Cómo se vive tras una pared pintada por políticos

Cómo se vive tras una pared pintada por políticos

La indignación de los vecinos no frena a los dirigentes que, especialmente en la periferia de la capital, libran una batalla muro por muro. Desde que arrancó la carrera electoral, los candidatos de las "colectoras" estampan sus nombres en cuanto muro se les cruza. Algunos vecinos muestran su enojo; otros, aprovechan

SUMANDO A LA CONFUSIÓN GENERAL. En un suspiro, una cuadrilla de pintores tapa en un instante lo que otra acaba de pintar. Y al vecino le llegan mensajes confusos, que sugieren asociaciones propias de alguna mente afiebrada. LA GACETA/FOTOS DE ANTONIO FERRONI SUMANDO A LA CONFUSIÓN GENERAL. En un suspiro, una cuadrilla de pintores tapa en un instante lo que otra acaba de pintar. Y al vecino le llegan mensajes confusos, que sugieren asociaciones propias de alguna mente afiebrada. LA GACETA/FOTOS DE ANTONIO FERRONI
10 Abril 2011
En el centro de la ciudad, son empapeladas y "decoradas" con garabatos en aerosol. En los barrios, indefectiblemente, las pintan. Ese es el destino de las paredes y de los postes de San Miguel de Tucumán en épocas de campaña electoral. La proliferación de acoples y, por lo tanto, de candidatos que quieren promocionarse hizo estallar una suerte guerra pictórica sin cuartel entre los dirigentes. El botín: un espacio para estampar sus nombres y, en algunos casos, hasta sus rostros.

Ahora bien, este es el lado público de los muros. ¿Cómo se vive del otro lado? LA GACETA se lo consultó a los propios vecinos. Y en las respuestas encontró muchos enojos, alguna que otra chanza, y reiteradas denuncias acerca de cómo esos grandilocuentes grafitis de afuera terminan entrometiéndose y afectando la vida de los que están puertas adentro.

Casas amarillas

En las principales calles capitalinas, los frentes de obras y las columnas del alumbrado público son los sitios más apetitosos como soportes para los afiches. En la periferia, en cambio, las esquinas son codiciados baluartes. Aunque nadie le esquiva a una pared larga a mitad de cuadra.

Como fuere, son los punteros los encargados de conseguir los lugares para "las pintadas" y son ellos quienes deben interceder y negociar con los dueños de casa para conseguir los permisos y transformar ladrillos y revoques en construcciones militantes.

Sin embargo, hasta esos "acuerdos" entre vecinos y letristas comenzaron a naufragar. La responsabilidad es la decisión del oficialismo de no imponer una lista oficial en la capital, a diferencia de lo que hizo en el Este y en el Oeste. El resultado es la proliferación exponencial de acoples. Y todos quieren una pared donde exhibirse. Así que este año los límites entre los "territorios" de cada político son cada vez más difusos. Y las peleas entre las cuadrillas de pintores son, también, más comunes. Entonces, casi como un "daño colateral", comienzan a multiplicarse también las "invasiones". Cuando las paredes de los baldíos y de las casas sin ocupar no alcanzan, arrecian las pintadas sin autorización de las viviendas habitadas.

Un poco de todo esto se ve en el populoso barrio de Villa Luján. En la zona de Santiago del Estero y el pasaje Padre Roque Correa hay varias casas pintadas con el mismo tono de amarillo. No es que los vecinos se hayan puesto de acuerdo sino que una dupla de políticos ofrece hermosear las fachadas a cambio de que en algún lugar de ella aparezcan sus nombres. La casa de Luciana, de 21 años, no es la excepción. "Teresa y Daniel Heredia 2011", puede leerse en una de las paredes. "Nos convenía, pero apenas pase la elección, taparemos el cartel", adelanta. Y admite que no conoce a la madre ni al hijo. "Nos costó tomar la decisión porque no confiábamos. Pensábamos: capaz que nos ensucian todo el frente y no cumplen con lo otro. Así que los vigilamos todo el tiempo. Hicieron un buen trabajo", sostiene.

