Un mágico encuentro con los dueños de la selva tucumana

Un mágico encuentro con los dueños de la selva tucumana

En el pedemonte del cerro San Javier, la fauna típica maravilla y conmueve a los visitantes. Educación y recreación.

CIRCUITO NATURAL. Un sendero bien cuidado ampara a los visitantes. Abajo, Ema, la osa hormiguera, los espera. LA GACETA / FOTOS DE JULIO MARENGO CIRCUITO NATURAL. Un sendero bien cuidado ampara a los visitantes. Abajo, Ema, la osa hormiguera, los espera. LA GACETA / FOTOS DE JULIO MARENGO
05 Febrero 2010
Amanece en el reino del horco molle y el sol obliga a la osa hormiguera a desperezar su largo hocico. Dentro de unas horas vendrán las visitas y debe estar preparada. Ema es presumida, sí, pero además comprende la responsabilidad de ser uno de los pocos ejemplares que quedan con vida en Tucumán. Cerca suyo, Rosco, el astuto zorro del monte, hace malabarismos para tratar de ser su amigo, pero sólo obtiene indiferencia.
Ema es quizás el residente más mimado de la Reserva Experimental de Horco Molle. Cuando nació, hace unos ocho meses, los guardafaunas se turnaban para llevársela a su casa, alimentarla y propiciarle los abrazos que su naturaleza le pide. Hoy, la Reserva es el hogar que promete la continuidad de su especie.
Entrando por el antiguo camino de tierra que bordea La Hoya o por el nuevo acceso pavimentado, allí donde nace la selva tucumana se encuentra esta isla de breves lomadas que resguarda cientos de historias de ternura y amor por la naturaleza.
Ainhoa Cormenzana Méndez, la guardafauna que guió a LA GACETA en su visita a la Reserva, explicó que es un ámbito de rescate y rehabilitación. "Muchas veces, por desconocimiento, la gente adopta como mascotas animales salvajes y tanto ellos como los dueños terminan pasándola mal. Un mono, por ejemplo, no puede vivir en una casa de familia: nunca perderá su instinto salvaje", advierte la apasionada estudiante.
El director de la Reserva, Juan Pablo Juliá, expone con orgullo los objetivos de las visitas. "Es un espacio de educación ambiental. La idea es que los visitantes tengan una experiencia educativa pero que la vivan como una experiencia recreativa. Queremos que pasen un lindo día, coman un asado y, casi sin darse cuenta, vuelvan a sus casas habiendo aprendido acerca de la flora, la fauna y la arqueología de Tucumán", señala.
Los guardafaunas guían a los visitantes por los cuidados senderos del circuito mientras relatan cuentos a veces increíbles, pero siempre alejados de la ficción.  Por momentos, la banda sonora que acompaña el recorrido es la de una película de acción, con sobresaltos repentinos y dientes afilados. Otras veces, la música se convierte en una zamba triste. "Cada uno de estos animales tiene una historia de vida, y algunos vienen de un pasado de crueldad, casi siempre de la mano del hombre", afirma Ainhoa con una inocultable amargura.
Pero en la reserva también suenan las trompetas del triunfo y el orgullo, como cuando sus héroes presentan altivos a Inés, la tapir de mayor edad del mundo.

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