Los poperos vivieron una noche soñada con Mujercitas Terror

Los poperos vivieron una noche soñada con Mujercitas Terror

De la hipnosis al desconcierto, y otra vez a la hipnosis. Entre esos extremos se escurrió el público de Mujercitas Terror, que el viernes volvió a convocar entre las humeantes galerías de la Sociedad Española a poperos de anteojitos de marco grueso y finos cigarros que saltaban de mano en mano. Con su estética oscura aunque negligentemente sexy, los integrantes del grupo porteño -estrella del ciclo Tucumán hace Pop, que también congregó a djs, vidrieras vivientes y performances en la casona de Laprida al 300- marcaron el contraste con un auditorio generoso en colores y en extravagancias, aunque igual de ensimismado que los artistas y despreocupado por llenar los espacios vacíos.

En su mundo

Puntuales, excéntricos y absortos arriba del escenario (en ningún momento se dirigieron a la gente, ni siquiera para saludar), los Mujercitas Terror ventilaron su rarita combinación de rock, punk y rockabilly, con un estilo descuidado al menos en las apariencias. Lo que en un primer momento parecía consecuencia de una mala instalación del sonido o del deficiente oído del espectador, ya que las letras apenas llegaban a descifrarse y la explosión eléctrica era más potente que las voces de los cantantes, luego se declaró oficialmente hecho a gusto y característico de la banda. De allí, hubo un solo paso para ver al "grupo de gente tocando sus instrumentos frenéticamente", como ellos mismos se definen desde su página web.

Evidentemente conocedor de esa energía, el público se congregó en semicírculo frente a la sensualidad de los zapatos y de los rulos oxigenados de Daniela Zahra (bajo y voz); al satanismo gutural de Marcelo Moreyra (guitarra y voz); y a la desnudez -tocó sin remera- del pelilargo Federico Losa (batería). Con esos elementos y una buena dosis de aullidos, la banda -que se consolidó en 2001 y está bien aprobada en el underground bonaerense- tejió sin hilos un vínculo con sus seguidores, que los acompañaron recitando de memoria algunas canciones, ejecutando pasitos descontracturados de no más de una baldosa de extensión o alzando por arriba del hombro vasos llenos de cerveza (también los había arriba del escenario) a modo de aguante al grupo. Otros, de a ratos, preferían perderse entre los túneles del edificio, abiertamente desinteresados.

Nuestros Tigres

Los porteños, que empezaron a tocar a partir de las 2, fueron el epílogo justo para una noche que había empezado un par de horas antes con la música de dj Nika y de Meri Key *ibiceversa party*, acompañados por proyecciones de realizadores locales. Cuando los tucumanos de Los Tigres subieron al escenario la concentración de gente al frente de ellos ya doblaba a la que hacía fila frente a la puerta. Al final de la noche, todos juntos -incluidos los Mujercitas Terror- se quedaron bailando la musiquita que se levantaba de las bandejas de dj Nacho Stesina.

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