La importancia de la educación no formal

La importancia de la educación no formal

14 Septiembre 2010
La inseguridad, la drogadicción, la delincuencia, la violencia, la incomunicación, la marginación, la discriminación son flagelos que se han profundizado en estos tiempos. Los niños, adolescentes y jóvenes se encuentran entre sus principales víctimas. Desde el Estado se han lanzado programas asistenciales en el afán de paliar esta realidad adversa que afecta a miles de ciudadanos.

Algunas sociedades han comenzado a desarrollar con mayor énfasis la denominada educación no formal que sucede fuera del ámbito de la escolaridad obligatoria: cursos de formación de adultos, la enseñanza de actividades de ocio o deporte, son ejemplos de educación no formal. Según el jefe de la sección de Alfabetización y Educación no Formal de la Unesco, esta incluye la educación de adultos, la vocacional, la de las habilidades para la juventud, la educación básica para los niños que no asisten a la escuela y para los mayores dentro del contexto de la educación para toda la vida. "Una de las características de la educación no formal es que su enfoque está centrado en el discente. La educación no formal no se limita a lugares o tiempos de programación específicos, como en la educación formal. La educación no formal puede proveerse de una forma muy flexible que debe ser promocionada en el futuro", dijo Shigeru Aoyagi.

En Tucumán, hay numerosos grupos, entidades, organizaciones no gubernamentales que trabajan en distintos sectores de la sociedad valiéndose de las distintas manifestaciones del arte como herramientas no sólo para educar, sino también para favorecer la inclusión social. En nuestro suplemento de Actualidad de este domingo mostramos algunas de estas actividades que también requieren de docentes que tenga una sensibilidad especial. Por ejemplo, en la provincia, funcionan cinco orquestas y dos coros en sectores socialmente desfavorecidos. Según el coordinador de este programa nacional y provincial, el objetivo de estos conjuntos es la inclusión social, se busca retener a los chicos en la escuela o a que retornen a ella. Un adolescente de 16 años contó, por ejemplo, que aprender a tocar el trombón le cambió el ánimo y el comportamiento. "Era terrible en la escuela y ahora estoy mucho más tranquilo, para felicidad de mis viejos", dijo.

Un integrante de 27 años del grupo teatral "El Sifón" de la asociación civil "Los Lapachos", del barrio Juan Pablo II, que se las rebusca haciendo changas en el área de la construcción o limpiando parabrisas de autos en la plazoleta Mitre, relató que durante nueve años no sólo "me drogué, también me metí en cosas malas, fuera de la ley. Aún me duele recordar lo que fui. Además, me costó muchísimo comenzar a salir de esa vida tan destructiva. El teatro me devolvió la fe y la esperanza, porque me hace sentir bien. En una de esas la pego grande y llego a la cima", afirmó

La literatura (leer en voz alta, recitar poemas, narrar cuentos) también es un vehículo de aprendizaje y contención en el centro vecinal del barrio Smata I, donde dos docentes trabajan con unos 40 niños. "Los chicos se entusiasman con las historias que leen y además realizamos salidas a los barrios cercanos, como a Villa Cabildo, donde hay encuentros en la casa del algún vecino y allí los niños leen cuentos o recitan poesías. Muchos de los padres y abuelos de los pequeños son analfabetos, por lo que estas reuniones sirven para llevarles un poco de instrucción", señaló una de las maestras.

Si en las zonas más azotadas por la marginalidad se ampliara el radio de la educación no formal como un modo de generar la esperanza de que se puede escapar al tan mentado determinismo social, posiblemente se estaría dando un paso importante. Los resultados de estas experiencias hablan por sí solos. No en vano suele decirse que la educación es el punto de partida para el progreso y la madurez de un pueblo.

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