Todo al 18%

Todo al 18%

Desde su regreso, el gobernador Alperovich focalizó sus ataques en blancos selectivos. La inflación complica las relaciones entre el Gobierno y el mundo sindical en un año electoral. El acople de Juri al oficialismo.

El gobernador no perdió el tiempo en 2011, José Alperovich conoce mejor que nadie aquello de que quien golpea primero, golpea dos veces. Así, se ubicó de entrada en el centro del ring, a mediados de enero, tras su regreso de Punta de Este. Algunas certezas mínimas de la política nacional le permiten desplegar su juego.

El operativo de reelección presidencial está en marcha, aun cuando todavía no hay indicios de un anuncio inminente en ese sentido. Cristina Fernández simboliza la continuidad, mientras no existe claridad sobre quién emergerá como el candidato de la ruptura con el modelo de gestión que data de mayo de 2003. La fragmentación del Peronismo Federal y la inconclusa puja interna del radicalismo son partes de un paisaje político impreciso.

Como otros distritos, Tucumán tiene sus reglas electorales propias, La Constitución de 2006 le dio a Alperovich un excelente argumento para desarrollar un propio libreto. Se blinda así, en teoría, del efecto rebote del desgaste de la Casa Rosada o de las consecuencias de un viraje impuesto por las cambiantes circunstancias políticas, como sería Daniel Scioli postulado para suceder a Cristina Fernández.

Sin embargo, no es fácil librarse de la sociedad nacional. El certificado de defunción extendido a la reactivación del tren entre esta ciudad y Tafí Viejo se lo endosan también al gobernador, porque es el rostro visible del kirchnerismo en Tucumán.

La palabra presidencial se devaluó con el incumplimiento de la promesa y generó decepción. Se trata, sin dudas, de un argumento que se sirve en bandeja a los contendientes del kirchnerismo y sus asociados tucumanos. Ahora bien, si ese desencanto se traduce en un voto castigo de los taficeños para el oficialismo, es una incógnita que sólo se disipará en las urnas.

Los primeros blancos
Golpear a sus opositores externos e internos es lo que hizo desde que reasumió el poder. Al ruralista Juan Casañas lo sacudió reciamente por su silencio en la Cámara de Diputados. Se cobró, así, el revés de 2009, cuando el representante del campo en el marco del Acuerdo Cívico y Social (ACyS), le arrebató la cuarta banca que Alperovich daba como propia. El pleito con las organizaciones agrarias está avivándose otra vez en el ámbito nacional, aunque en los medios kirchneristas locales se confía en la influencia mediadora del ministro de Agricultura y Ganadería, Julián Domínguez, cuya visita es auspiciada por la Corriente Agropecuaria Nacional y Popular (Canpo). A algunos funcionarios provinciales esto no les cae bien, por cuestiones de política interna en la órbita oficialista.

El segundo blanco fijo de la ira alperovichista fue la diputada Stella Maris Córdoba. Esta es una espina clavada en la columna vertebral del oficialismo, que el gobernador quiere sacársela de encima de una sola vez. El estilo político de Córdoba suscitó una relación tensa y fría con el gobernador, pese a que algunas fotos insinuaron otra cosa, en el pasado.

De pura cepa kirchnerista, la diputada pretende construir su propio espacio para 2015, lo cual sólo es posible si s le rebana porciones de poder al Gobierno. Alperovich no puede admitir la pérdida de bancas legislativas en la próxima Cámara, en manos de una fracción kirchnerista que escapa a su égida. En defensa de Córdoba salió otra agrupación kirchnerista (el partido Memoria y Movilización), que salió a la palestra en los juicios a procesados por violaciones a los derechos humanos.

En cambio, de la antigua coincidencia de la diputada con el ex vicegobernador Fernando Arturo Juri nada quedó, desde el momento que este aceptó la candidatura a legislador con acople al engranaje electoral montado por el gobernador. En 2009 estuvieron en veredas cruzadas, situación que se repite ahora también.

La discusión más caliente
La inflación incentiva el conflicto en el mundo laboral. Alperovich entendió que debía maniobrar desde temprano para evitar que el problema salarial con los gremios estatales salga de cauce. En un año electoral, la puja entre el Estado patrón y los asalariados cobra mayor crudeza. Por esto trató de alambrar el terreno.

El ministro de Economía, Jorge Jiménez, le puso un porcentaje al incremento posible: el 18%. Este tope desató la indignación gremial en cadena, mientras que Alperovich lo justificó arguyendo una definición económica antes que política.

En realidad, el gobernador mantiene un concepto político desde que sucedió a Julio Miranda. Desde entonces preconizó que nadie le marcaría la cancha y que no pondría en riesgo su programa de obras públicas, que es uno de sus proveedores de votos. Así actúa ahora, aunque el escenario actual es bien diferente.

La trepada de los precios hunde a los ingresos fijos con sus secuelas políticas, por lo que la dirigencia sindical de distintos colores no escatima palabras para exigir aumentos del 25% hacia arriba. La ausencia de una medición provincial del costo de vida le quita claridad a la discusión, pero los sindicalistas se basan en las encuestas de los supermercados y no en las de Guillermo Moreno, el superinterventor del Indec.

En medio de estos tironeos, la esfera de actuación del ministro de Gobierno, Edmundo Jiménez, luce más complicada. En una primera lectura aparece problemática la viabilidad de que ensaye concesiones fuera de libreto, como solía hacer en tiempos recientes. En anteriores negociaciones, Edmundo Jiménez podía sacar conejos de la galera, pero esa aptitud hoy en crisis.

La otra cara del vínculo
El forcejeo entre el Gobierno y las organizaciones sindicales está en una fase incipiente. La variable que no manipula el alperovichismo es la que haciendo sentir la conexión indestructible con la administración kirchnerista.

El poder erosivo de la inflación emerge como el contrapeso de la provincialización de las elecciones, recurso mediante el cual la Casa de Gobierno pretendió desligarse de los costos de la política nacional. Años de desbarajuste en la verificación de los precios afloran con fuerza y las experiencias de acuerdos sociales siempre naufragaron.

El telón de fondo del escenario económico-social se correrá dentro de pocos días. Los disensos con la política económica estallan del lado gremial. Con el inicio de febrero, las tensiones políticas se reactivarán, con el despegue de las actividades partidarias. La iniciativa está aún en el campo del Gobierno.

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