Galeano, un "conversador con la realidad"

Galeano, un "conversador con la realidad"

El escritor uruguayo, que está en Tucumán, habla de su relación con Mujica, de los 33 mineros chilenos y de sus vocaciones frustradas. El autor de "Espejos" leerá hoy a las 19, en el Teatro Alberdi, fragmentos de su último libro. Su diálogo con LA GACETA.

EN SU SALSA. Eduardo Galeano, ayer, en la librería El Griego. El jueves, en el mismo lugar, se encontrará con sus lectores tucumanos, a las 18.  LA GACETA / JUAN PABLO SANCHEZ NOLI EN SU SALSA. Eduardo Galeano, ayer, en la librería "El Griego". El jueves, en el mismo lugar, se encontrará con sus lectores tucumanos, a las 18. LA GACETA / JUAN PABLO SANCHEZ NOLI
26 Octubre 2010
Un cuentacuentos al que le gusta tanto contar cuentos como escucharlos. Un escritor que asegura que aprendió de Onetti que una regla del arte del buen escribir consiste en encontrar palabras mejores que el silencio. Un "conversador con la realidad". Alguien que dice que sus historias le surgen gracias a que ha aprendido que si las personas tienen dos orejas y una boca, eso indica que hay que escuchar dos veces y hablar una. Así se define Eduardo Galeano, autor de una obra prolífica en la que conviven la crítica social (ya es un clásico "Las venas abiertas de América Latina", escrito en los años 70) con microrrelatos en los que él apuesta a contar "la Historia" rescatando pequeñas historias a veces despreciadas por la historia oficial". Eso dice Galeano que es "Espejos", libro cuyos fragmentos leerá hoy en el Alberdi.

- ¿La veta de narrador le viene de cuna?

- Me gusta contar cuentos, pero más me gusta escucharlos. Yo tuve solo siete años de educación formal. De muy temprano tuve una vida independiente: me iba a los cafés, a los 14, 15, 16 años y escuchaba. Los cafés de Montevideo fueron mi universidad. Nunca me voy a olvidar de lo primero que me sacudió, que tocó algo que yo no sabía bien qué era, dentro de mí. En un café de Montevideo que ya no existe, el Boston, un hombre ya viejo contó una historia de la Guerra Civil de 1904. Decía que había visto una batalla, con cuerpos regados por el suelo. Yo sacaba cuentas, y me parecía que, por la edad, no podía haber participado. En esa época, los uruguayos, divididos en blancos y colorados, conservadores y liberales, se distinguían por las vinchas. Y este hombre dijo que estuvo ahí. Con los años, supe que no importaba demasiado si este hombre había estado o no había estado ahí. Lo importante es que cuando él lo contó, todos estuvimos ahí con él. Lograr que algo que ocurrió vuelva a ocurrir cuando uno lo cuenta, eso es lo importante. Había visto un campo regado de cuerpos, y entre ellos, con los brazos en cruz, un ángel, casi niño, un muchacho muy jovencito, con una vincha blanca, roja de sangre; y en la vincha, el agujero de la bala que lo había matado; pero en la vincha él había escrito algo que apenas se alcanzaba a leer: "por la patria y por ella". Y la bala había entrado en la palabra "Ella". Ahí me hice cuentacuentos. Contando ese cuento a otra gente es que descubrí como una vocación de contar cuentos, y de tratar de contar el mundo a través de los munditos.

- Usted escribió "Las venas abiertas de América latina" en épocas de grandes relatos. Y sus últimos libros son microrrelatos. ¿Es una adecuación a estos tiempos más fragmentarios?

- No, cuando escribí "Las venas abiertas de América latina" que fue un libro centrado en la economía política, ahí el microrrelatro no me servía. Y yo ya escribía cuentos, pero todavía no los había conectado con la otra parte de mí que quería ayudar a que las realidad cambiara. Onetti me ayudó mucho. A él no le interesaba aquello de "Las venas....", pero sí mis relatos. Onetti era muy mentiroso, y me dijo que un proverbio chino decía que las únicas palabras que merecían existir eran aquellas que fueran mejores que el silencio. Creo que no era un proverbio chino, sino de él. Y en ese camino, intentando decir palabras que fueran mejores que el silencio, y reducir las otras, los textos que yo escribía se fueron reduciendo, queriendo ganar en profundidad y reduciéndose en espacio.

- Usted dijo que le demanda por lo menos cuatro años escribir un libro..

- Escribo y reescribo mucho. Cuando fui a presentar "Espejos", en un pueblito español, Orense, había al final del público un tipo con cara de campesino gallego muy sufrido, con el ceño muy fruncido; yo creía que él me quería matar. Sin embargo, cuando terminó la presentación, se me acercó, sin dejar su cara de enojado, y me dijo: "qué difícil debe ser escribir tan sencillo".

- ¿Cómo hubiera cronicado el rescate de los 33 mineros?

- Creo que cruzaría esa historia -que yo seguí deseando con fervor que se salvaran, porque las minas de Chile, como muchas minas, se tragan carne humana- con la de los 34 mapuches que en el mismo país hicieron una huelga de hambre mientras los medios de comunicación no le daban ni la menor pelota.

- ¿Cómo está viviendo la "etapa Mujica" en el Uruguay?

- Bien, en primer lugar, porque tengo con él una relación personal, es un amigo. Además, me parece que es un hombre de una gran calidad humana, y que su principal defecto es su principal virtud: que dice lo que piensa. Lo que en política, a veces, es imperdonable. Pero bueno, eso que en el oficio, en la profesión política, es un defecto, en términos simplemente humanos, es una gran virtud.

- En algún momento usted dijoque no volvería a escribir "Las venas abiertas de América latina", pero dijo asimismo que no le cambiaría ni una coma.

- Porque he cambiado mi estilo. "Las venas..." está escrita en los años 70, pero yo creo que la contradicción es el motor de la historia, que no hay noche sin día ni muerte sin vida. Y que lo que la historia enseña, cuando uno más o menos se asoma a los tiempos pasados, es que cuando la historia dice adiós, no dice adiós, sino hasta luego.

- Pero no me respondió si cuando usted era chico contaba cuentos ...

- Durante mucho tiempo pensé que dibujar era lo mío. Después, quería ser jugador de fútbol; y nunca pude, tampoco, porque era muy pata de palo. Y era muy místico. Yo tuve una infancia muy católica, me la pasaba rezando. Una suerte de vocación religiosa, de algún modo, dominó parte de mi vida junto con mi otra pasión, el fútbol. Pero ni en una ni en otra pude funcionar: ni como jugador, por mi pata de palo ni como místico, santo o no sé, por mi tendencia al pecado, que apareció muy temprano. El hecho fue que en algún momento Dios se me cayó por un agujerito del bolsillo. Pero creo que de algún modo he seguido con esa vocación mística, aunque me pasé para el lado de los paganos. Cuando uno ve bellezas como las que acabo de ver en el Norte, en Humahuaca, uno siente que no hay un Dios, que hay muchos dioses.

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