Un defensor de aspecto entre aburrido e inquieto

Un defensor de aspecto entre aburrido e inquieto

HISTRIÓNICO. Mirra hace gestos todo el tiempo. Detrás está Ema Gómez. LA GACETA / JORGE OLMOS SGROSSO HISTRIÓNICO. Mirra hace gestos todo el tiempo. Detrás está Ema Gómez. LA GACETA / JORGE OLMOS SGROSSO
24 Febrero 2011
Entre cada frase que lanza quien tiene la palabra él sonríe o hace muecas. Mario Mirra, el defensor de Ema Gómez, una de las acusadas por el asesinato del juez Héctor Aráoz, siempre sorprende con sus caras. Desde que empieza la audiencia habla solo y se enoja cada vez que los otros abogados lo contradicen. Camina por el Palacio de Tribunales con una gran sonrisa y conversa con todos. Es el más inquieto de la sala.

Cuando la periodista de LA GACETA se le acerca, la sonrisa del letrado acompaña su: "¿cómo estás, querida?". Le encanta hablar y tiene mucho que decir; su defendida es el foco de atención desde hace seis años.

Parece un niño aburrido. En la sala, la punta de su nariz roza y golpea el micrófono mientras sus piernas tiemblan y su postura cambia incesantemente. Mirra ya no sabe hacia dónde mirar ni con quién conversar; le sonríe a todo aquel que lo mire. Camina abrazado a sus carpetas y bolsos -y continúa haciendo caras-, explica que a pesar de los obstáculos nunca quiso dejar de ser el defensor de Gómez. "Tengo la convicción de que es inocente y que fue utilizada", asegura.

Mientras se aleja, cuenta que fue muy difícil tomar este caso: "Antes trabajaba en el Ministerio de Gobierno, y el fiscal (Guillermo) Herrera manifestó que un abogado del Gobierno no podía trabajar en la defensa de la acusada. Tuve que renunciar", explica. Con una sonrisa se va, asegurando que a pesar de la conclusión a la que llegue el Tribunal, Gómez es inocente. (Por Sabrina Prieto, Redacción LA GACETA)

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