Mascotas fallecidas y "tragedias" de belleza

Mascotas fallecidas y "tragedias" de belleza

A la Dirección de Comercio acuden consumidores indignados a presentar quejas de la más variada naturaleza, algunas de ellas insólitas.

Llegaron apurados a poner la denuncia. Compungido el niño, enojado el padre. La tortuga, un cadáver. La habían comprado hacía una semana, sin sospechar que el quelonio estaba destinado a una muerte temprana. Y lo peor, sin que hubiera de por medio una garantía para reclamar. Tampoco en la Dirección General de Comercio Interior (DGCI) está previsto ningún procedimiento para atender estos casos en que se suman varios niveles de ilegalidad: la prohibición de comercializar esta clase de fauna y, además, hacerlo de manera informal, sin factura.

"A la tortuga se la habían vendido en un acuario del interior de la provincia. En estos casos no podemos hacer nada, porque aunque hubiera sido legal la venta, no existen garantías que aseguren la supervivencia de un animalito", explicó Marcelo Rubinstein, subdirector de la repartición provincial.

Peluquería canina

Pero no es el único caso que llegó a la oficina de reclamos donde estuvo involucrada una mascota. El usuario de un servicio de peluquería para perros solicitó que fueran a retirar a su mascota del domicilio y, horas después, lo llamaron para avisarle que el perro había fallecido. "Según el veterinario, había muerto por estrés. Pero el dueño sospecha que se ahorcó con la correa al saltar de la camilla -comentó Rubinstein-. En estos casos no se puede probar si hubo responsabilidad de la veterinaria o no".

Para muchos tucumanos, la DGCI es un importante aliado a la hora de hacer valer sus derechos de consumidores. Aunque en ocasiones recurren a ella por problemas insólitos. A veces relacionados con tratamientos de belleza.

Efectos adversos

Meses atrás, una mujer que había comprado una crema embellecedora sufrió una reacción alérgica y quedó con el rostro temporalmente desfigurado. Aducía que el cosmético era preparado por la farmacia y no alertaba sobre las contraindicaciones de sus componentes. Algo parecido sucedió con otra mujer que fue a quejarse de que la habían teñido mal en la peluquería y quedó con el pelo multicolor.

Una tercera dama, en el afán de broncearse, se había sometido a la cama solar, pero con demasiada intensidad. Roja por la ira y por la radiación ultravioleta, denunció que no le habían advertido sobre los riesgos y limitaciones.

Otro rubro conflictivo es el de los seguros. El año pasado hubo un caso poco común: meses después de promulgada la ley de matrimonio igualitario, una pareja homosexual denunció que una empresa de seguros no les quería dar un plan familiar de cobertura recíproca, a pesar de que antes de casarse ya lo habían tenido. Se trataba de un incumplimiento contractual y de un acto de discriminación.

Envases con sorpresa

En el caso de los elementos extraños encontrados en alimentos envasados, hubo quien denunció haber hallado un terrón dentro de un yogur. Pero como el envase estaba abierto no se podía probar que no lo había puesto el consumidor después de abrirlo.

En lo que va del año ya hubo cuatro denuncias contra gaseosas de primer nivel por productos extraños en el interior, como por ejemplo un hongo de regulares dimensiones o un blister de pastillas. El consumidor siempre pide indemnización en estos casos, mientras que la empresa aduce mala fe y se dice víctima de un sabotaje.

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