"Último aviso: los trenes con destino al olvido ya están saliendo"

"Último aviso: los trenes con destino al olvido ya están saliendo"

Fue considerado el taller más grande de Latinoamérica. Hoy, sin vigilancia, gran parte de sus 22 hectáreas están a merced de los saqueadores. Video.

HISTÓRICA. La locomotora Kitson Meyer fue construida en Inglaterra para el Ferrocarril Trasandino entre Chile y Mendoza, entre 1911 y 1971.  Era usada en ramales sinuosos con pendientes pronunciadas, donde el peso de los trenes superaba la capacidad de las locomotoras convencionales. Hay tres en el mundo; dos en Chile y ésta.  LA GACETA / FOTO DE ANALIA JARAMILLO HISTÓRICA. La locomotora Kitson Meyer fue construida en Inglaterra para el Ferrocarril Trasandino entre Chile y Mendoza, entre 1911 y 1971. Era usada en ramales sinuosos con pendientes pronunciadas, donde el peso de los trenes superaba la capacidad de las locomotoras convencionales. Hay tres en el mundo; dos en Chile y ésta. LA GACETA / FOTO DE ANALIA JARAMILLO
En el imaginario tucumano los talleres ferroviarios de Tafí Viejo funcionan. Hemos visto a presidentes y gobernadores paseándose por algún galpón, inaugurando viejas maquinarias recién pintadas y prometiendo que 120 pasajeros podrían viajar desde esa ciudad hasta la capital en 20 minutos. ¿Les suena?

Pero la verdad es otra. De las 22 hectáreas que ocupa este "gigante", como le dicen los trabajadores, sólo dos están ocupadas por actividad ferroviaria. El resto de este inmenso predio está a expensas de los saqueadores que todos los días le arrancan parte de sus maquinarias, hierros, chapas y ladrillos. De su historia. De nuestra historia.

Para conocer qué es lo que sucede allí tuvimos que ingresar por la puerta de atrás (la que no es para las visitas). Según nuestros guías, las cámaras y los periodistas no son bienvenidos. Después descubrimos por qué.

Ariel Espinoza y Antonio Martínez son miembros de la Asociación Amigos del Museo Ferroviario que funciona adentro. Son las cuarta o quinta generación de ferroviarios. Son fanáticos del ferrocarril (el ring-tone de Ariel es un ¡chuuuuu! de la bocina de una locomotora que no dejó de sonar durante todo el recorrido).

Cuando pasamos la guardia policial caminamos un poco más y pudimos sacar cámaras y anotadores para comenzar a registrar lo que veíamos. Inmensos galpones herrumbrados, con techos hasta la mitad (porque las chapas desaparecen todos los días), restos de locomotoras a las que se les han aflojado las tuercas para robarles el cobre y el acero de sus estructuras, cables pelados, pastizales. Hasta se llevan las bombas con las que se abastece de agua a toda la Villa Obrera. Por ellas pasan 3 millones de litros diarios. Del otro lado de la tapia hay un asentamiento. Según los guías, de ahí se descuelgan en bandadas para robar o incendiar. Sus principales actividades. "A partir de las 2 de la tarde no queda nadie y entran ellos", explican Ariel y Antonio. Al predio lo rodea una tapia que antes medía más de dos metros, pero que ahora la van rebajando ladrillo a ladrillo. "Esto está perdido", dice con firmeza Ariel.

A pedradas

Si adentro no éramos bienvenidos, los de afuera tampoco nos querían husmeando ahí. Mientras charlábamos y recorríamos, tuvimos que esquivar un par de pedradas. ("No hablemos fuerte que van a volar las piedras", ya nos habían advertido).

Sólo para que dimensionemos la importancia de este lugar, en sus años de gloria (década del 50) tenía más de 5.600 operarios, construían un promedio de 30 locomotoras, 30 coches de pasajeros, 200 vagones y 280.000 kilogramos de repuestos por mes.

Como explican nuestros guías, los talleres eran una ciudad. "El silbato despertaba a todo el pueblo de Tafí Viejo a las 5 de la mañana y con su ronco sonido de la tarde terminaba la jornada y las esposas e hijos sabían que en un rato el padre volvería a casa", recuerdan. La actividad ferroviaria marcaba los tiempos de la ciudad. Cuando cerraron, una parte de ese pueblo murió con la última locomotora.

"El gigante" está bajo la órbita de la Secretaría de Transporte de la Nación. Pero no hay ningún tipo de mantenimiento. Hasta se disolvieron las guardias de 24 horas que los operarios hacían para proteger el predio. "Cuando estábamos aquí no se animaban a entrar", cuenta Antonio, que pasó varias noches y Navidades en el edificio de "Movilidad" (desde donde se obtiene una panorámica de los 15 galpones), hasta 2005. Después de esa fecha la historia volvió a cambiar.

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