Mi mejor amigo es un gorila

Mi mejor amigo es un gorila

Griffin trata de superar un desengaño amoroso mientras sigue con su tarea como cuidador de los animales de un zoológico. Cuando intenta reconquistar a la dama de sus sueños, las bestias romperán el pacto de silencio que mantienen para tratar de ayudar a su amigo humano.

22 Octubre 2011
Este tipo de comedias no persiguen otro objetivo que el de entretener livianamente al público durante un par de horas. No se les exige, por lo tanto, profundas reflexiones o el planteo de dilemas morales. Pero si apenas a un cuarto de hora de proyección el espectador ya sabe exactamente todo lo que va a pasar y cómo va a pasar, las posibilidades de lograr la meta de no aburrir descienden dramáticamente. Después de ver a la chica que rechaza la propuesta matrimonial del protagonista, de apreciar la preocupación que despierta entre los animales del zoológico la depresión en la que se sume el guardián y sobre todo, de conocer a la compañera de trabajo de éste, simpática, comprensiva y atractiva, no hay dudas de cómo se va a desarrollar el argumento y de qué manera se producirá el desenlace de la historia.

El director Frank Coraci no aporta absolutamente nada nuevo. Intenta hacer pie en la comicidad de Kevin James (conocido por los televidentes sobre todo por su participación en "The king of Queens") y le da rienda suelta en largas escenas en las que los animales intentan aleccionarlo sobre los métodos más eficaces para seducir a las hembras de la especie. Pero, en el mejor de los casos, sólo consigue dibujar una leve sonrisa en el rostro de los espectadores.

Hay toda una subtrama en la que uno de los animales en cautiverio, un gorila (al que se presenta como un ser melancólico y reflexivo), se convierte en una especie de amigo y confidente del protagonista; tampoco en ese tramo alcanza el filme vuelo propio o momentos de originalidad como para sumar puntos a la propuesta.

La trama tampoco ayuda, y todo se reduce simplemente a admirar la perfección técnica con la que los animadores y los creadores de efectos especiales logran hacer interactuar a los animales con los humanos. Llega el punto en el que el público tiene la sensación de que las bestias (ayudadas por la electrónica) son intérpretes más dúctiles que sus colegas humanos.

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