislativo, hace 20 años, este comenzó a sancionar leyes sobre cuestiones relativas a sus cuerpos, como la salud reproductiva, el parto humanizado, la lactancia materna, la violencia doméstica, el acoso sexual, la trata... Y no es que antes las mujeres no tuviésemos cuerpo o no hubiese relaciones de poder sobre nuestros cuerpos, es que no estábamos representadas, no teníamos voz.

-¿Qué medidas podrían adoptarse en la Justicia?

-Hay políticas cuantitativas y cualitativas. Tendría que existir un número equilibrado de hombres y mujeres en los cargos judiciales, pero también habría que velar para que las mujeres accedan a las mismas posiciones jerárquicas que los varones. Hay un problema de segregación vertical, que hace que la mujer ocupe la base de la pirámide, y otro de segregación horizontal, que hace que las mujeres se concentren en ciertas áreas, como el fuero de Familia, y no participen en otras. También existen otros fenómenos: muchas veces los espacios públicos no facilitan el equilibrio entre la vida laboral y personal porque están pensados para señores que vienen equipados con una mujer que cuida hijos.

-Al contrario, la responsabilidad de la atención de la prole normalmente es considerada una debilidad de la mujer.

-En los hechos, se penaliza esa realidad. Una de las primeras cosas que hay que hacer para cambiar esto es jerarquizar la experiencia de la mujer, hacer que la de ella valga tanto como la de él. No alcanza con estar sentada en ese lugar representativo: hay que tomar la paridad como una carrera de obstáculos.

-¿Las declaraciones del vocal Goane indican que falta mucho por hacer para destruir la desigualdad?

-No sólo hay sexismo en el Poder Judicial de Tucumán, sino en muchas otras partes del país. Es lo que yo llamo el síndrome del macho acorralado: cuando las mujeres avanzamos, el hombre teme porque cree que tendrá que replegarse. Y a mí me parece que no es así. Hay que hacer un cambio en esta forma de pensar; no se trata de retroceder sino de modificar la concepción del poder.

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