Más adelante, en Corrientes y Castelli, un vecino reniega porque en lo que va del año ya pintaron tres veces el frente de su humilde vivienda. "Nadie me pidió permiso. Fueron los muchachos de (Ramón Santiago) Cacho Cano (presidente del Concejo Deliberante) y luego, los de un tal Freddy. Vivo con mi mamá y esperan a que yo me vaya al trabajo para venir a ensuciarnos todo. Cuando vuelvo, me doy con la ?sorpresita?. Es horrible", manifiesta Daniel, un vendedor ambulante de 30 años. Asevera que desde que están las cooperativas del plan Argentina Trabaja es común que los muros aparezcan pintados. "Trabajan en la zona y a veces escriben los nombres de políticos. Lo único que me gustaría es que me pidiesen permiso: no tendría problemas. Pero a la fuerza, no me gusta. Por eso me quejé y las blanquearon. A los chicos del barrio que trabajan en eso los conozco, pero ahora vienen de otros lugares y es más difícil", explica.

"Por aquí ya pasaron (Marcelo) Caponio, (Federico) Masso, (José) Cano y Guillen (por Guillermo Gassenbauer)", repasa Rosa Pereira, de 57 años, enojadísima. Pero aclara que no es que los candidatos hayan ido a visitarla: "son los apellidos que pintaron en el frente de mi casa", masculla. "¡Nadie me pregunta nada! Esto no es ni aparenta un baldío. Pero los que vivimos en esquinas sufrimos en esta época, es una lucha", reclama la dueña de una casa lindera con las vías del Ferrocarril Mitre, en avenida Siria y Perú. Dice que perdió la cuenta de las veces que tuvo que tapar los carteles: "los insulto cuando los veo, me tienen harta. Pero siempre vuelven, con distintos pintores. No sé qué hacer: siento mucha impotencia. Encima, mil veces reclamo por la inseguridad y la falta de alumbrado público. ¿Por qué no trabajan para solucionar eso? Sería mejor campaña entre los vecinos de aquí", propone. Y dispara entre risas, antes de despedirse: "¡ni crean que los voy a votar!".

A Rosa Dolores Rojas, de 51 años, una pintada pudo ocasionarle un conflicto marital: "vino un puntero a pedir permiso cuando estaba mi marido ¡Le dijo que sí!", se escandaliza. La delgada mujer, que vive en la avenida Francisco de Aguirre al 800, dejó en claro que no le agrada para nada vivir tras el nombre de la legisladora Carolina Vargas Aignasse. "Ella a mi no me dará nada: ni la conozco. Esta es zona de (Carlos) ?Alito? Assan. Los políticos, en general, mienten. Escuché muchas promesas pero llegan a los cargos y se olvidan. Nadie me ayuda a salir de la pobreza", afirmó y aseveró que, apenas pueda, tapará el cartel. Vende bollos en la esquina de su casa y cuenta que, durante la semana pasada, un ladrón quiso arrebatarle la cartera frente a su vivienda: "lo arañé y le pegué un golpe. Si aquí nadie nos defiende, nos defendemos solos. Los políticos deberían ocuparse de la inseguridad, en vez de la campaña. Ensucian las paredes y no vuelven más", critica.

Una vecina se asoma y sonríe detrás del nombre de la misma parlamentaria. "Acepté por conveniencia, para que mejoren un poco el frente. Pero no es agradable estar etiquetado. Mis amigos me cargan diciéndome que cambio de partido a cada rato. Es que entre ellos se tapan las pintadas al menos una vez por semana", se ríe Estela, de 56 años, y señala el piso debajo de la pared: manchas amarillas, verdes y azules dan cuenta de los cambios de colores. Y de candidatos publicitados. Dice que "no piensa votarlos" porque ninguno "se ocupa de gestionar ni un foco" para prevenir la inseguridad en la zona. "Los vecinos estamos hartos. Desde hace años que vivo así y en cada elección es más de lo mismo, sólo obtenemos paredes pintadas".

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