Cuando los clásicos se jugaban por el honor

Cuando los clásicos se jugaban por el honor

Roberto Albornoz exploró toda la historias de los grandes duelos

LOS COLORES EN EL CORAZON. A Albornoz le llevó dos años reunir la estadística del superclásico. Conoció los números y también las anécdotas. LOS COLORES EN EL CORAZON. A Albornoz le llevó dos años reunir la estadística del superclásico. Conoció los números y también las anécdotas.
18 Octubre 2010
Los hinchas tienen diferentes maneras de expresar su amor por el club al que eligieron para acompañar toda la vida. Algunos lo siguen a todos lados. Otros le cantan para alentarlo, y tampoco faltan los que pintan algún "trapo" para demostrar su incondicional apoyo. Pero el de Roberto Albornoz es un caso diferente y hasta único. Él encontró en la historia la manera de rendirle homenaje a San Martín, el equipo del que se enamoró desde ¡antes de nacer!

Hijo de Miguel Albornoz, jugador que se destacó en el equipo de La Ciudadela en las décadas del 30 y 40, desde hace años Roberto se dedica a reconstruir un pasado lleno de gloria. "Lo hice por dos motivos. Primero, porque mi padre me enseñó a amar al fútbol tucumano y a todas sus glorias. Después porque descubrí que las páginas de internet sólo tenían los datos de los últimos años y dejaron de lado los tiempos de oro", argumenta el historiador "santo", jubilado de 62 años.

Albornoz es un apasionado de los números. Su último gran trabajo fue haber investigado y cosechado los resultados de todos los clásicos de la historia. "Fue un trabajo duro. Lo comencé junto con Pablo Bollea, un joven estudiante de periodismo. Tardé dos años en recopilar todos los datos", explica entusiasmado.

"Lo único que lamento -reconoce con tono de amargura- es haber recogido los datos de San Martín únicamente. Ahora me doy cuenta de que el trabajo podría haber ayudado mucho más si también me fijaba en las formaciones y goles de Atlético", dispara en una mesa de café.

El historiador del "santo" toma un trago del cortado y añade: "después de haber hecho un balance de todo lo que reuní, puedo decir que no quedan secretos en la historia de los clásicos. Hay una gran paridad, aunque a veces dominaba San Martín y otras veces Atlético".

El especialista, que fue uno de los autores del libro de los 100 años de San Martín, se lamenta cuando cuenta que a muy pocos les interesa preservar la historia de los dos clubes grandes de la provincia. "Si hasta se perdió la Copa Alem, un trofeo que fue bautizado así en honor a Leandro Alem, donado para que se le entregara al ganador de los clásicos que se jugaban en esos tiempos", relata.

Pero más allá de los resultados, Albornoz se entusiasma cuando cuenta las anécdotas que descubrió durante su investigación. "Antes los jugadores de ambos clubes que vivían en el mismo barrio se subían al mismo coche de plaza o al tranvía para volver a sus hogares. Después descubrí que, al finalizar el partido, se reunían en el Café Tokio, frente a la plaza Independencia para analizar los detalles del encuentro", cuenta riéndose.

El especialista, añorando el pasado, reniega del presente. "Antes los futbolistas eran amigos y los jugadores de ahora están de paso. Ya no existe el amor por la camiseta de los grandes tucumanos", enfatiza.

Desilusionado, confiesa que no cree que no asista al clásico que se jugará el sábado 30 en La Ciudadela. "No me gusta ver los espectáculos denigrantes. No me gusta ver como escupen o tiran orina al rival. Todo eso, que tiene que ver con la mala educación que reina en el país, devaluó aún más a estos partidos", sostiene Albornoz. Además, reniega porque por culpa de los violentos el clásico sólo podrá ser presenciado por hinchas de San Martín. "Antes había una sana rivalidad. En las tribunas nunca faltaba el que apostaba 100 pesos por uno de los dos equipos y siempre había alguien que le aceptaba la apuesta. Buscaban a la persona mayor que estaba en el sector y le entregaban la parada y este, al finalizar el encuentro, le entregaba el dinero al ganador o lo devolvía si ninguno había ganado". relató. "Antes, en cada clásico, se ponía en juego el honor", resumió.


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