La sociedad civil internalizó el discurso del cambio climático

La sociedad civil internalizó el discurso del cambio climático

El medioambiente se consolidó como prioridad del mundo global.

MACHU PICHU AISLADO. Intensas lluvias bloquearon el acceso al sitio arqueológico peruano en el verano de 2010. REUTERS MACHU PICHU AISLADO. Intensas lluvias bloquearon el acceso al sitio arqueológico peruano en el verano de 2010. REUTERS
02 Enero 2011
Calor. La década de 2000 fue más caliente que la de 1990, cuyas temperaturas promedio, a su vez, superaron a las de décadas anteriores, según el último informe de "Eventos extremos" de la Organización Meteorológica Mundial (agencia de Naciones Unidas). El documento enumera 34 acontecimientos climáticos excepcionales ocurridos en los últimos 10 años: comienza con el récord de 60 grados bajo cero en Siberia (2001) y concluye con el infernal verano ruso, donde la combinación de sequía e inclemente sol desencadenó una serie salvaje de incendios (2010).

Por diversas y contundentes razones, el clima ha sido una cuestión candente de la década que acaba de concluir. El fenómeno ha sido abordado en sí mismo y en su relación con el medioambiente del que participa, un sistema complejo donde hasta las alteraciones más nimias -como podría ser la extinción de un coleóptero diminuto- acarrea una imprevisible cadena de consecuencias colaterales... Como si de un dominó se tratase.

En el debut del siglo XXI floreció la inquietud ambiental planteada a escala global a finales de la centuria anterior durante la celebración de la trascendente Cumbre de la Tierra (Río de Janeiro, 1992) y consolidada con la adopción del Protocolo de Kyoto (1997) para reducir la emisión de gases con efecto invernadero. Esas instancias de debate divulgaron una teoría cuya verificación práctica parecía lejana y que algunas naciones industrializadas se empeñaron en subestimar: el cambio climático.

Inundaciones, huracanes (como el devastador "Katrina", en 2004), desertificaciones y desastres naturales de todo tipo abonaron la verosimilitud de aquel pronóstico científico. La sociedad incorporó el discurso del cambio climático para explicar las anomalías del tiempo y en 2007, el Comité Nobel Noruego entregó el Nobel de la Paz a los que lo habían anticipado: el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático, y el político y activista estadounidense Al Gore.

Verde que te quiero verde

A finales de noviembre, el ambientalista Hernán Giardini se jactó de que Greenpeace Argentina tiene más socios (80.000) que River y Boca en el contexto del I Congreso Latinoamericano sobre Conservación de la Biodiversidad (con sede en Tucumán). La protección del medioambiente ha dejado de ser la lucha de un puñado de ecologistas para convertirse en una causa que atrae a multitudes. La tendencia ha impactado en la agenda de los gobiernos de todo el mundo, que tibia o decididamente alientan el desarrollo de una economía sostenible (compatible con la preservación de los recursos naturales) que, por ejemplo, funcione a partir de las alabadas energías renovables.

Sensibilizada por agresivas campañas de concientización (y denuncias crudas como las que recoge el documental "Una verdad incómoda"-2006-), la conciencia "verde" social ha conseguido desde generalizar la condena a la caza de la carismática ballena franca austral hasta ralentizar el ritmo de deforestación de la selva sudamericana, de acuerdo con las últimas mediciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).

Aquellas valiosas conquistas son sin embargo insuficientes para detener el cambio climático y la destrucción ambiental, que en gran medida obedecen a procesos demográficos (crecimiento de la población mundial y alta concentración urbana) y económicos (consumo y producción con gran dependencia de hidrocarburos) de suma complejidad.

La formulación de una solución seria exige, además, un acuerdo global que enfrenta a países ricos con pobres. Esa difícil conciliación de intereses asaz contrapuestos ha tenido un capítulo desastroso en la Cumbre del Clima de Copenhague (2009), que pretendía diseñar un acuerdo que reemplace al Protocolo de Kyoto (vence en 2012) y solo consiguió profundizar el desconcierto. Este año, la reunión multilateral en Cancún -auspiciada por la ONU- mejoró ligeramente aquel panorama al concluir con el compromiso de las naciones industrializadas de constituir un fondo de 100.000 millones de dólares en beneficio de las regiones más afectadas por el cambio climático. El nuevo esquema recompensa económicamente la conservación de los recursos naturales. La efectividad de esa innovadora receta de reparación ambiental queda en manos de la década que acaba de comenzar.

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