Se esfuma un emblema de Barrio Sur

Se esfuma un emblema de Barrio Sur

Los obreros están demoliendo el centenario castillo de los Aráoz, ubicado en la calle Bolívar. El esfuerzo de sus dueños por recuperarlo no pudo superar los daños de medio siglo de abandono.

UNA CASAQUINTA SEÑORIAL. Construida en 1899, la casona fue diseñada por su dueño, el doctor Luis F. Aráoz, y construida bajo su dirección, sin intervención de arquitectos. LA GACETA / ARCHIVO  UNA CASAQUINTA SEÑORIAL. Construida en 1899, la casona fue diseñada por su dueño, el doctor Luis F. Aráoz, y construida bajo su dirección, sin intervención de arquitectos. LA GACETA / ARCHIVO
26 Septiembre 2010
Los amantes de las historias fantásticas ponían a volar su imaginación al verlo. Más de un vecino de la Ciudadela se sintió orgulloso de vivir cerca de un "palacio" . Era un verdadero testimonio de amor, apunta José María Cisneros. Creció a cinco cuadras del "Castillo de los Aráoz", en Bolívar al 1.150. Esta semana, cuando vio que habían comenzado a demolerlo, comprendió que lo inevitable estaba sucediendo: se caía a pedazos una parte de la historia de los tucumanos.

La alta torre con pararrayos en su extremo, los extensos balcones que rodeaban el primer piso, la imponente terraza, los ventanales y su portal, precedido por una escalera eran los elementos más impactantes del castillo. Así habían bautizado al pintoresco chalet los tucumanos. "Es una construcción única en su estilo. Por su belleza y su rareza, debería haber sido tratado como reliquia", opinó, con un dejo de nostalgia, Cisneros, estudiante de diseño gráfico. Para el libro "Tucumán", que editó LA GACETA en 1982, Aldo Sessa le había tomado una hermosísima fotografía.

Sueño ahogado
Este emblema arquitectónico, construido en 1899, no pudo sobrevivir al paso del tiempo. Los peores golpes llegaron cuando la propiedad fue alquilada y luego usurpada. Poco a poco, se fue desmantelando el chalet. La familia propietaria del inmueble desde hace poco más de 90 años no quiso caer en la tentación de entregar ese patrimonio a la piqueta. La arquitecta Lidia Sisini emprendió un trabajo artesanal para reconstruir el castillo, en 2004. La intención era convertir el lugar en un bar temático. Pero sin apoyo del Gobierno o de instituciones privadas, el sueño de la profesional poco a poco se fue ahogando.

Según cuenta la historia, el castillo había sido dibujado personalmente por su primer dueño, el doctor Luis F. Aráoz, y construido bajo su dirección, sin la intervención de arquitectos.

Su mayor placer era pasar allí los veranos acompañado por toda la familia que incluía a sus hermanos, sobrinos y nietos. Muchos elementos de arquitectura europea que observó en su viajes fueron volcados en el edificio, levantado en base a estructuras formadas con rieles. Lo había bautizado "Chalet Carmen Reto", por su esposa.

El panorama sombrío de edificio se oscureció más aún en los últimos 50 años. El inmueble fue ocupado ilegalmente y se produjeron muchos robos, inclusive de las rejas labradas que la adornaban.

Cuando se enteraron de que existía la posibilidad de recuperar el edificio, los vecinos de la zona festejaron. La idea de mejorar el espacio también iba a revalorizar sus viviendas. Pero el tiempo pasaba y la preocupación por el deterioro del castillo crecía. Ahora, son pocos los que lamentan la demolición. "Esto era un peligro. Se caía por su propio peso. En cualquier momento iba a ocurrir una desgracia", señaló Carmen Pastoriza. "Si tengo que pasar por esa cuadra, cruzo la calle", añadió, sin ocultar su temor y mirando desde lejos, detrás de la ventana ubicada a casi 100 metros del castillo.

Ya desaparecieron los techos y se cayó la mayoría de las paredes. Pero fue quizás el derrumbe de la torre característica lo que más apenó a quienes transitaban por la Bolívar a diario. Esta semana, Raúl Ramírez se bajó de su auto, sorprendido al ver que sólo queda en pie menos de la mitad de la vieja casona. El hombre, de 52 años, quedó pasmado. "Esta calle ya no será nunca más la misma", se lamentó. "A nadie le importó que se fuera arruinando de a poco. Ahora, cuando sólo quedaban escombros, ¿cómo no lo iban a demoler?", remató.

Bajo la tenaz llovizna, la piqueta hizo un recreo el viernes. Pero los ladrillos desparramados en el piso alcanzaban para señalar que el "Castillo de los Aráoz", emblema arquitectónico de los tucumanos, abandona de a poco el paisaje.

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