El aparato proselitista se adueñó de los festejos

El aparato proselitista se adueñó de los festejos

La plaza concentró en pocos metros a punteros políticos, autoconvocados y manifestantes, todos munidos de pancartas y banderines. Especiales de jamón y queso, gaseosas y locro a cambio de la asistencia. Temprano se sirvió chocolate con medialunas en Casa de Gobierno; siguieron el saludo protocolar y el Tedeum.

UN PUÑADO DE BANDERITAS. Fueron muy pocos quienes concurrieron a la plaza a festejar el 25 de Mayo. Quedó claro que estamos en un año electoral. LA GACETA / FOTOS DE ANALIA JARAMILLO UN PUÑADO DE BANDERITAS. Fueron muy pocos quienes concurrieron a la plaza a festejar el 25 de Mayo. Quedó claro que estamos en un año electoral. LA GACETA / FOTOS DE ANALIA JARAMILLO
26 Mayo 2011
"¿Qué es el 25 de Mayo? ¿Qué es? ¿Qué es? ¡Eh!, llamala a la ?Yesi? que es maestra, ¿dónde está?... Bueno es una fecha patria, no sé... ¿La Independencia? ¡Uh! Dónde se ha metido la Yesi, ella es maestra, seguro que sabe", trataba de salir airosa Rosa Robledo cuando se le preguntó qué se festejaba. Pero la Yesi no llegó.

"¿Qué era lo que cantábamos en la escuela?", se preguntaba Juana Molina mientras codeaba a una amiga que tenía al lado. Al final arriesgó: "una fecha patria".

Colgados de las vallas un grupo de adolescentes que habían ido a apoyar a un político-candidato respondió al unísono: "el primer gobierno patrio". Confesaron que ya habían recibido el sánguche de jamón y queso y la gaseosa, pero que al mediodía los esperaba un locro popular que el candidato-político les había prometido.

Durante el solemne Tedeum, que comenzó a las 9.50, desde la plaza retumbaban los redoblante al ritmo de la batucada que varias veces se mezcló con el canto del Coro Estable de la provincia.

En la plaza soleada del 25 de Mayo se respiraba una mezcla extraña de protestas, fervor preelectoral y una pizca de espíritu cívico conferido por la presencia de los cadetes del Liceo Militar, el Coro y la Orquesta Estables y los abanderados de las escuelas.

Los asistentes apenas ocupaban la mitad de plaza, escenario en el que confluyeron distintas banderas, políticas y de protesta: el 82% móvil de los jubilados, los pedidos de recategorización de la Policía, el reclamo de los autoconvocados de la salud y hasta un señor que pedía que la Legislatura devolviera parte del templo de La Merced. El fervor cívico fue reemplazado por la fiebre de tiempos de campaña. Al lado de los grandes carteles políticos, las banderas argentinas parecían cotillón.

Detrás del vallado Susana Toledo, junto a sus hijos, insistía porque quería ingresar a la Catedral para participar de la celebración, pero los policías no la dejaron.

"Cada vez hay menos festejo patrio", refunfuñó José Luis Fornaciari, quien había ido a la plaza con su mujer y sus dos nietos con la esperanza de que los chicos pudieran ver un festejo del 25 a pleno. Pero a cambio se encontraron con pancartas, pecheras, gorras y leyendas con los nombres de los políticos-candidatos, con batucadas, basura y restos de un picnic electoralista.

"¿Qué era lo que cantábamos en la escuela?", se preguntaba Juana Molina mientras codeaba a una amiga que tenía al lado. Al final arriesgó: "una fecha patria".

Colgados de las vallas un grupo de adolescentes que habían ido a apoyar a un político-candidato respondió al unísono: "el primer gobierno patrio". Confesaron que ya habían recibido el sánguche de jamón y queso y la gaseosa, pero que al mediodía los esperaba un locro popular que el candidato-político les había prometido.

Durante el solemne Tedeum, que comenzó a las 9.50, desde la plaza retumbaban los redoblante al ritmo de la batucada que varias veces se mezcló con el canto del Coro Estable de la provincia.

En la plaza soleada del 25 de Mayo se respiraba una mezcla extraña de protestas, fervor preelectoral y una pizca de espíritu cívico conferido por la presencia de los cadetes del Liceo Militar, el Coro y la Orquesta Estables y los abanderados de las escuelas.

Los asistentes apenas ocupaban la mitad de plaza, escenario en el que confluyeron distintas banderas, políticas y de protesta: el 82% móvil de los jubilados, los pedidos de recategorización de la Policía, el reclamo de los autoconvocados de la salud y hasta un señor que pedía que la Legislatura devolviera parte del templo de La Merced. El fervor cívico fue reemplazado por la fiebre de tiempos de campaña. Al lado de los grandes carteles políticos, las banderas argentinas parecían cotillón.

Detrás del vallado Susana Toledo, junto a sus hijos, insistía porque quería ingresar a la Catedral para participar de la celebración, pero los policías no la dejaron.

"Cada vez hay menos festejo patrio", refunfuñó José Luis Fornaciari, quien había ido a la plaza con su mujer y sus dos nietos con la esperanza de que los chicos pudieran ver un festejo del 25 a pleno. Pero a cambio se encontraron con pancartas, pecheras, gorras y leyendas con los nombres de los políticos-candidatos, con batucadas, basura y restos de un picnic electoralista.

"¿Qué era lo que cantábamos en la escuela?", se preguntaba Juana Molina mientras codeaba a una amiga que tenía al lado. Al final arriesgó: "una fecha patria".

Colgados de las vallas un grupo de adolescentes que habían ido a apoyar a un político-candidato respondió al unísono: "el primer gobierno patrio". Confesaron que ya habían recibido el sánguche de jamón y queso y la gaseosa, pero que al mediodía los esperaba un locro popular que el candidato-político les había prometido.

Durante el solemne Tedeum, que comenzó a las 9.50, desde la plaza retumbaban los redoblante al ritmo de la batucada que varias veces se mezcló con el canto del Coro Estable de la provincia.

En la plaza soleada del 25 de Mayo se respiraba una mezcla extraña de protestas, fervor preelectoral y una pizca de espíritu cívico conferido por la presencia de los cadetes del Liceo Militar, el Coro y la Orquesta Estables y los abanderados de las escuelas.

Los asistentes apenas ocupaban la mitad de plaza, escenario en el que confluyeron distintas banderas, políticas y de protesta: el 82% móvil de los jubilados, los pedidos de recategorización de la Policía, el reclamo de los autoconvocados de la salud y hasta un señor que pedía que la Legislatura devolviera parte del templo de La Merced. El fervor cívico fue reemplazado por la fiebre de tiempos de campaña. Al lado de los grandes carteles políticos, las banderas argentinas parecían cotillón.

Detrás del vallado Susana Toledo, junto a sus hijos, insistía porque quería ingresar a la Catedral para participar de la celebración, pero los policías no la dejaron.

"Cada vez hay menos festejo patrio", refunfuñó José Luis Fornaciari, quien había ido a la plaza con su mujer y sus dos nietos con la esperanza de que los chicos pudieran ver un festejo del 25 a pleno. Pero a cambio se encontraron con pancartas, pecheras, gorras y leyendas con los nombres de los políticos-candidatos, con batucadas, basura y restos de un picnic electoralista.

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