La tecnología impacta en el choque generacional

La tecnología impacta en el choque generacional

Mientras que la lengua oral parece llena de obstáculos, la escritura gana terreno en el entorno digital.

FALTA COMO NORMA. El cumplimiento de las reglas de ortografía es una excepción en la escritura digital. LA GACETA / ANALIA JARAMILLO FALTA COMO NORMA. El cumplimiento de las reglas de ortografía es una excepción en la escritura digital. LA GACETA / ANALIA JARAMILLO
28 Febrero 2010
En una típica jornada de exámenes del turno de febrero le ha tocado a Francisco, de 16 años, una evaluación más sencilla de la que él esperaba. Si hubiese desaprobado, habría quedado de curso. Pero dio un examen oral aceptable y se salvó. "’Zafeti’", describe aliviado antes de salir del instituto privado de enseñanza ubicado en San Juan al 600. "¿Qué onda?", le pregunta una conocida con la que se encuentra de casualidad en la vereda. "De ’diego’", responde él.

Pocas y novedosas palabras para describir situaciones complejas. Comunicación rápida y directa. Nada de vueltas. Y polémica. "Hablar mal está de moda. No es que los chicos no puedan o no sepan usar palabras comprensibles, es que no quieren", glosa una preceptora que presencia la escena de refilón.

La parquedad de Francisco parece mutismo en comparación con los comentarios casi verborrágicos de las dos madres que esperan a sus hijas en la entrada del establecimiento. "Estamos sufriendo", confiesan nerviosas. El examen de Matemáticas no termina más. Tienen tiempo para charlar. Y charlan. "No hay más remedio que preguntarles qué quieren decir. Hace bastante poco me enteré que ’transar’ es sinónimo de ’chapar’", postula Yolanda, de 47 años. Mabel, de 43, asegura que en su casa se habla todo y de todo. Especifica: "mis hijos chatean con sus contactos, pero también conversan conmigo. No tolero los insultos y no estoy dispuesta a sacrificar el diálogo familiar".

Las madres incluso festejan la posibilidad de abordar tabúes (o tabús) que antes eran impensables. "¡Cuántos momentos desagradables me habría ahorrado si mis padres hubiesen hablado conmigo sobre sexo!", exclama Yolanda, que es propietaria de un negocio minorista. Mabel asiente, pero acota: "me apena que a los chicos ya no les importe escribir con errores de ortografía y que se aterroricen con la exposición oral. ¡Cuánto les cuesta hablar con seriedad!"

La connotación, por favor
Las autoridades del instituto recuerdan que los adolescentes siempre han tenido códigos propios. Maneras de hablar y palabras que a menudo irritan a los adultos y mayores. La resistencia tampoco es nueva. "La diferencia es el impacto de la comunicación digital", deslizan las directoras de estudios, que prefieren no revelar su identidad. Y reflexionan: "no hay un sólo código, sino varios, y estos son cada vez más determinantes para marcar las diferencias entre los grupos. El lenguaje establece un hiato con los adultos, pero también con los pares".

Los códigos generacionales no deberían asustar -ni horrorizar-. "En cambio, hay que dedicar las energías a analizar qué transmite esa forma de expresión, si tiene connotaciones violentas o descalificadoras", sugiere la pedagoga María Eugenia Barros, vicedirectora del Departamento de Ciencias de la Educación de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Tucumán.

Que las formas no impidan ver (y comprender) el fondo. Barros recomienda descubrir lo que el lenguaje quiere decir sin decirlo, leer lo que intenta ocultar. Advierte: "la escuela tiene la obligación de conocer y comprender, pero no de reproducir. Me parece patético que un docente se apropie de los códigos de sus alumnos. El desafío pasa por crear un ambiente propicio para el aprendizaje sin anular ni silenciar a los chicos".

Por ambiente propicio la pedagoga entiende una lengua estándar, no identificada con el habla coloquial ni con un intríngulis indescifrable. "El profesor tiene la responsabilidad de adaptar el lenguaje científico, pero tampoco puede apartarse tanto. Si la escuela banaliza el lenguaje científico, cada vez enseñará menos ciencia".

Por aburrimiento
Si la oralidad parece un territorio farragoso, la escritura -en sociedad con las tecnologías de la información y la comunicación- produce la sensación de inédita abundancia. Si escribir supone representar las palabras o las ideas con letras o signos trazados en papel u otra superficie, las nuevas generaciones dicen por escrito quizá más de lo que expresan por la boca.

"En internet veo errores de ortografía todo el tiempo. A mí me gusta corregirlos, pero no tiene la menor importancia: la ortografía no cuenta y eso no va a cambiar", postula escéptica Julia Maldonado, estudiante de primer año de Ingeniería Civil. Maldonado defiende que el error a veces es deliberado ("como forma de llamar la atención"): "también es común que si alguien escribe un comentario con los signos de apertura de interrogación y exclamación, otro lo trate de ñoño o ñoña".

Comunicación instantánea y corta. Alta exposición de los usuarios. Google o Wikipedia, o ambos a la vez, reemplazan el diccionario físico (o digital). Las tildes tienden a desaparecer -situación inimaginable en el habla oral- y las abreviaturas se multiplican. "Creo que hay límites y límites con esto. Yo, por ejemplo, uso abreviaturas como ’q’ (qué), ’xq’ (por qué) y ’tmb’ (también), pero hay gente que reduce todas las palabras, hasta el punto de que el mensaje queda ininteligible, aún cuando, por ser corto, no necesitaría tales abreviaciones", observa con minuciosidad Judith Díaz, alumna de Ciencias Exactas.

El ruido ortográfico dificulta la comprensión del mensaje. Eliseo Pérez, estudiante de 16 años de la Escuela de Comercio Dr. Miguel Lillo, admite esa hipótesis y justifica: "pero a veces escribo mal para resumir o por aburrimiento..."

Una conversación en la página de Facebook de las Escuelas Experimentales de Tucumán reunió virtualmente a Maldonado, Pérez y Díaz en julio de 2009. Un usuario dijo: "es verdad agan publicidad deveriamos ser mas" (sic). Maldonado comentó: "hagan con ’h’, deberíamos con ’b’". Díaz escribió: "es verdad! a cuidar esa ortografía! son gente de escuelas experimentales che!" (sic). Y Pérez agregó: "estamos en el internet a quien le importa la ortografía" (sic). Un diálogo en un millón que, sin embargo, aparece entre los primeros resultados de Google para la combinación "ortografía + Tucumán".

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