El viento susurra leyendas entre las espinas del Valle

El viento susurra leyendas entre las espinas del Valle

Un encantador recorrido hacia historias que se entrelazan con las vivencias en un terreno pedregoso y seductor.

CERCA DEL CIELO. Una generosa caminata con pronunciados ascensos es necesaria para acceder al lugar donde vivían, hace 500 años, los amaichas. CERCA DEL CIELO. Una generosa caminata con pronunciados ascensos es necesaria para acceder al lugar donde vivían, hace 500 años, los amaichas.
19 Febrero 2010
Saliendo de Amaicha en dirección a Los Zazos, antes de la cascada de El Remate, aparece un desvío. Una bajada que cumple fehacientemente con la monotonía de estos caminos pedregosos y que no siempre es advertida por los forasteros. Casi nadie imagina que, de tomarla, empezará a vivir en un tiempo donde se trenzan las leyendas con la historia de los pueblos.
El sol abrumador amenaza con hacer imposible la llegada al sitio arqueológico Los Cardoncitos; pero el viento, enamorado de los Valles Calchaquíes, alienta a los visitantes y los guía por el camino de tierra que cambia de colores como el carnaval. Los pies se lavan momentáneamente en el agua del río y vuelven a la tierra. De repente aparece una apacheta que algo está indicando: "las apachetas se levantan a la entrada de algún lugar; por eso se las ve en las puertas de las casas del valle, por ejemplo", explica el guía Juan Apud, mientras ofrenda una piedra más a la Madre Tierra, pidiéndole permiso para pasar. Una pequeña subida y una panorámica imponente de todo el valle; el grupo se detiene a respirar hondo y a contemplar la inmensidad.
Atrás, un ejército se planta ante la vista: son los miles de cardones erguidos sobre el pucará que construyeron los Amaichas para defender su tierra y sus costumbres. Abajo se ve el río que lleva el nombre del pueblo y que hace unos 500 años intentaba detener a miles de invasores cuando venían a la conquista.
Una parada obligatoria en el río Amaicha. Algunos, los que llegan por su cuenta, descubren allí un paraíso para pasar todo un día bañandose en las pequeñas cascadas, reposando en las piedras o bajo la sombra de los algarrobos. Pero los que vinieron a descubrir historias de la mano de un guía siguen camino.
Desde el pucará puede verse todo el valle. "Si se levantaba polvo allá -señala el guía- significaba que se acercaban los quilmes". Sorteando pircas, espinas y morteros el recorrido por la antigua ciudad encuentra su fin cuando el sol empieza a esconderse detrás del cerro. El viento sopla más fuerte y los cardones, firmes, murmuran leyendas al oído.

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