"Extrañamos mucho las 'milas' cuando viajamos"

"Extrañamos mucho las 'milas' cuando viajamos"

Confesión de un padre. Comida barata, rica y llenadora, según un joven.

JUNTOS. Es común ver en los bares a una familia comiendo milanesas. LA GACETA / OSVALDO RIPOLL JUNTOS. Es común ver en los bares a una familia comiendo milanesas. LA GACETA / OSVALDO RIPOLL
24 Octubre 2010
"Justo le estaba diciendo a mi señora que esto es adictivo. Una vez a la semana venimos dos familias (ocho personas) a comer sándwich de milanesa. Somos de Banda del Río Salí", señala Ramón, ante la consulta de LA GACETA mientras comían en un bar de plazoleta Dorrego.

El hombre asegura que cuando se van de vacaciones "lo que más extrañamos son las milanesas", mientras el resto de los comensales, prendidos a la suculenta comida, sólo atina a asentir con movimientos de cabeza. "Cuando volvemos de viaje, antes de ir a verlos a mis padres pasamos por una sandwichería", dice, y agrega que su hijo Ramoncito pidió el martes ir a comer una mila antes de emprender un viaje a Mendoza por cuestiones de estudio.

Finalmente, contó lo que pasó en 2009 cuando hicieron una escala en Buenos Aires, en casa de unos parientes porteños, tras disfrutar de las playas marplatenses. "Mi mujer les dijo que iba a preparar unos buenos sándwich. Compramos tres kilos de carne, las verduras, el pan, mostaza y mayonesa. Eramos 16 en la mesa. Por suerte salieron 32 milas bien grandes. Pero no quedó ninguna. Hasta los chicos comieron dos. Al día siguiente, la más chica de mis sobrinas se levantó como a las 10 de la mañana y le dijo a mi señora: ?tía, preparemos más milanesas?".

En otra mesa, tres jóvenes conversan animadamente. Son primos. Uno de ellos, tras la pregunta del cronista, dijo: "gracias a esto -y señaló su brazo enyesado- tengo un mes de licencia. Soy tucumano, pero estoy trabajando en Comodoro Rivadavia desde hace siete años. Y lo que extraño un montón son los sándwich de milanesa y las tortillas. Llegué hace dos días y este es el tercer bar que visito. Fanático, ¿no?", pregunta. Emiliano dice que habría que declarar un día provincial en honor de esta comida. "Es barata, rica y llenadora", asegura. Nicolás observa sonriente a su primo mientras habla. Ahora le toca a él detallar las virtudes del plato tucumano. "Salgo a comer milanesas una o dos veces por semana. Es una excusa para pasar un buen momento con los amigos. Y es cómodo encontrarse en un bar para contarse cosas; es como decir vamos a tomar un café", resume.

A su vez, Bernardo se confiesa hincha furioso de las milangas. "Si un médico me prohíbe comer uno de estos sánguches infernales, pido una consulta, y otra, y otra, hasta que el último me diga está todo okey", exagera.

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