Gracias a la genética halló su identidad y los restos de su madre

Gracias a la genética halló su identidad y los restos de su madre

Juan Cazorla y la historia de su otra historia. Tras un examen de ADN, identificaron en el Cementerio del Norte donde estaba enterrada tras su desaparición en 1976. Ahora afronta el desafío de reconstruir su verdadero origen. Video.

AVANCE. Juan es el primer hijo que obtiene una prueba positiva de ADN en Tucumán en restos de desaparecidos. LA GACETA / JORGE OLMOS SGROSSO AVANCE. Juan es el primer hijo que obtiene una prueba positiva de ADN en Tucumán en restos de desaparecidos. LA GACETA / JORGE OLMOS SGROSSO
31 Diciembre 2010
Juan José Cazorla comenzó a escribir su historia de vida hace tres años y medio. Hoy, a los 35, puede cerrar una parte de ella que, en realidad, significa abrir otra. En 2007 conoció su identidad como hijo de la desaparecida Mercedes del Valle Morales, contactó a su familia biológica y hace un mes supo que los restos encontrados en una tumba sin nombre del Cementerio del Norte eran la de su madre.

Ahora prepara su entierro en el Monteros natal al mismo tiempo que trata de organizar su existencia como el primer hijo que obtiene una prueba positiva de ADN en Tucumán en restos de desaparecidos. "Espero no ser el último", se ilusiona. Todo esto se conoce hoy, porque accede a dialogar con LA GACETA y hacer público el proceso de cambios que vive.

Él mismo ignoraba, hasta casarse, la vuelta del destino que lo haría encontrarse con el doloroso pasado reciente. Fue en 2000 cuando empezaron las dudas sobre su origen, impulsado por su esposa, Ana del Valle Díaz, sorprendida porque su marido tenía tres documentos sucesivos, cada uno con un apellido diferente.

Ella empuja la historia: fue quien impulsó la investigación desarrollada por la Comisión Nacional para el Derecho a la Identidad (Conadi) y es el sostén del relato de la reconstrucción del pasado de su cónyuge.

"En mi primer DNI me apellidaba Zelarayán; en el segundo, Morales; y en el tercero, Cazorla. En todos me llamaba Juan. Nunca averigüé mucho porque no se me ocurría pensar que había pasado algo. Le restaba importancia", manifiesta.

- ¿Cómo empezó tu búsqueda?

Juan - Ana comenzó la investigación en 2005. Habló con la Conadi, porque en Abuelas de Plaza de Mayo no había ningún planteo a mi nombre. Me enviaron una carpeta con los datos y la denuncia que hicieron mis familiares sobre mis abuelos, mis tíos y mi madre desaparecidos (ver "Sentí...") en Monteros. Pero quedó parado varios años, hasta que pude conocer a mis parientes por la gestión del nodo Tucumán de Abuelas, con Alejandra García Aráoz.

- ¿Qué pudiste saber del secuestro de tu madre?

J - Tenía 10 meses cuando entraron en la casa y la sacaron: me dejaron en la cama. Vivía en un galpón de la familia Cazorla con mi mamá, mi tío Ángel que estaba trabajando en ese momento, y su esposa, que se escondió.

- ¿Qué pasó con vos?

Ana - Todos los que quedaron eran chicos, y la familia los distribuyó entre parientes y amigos.

J - Me mandaron con Juan Cazorla. Primero estuvimos en Tucumán varios años, y a los 10 nos fuimos a Salta por unos ocho años. De chico no preguntaba nada, no me imaginaba nada. El estaba casado con Herminia Navas y para mí, ellos eran mis padres: me criaron como un hijo más. Lo que siempre me sorprendió era la diferencia de edad con mis dos hermanos Cazorla, que eran mucho mayores. Sigo viéndome con mi hermana, pero no sabe de mi situación; creo que lo va a tomar bien.

- ¿Qué le hubieses querido preguntar a tu madre?

- Nada, sólo me hubiese gustado tenerla. Cuando ví su foto, me dio mucha alegría conocerla, me sentí muy bien, pero me hubiese gustado más tenerla.

- ¿Qué sentiste cuando te avisaron que habían identificado los restos de tu madre?

J - Fue hace un mes. Cuando me llamaron, ya me imaginaba el resultado, pero se me movieron las rodillas. Por un lado, quedé un poco más tranquilo porque se la encontró, por saber dónde está para ir a poner una vela, flores o visitarla el día de su cumpleaños. Queda pendiente saber dónde están los cuerpos de mis tíos y abuelos desaparecidos. Es un camino largo y lento.

- ¿Pudiste saber quién era y qué hacía tu madre?

J - Poco, me gustaría conocer más cosas, cómo era y qué le gustaba. Se hace muy dificil por el silencio de su familia; tampoco los presiono mucho. Por ahí pregunto algo, me cuentan un poquito y después se habla de otra cosa. Respeto esa cuestión, no insisto mucho, aunque me ponga ansioso. Es muy doloroso para todos, y quizás ellos lo tengan más marcado. No sé si es miedo, pero sí hay mucho silencio y también hay muchas reservas.

A - Su tía Isabel, que tiene dos años más que Juan, es la que junta a la familia y da las noticias.

- ¿Le contaste tu historia a tu propia hija (tiene ocho años)?

A - No, fui yo. Cuando le expliqué, creyó que habían encontrado viva a su abuela; al entender que estaba muerta, se largó a llorar. Ahora me pide estar en el entierro.

- ¿Ya definieron dónde será?

J - Todavía no, vamos a esperar un poco más. Creo que será en Monteros, porque permitiría que se acerquen otras personas. Me gustaría encontrar alguien que haya conocido a mi madre para saber más de ella.

- ¿Identificás algún vínculo que te identifique con tus primos o con tus tíos, como por ejemplo el deporte?

J - No, hay algunas cosas en común como el trabajo, pero son pocas. Existen algunos parecidos físicos, aunque nada más.

- ¿Sentís una carga ser hijo de una persona desaparecida?

J - No. Me gustaría que sigan apareciendo más hijos, que se vinculen más, que haya más donaciones de sangre para que se hagan más estudios de ADN, gracias a lo cual estoy donde llegué ahora: voy a reconstruir la vida de mi madre porque es lo que quiero.

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