Villalba pidió a los sacerdotes que salgan a buscar a los fieles que se alejaron de la Iglesia

Villalba pidió a los sacerdotes que salgan a buscar a los fieles que se alejaron de la Iglesia

El arzobispo de Tucumán presidió por la mañana la Misa Crismal en la Catedral y, por la tarde, la de la Cena del Señor en Tafí Viejo. Les recomendó a los religiosos unir fuerzas entre ellos para realizar las tareas pastorales. Testimonio de solidaridad.

TRADICION. Villalba les lavó los pies a 12 fieles que participaron de la misa. LA GACETA / OSVALDO RIPOLL TRADICION. Villalba les lavó los pies a 12 fieles que participaron de la misa. LA GACETA / OSVALDO RIPOLL
02 Abril 2010
"Eran cien ovejas y faltaba una... y el Señor salió, caminó hasta que la encontró y la volvió al redil. En la parábola, lo que se pierde, cuantitativamente, es poco, una oveja sobre 100. Pero para Dios es suficiente para que vaya en su búsqueda. Esto es todo un programa pastoral para nosotros, los sacerdotes: salir, caminar, ir en busca de la oveja perdida", les recordó monseñor Luis Villalba a los 127 sacerdotes de la Arquidiócesis de Tucumán que lo escuchaban desde sus asientos en la iglesia Catedral. "Pero en nuestra situación hay una adentro y 99 afuera - les advirtió-. No podemos quedarnos sentados esperando a que regresen. Hay demasiados alejados. Hay que caminar, salir a buscarlos. Es lo que hacía Jesús". Estas palabras forman parte de la homilía que pronunció durante la Misa Crismal, que se celebró ayer por la mañana.

Los bancos de la iglesia Catedral estaban ocupados hasta la mitad de la nave central por 97 sacerdotes diocesanos y unos 30 religiosos de congregaciones y órdenes varias. Todos renovaron sus promesas sacerdotales frente al arzobispo. Entre los presbíteros estaban también el recién llegado a Tucumán padre orionita José Luis Simeonato, nuevo integrante de la comunidad de Don Orione, y el ya conocido sacerdote operario Arsenio Barrionuevo, quien regresó a la parroquia de Monserrat después de varios años de ausencia en Tucumán. Como un integrante más del clero tucumano se encontraba el padre José Fuentesauco Rodríguez, un sacerdote del rito oriental grecomelquita católico, que está de paso por Tucumán.

La Catedral ayer lucía repleta de fieles, lo que se hacía más patente debido al calor reinante. Los ventiladores no daban abasto. Tampoco los pañuelos que varios sacerdotes sacaron para secarse la frente, acalorados por el hábito blanco que les cubría la ropa de civil.

La misión sacerdotal
"Ningún presbítero puede cumplir cabalmente su misión aislado y como por su cuenta, sino sólo uniendo sus fuerzas con otros presbíteros, bajo la dirección de los que están al frente de la Iglesia", manifestó monseñor Villalba citando al Concilio Vaticano II.

"El testimonio de solidaridad y de concordia en la vida y en la actividad de los sacerdotes, que brota de una sincera fraternidad sacerdotal, tiene también una fuerte carga de eficacia apostólica", leyó monseñor Villalba esforzándose por hablar sin que se le corte la voz, ya que se encontraba muy mal de la garganta. Un sacerdote ayudante mantenía un vaso con agua al alcance de su mano, al que debió recurrir varias veces para poder terminar su homilía.

Monseñor Villalba presidió la única misa que se ofició el Jueves Santo por la mañana en la Arquidiócesis de Tucumán. Lo acompañó el obispo maronita monseñor Charbel Merhi. En ella también se bendijo el Santo Crisma, que se usará a los largo del año para determinados sacramentos. Los sacerdotes participaron del rito extendiendo su mano derecha desde sus asientos.

Por la tarde tuvo lugar la Misa de la Cena del Señor, en la que se recordó la última Cena de Jesús con sus discípulos y la institución de la Eucaristía. Se realizó la ceremonia del lavatorio de los pies en todas las parroquias. Villalba ofició esta celebración en la parroquia de la Inmaculada Concepción, en Tafí Viejo.

El lavado de los pies es un rito que representa el gesto de humildad que tuvo Cristo con sus apóstoles al darles el mandamiento del amor. La misa de la Cena del Señor termina con el traslado del Santísimo Sacramento hasta el monumento para la adoración de los fieles, que acostumbran visitar cinco o siete templos.

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