El día comienza a la noche, cuando llega el agua

El día comienza a la noche, cuando llega el agua

Sólo cuando pasa la medianoche, las canillas arrojan algo de líquido y los vecinos de numerosos barrios de Tafí Viejo se bañan y lavan la ropa.

PROBLEMAS ESTRUCTURALES. Los Leguizamón y los Gil mantienen los grifos abiertos todo el día para recolectar un poco de agua. Fuera de sus casas, los taficeños enfrentan el riesgo de un alumbrado público deficiente en varias zonas. PROBLEMAS ESTRUCTURALES. Los Leguizamón y los Gil mantienen los grifos abiertos todo el día para recolectar un poco de agua. Fuera de sus casas, los taficeños enfrentan el riesgo de un alumbrado público deficiente en varias zonas.
21 Noviembre 2010
Un clamor eclipsa los reclamos de los taficeños: no tienen agua porque la que debería circular por las cañerías está derramada en las calles. Los planteos contra la inseguridad o el tráfico de drogas quedan desdibujados ante la evidencia: los vecinos, indignados, exhiben las canillas secas, abiertas inútilmente durante todo el día.

En Tafí Viejo, distante 12 kilómetros de la capital, LA GACETA halló una inquietud unánime: la escasez de agua se agudizó en los últimos años, sobre todo, en las zonas más altas -y pobres- de la ciudad.

Vivir esperando

La familia Gil, literalmente, se desvela por el agua. "Hace tres días que no sale ni una gota, todo el verano es así. Dejamos las llaves abiertas porque cuando ?largan? el líquido, escuchamos el ruido y saltamos de la cama ", relata Cristina, madre de tres niños pequeños. Cada noche, si el agua llega, se cumple con frenesí el ritual de llenar bidones, botellas y tachos: sólo durante la madrugada habrá un "hilo" de agua por aprovechar.

Cristina, como el resto de los vecinos de la calle Paysandú, organiza su vida según los vaivenes del servicio: "lavamos la ropa y nos bañamos de noche. Hace unas semanas, mi hijo no pudo ir a la escuela durante tres días porque yo, o juntaba agua para que tengamos para tomar y limpiar, o lo llevaba a clases", relata con amargura la ama de casa.

"Esto no es vida para nadie", se lamenta su esposo, Oscar. Él repasa que no sólo gastan dinero en agua mineral sino que, además, tuvieron que comprar una manguera larguísima porque un vecino de otra cuadra "les hace la gauchada" porque tiene "un poquito más de presión" en las cañerías.

Con la ropa a otro lado

El tanque de la casa de Martín Ruíz está seco. El jubilado de 70 años relata que integró el grupo de pobladores que gestionó y luego compró las cañerías para contar con el servicio de agua y de cloacas. "El agua es nuestro gran problema. Lo padecemos desde siempre y jamás pudieron solucionarlo, pese a que hicieron algunas obras. Pero desde el verano pasado, todo está peor", se queja. Dice que envió incontables notas y que hizo innumerables llamadas a la Sociedad Aguas de Tucumán (SAT). Pero también reconoce que que, un par de veces por semana, un camión pase y llene las cisternas.

Nélida Acosta, de 56 años, vive sobre la misma cuadra y, para evitar más disgustos, decidió cargar la ropa sucia hasta "la ciudad", para lavarla en la casa de su hijo. "Al menos, así tengo limpias las prendas. Me desespero por juntar agua cuando sale algo. Pero así no se puede vivir", se lamenta.

"Bañarnos y lavar la ropa es un triunfo por aquí", sentencia Antonio Pérez, de 55 años. En su casa, se acopian las gotas que caen como si fueran tesoros. "La situación es insostenible", advierte.

Mate y angustias

Cada vez que Genoveva Ruiz, de 60 años, derrames de la red de agua potable en las calles. "Largan el agua y toda queda abajo: no sube nada para nosotros, que vivimos en la parte alta de Tafí Viejo. En mi calle, la Bolívar, todos padecemos este drama. Encima, los de la SAT mandan el camión que nos provee solamente una vez al día, y nos atiende sólo si se muestra la boleta al día. No avisan cuándo pasará: si uno está en la casa, recibe; si no, sigue la sequía", repudia.

Ramiro Leguizamón, de 35 años, toma mate con su familia en la puerta de su casa y aclara que la ronda es posible gracias a la generosidad de un vecino. "Esta manguera que pasa por el patio viene del fondo de la cuadra, a ellos les sale un poco más. Nosotros hace varios días que no vemos agua en nuestras casas", se lamenta.

Cristina Vergara, un ama de casa de 55 años, dice conocer las tres razones de sus penurías: "demasiadas cisternas, cañerías callejeras dañadas y piletas de natación", enumera. "Hay tanto derroche que da pena: más cuando estamos en una situación extrema", cuestiona.

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