Una fiesta fabulosa

Una fiesta fabulosa

Los Fabulosos Cadillacs hicieron delirar a los fans en su regreso a Tucumán después de más de dos décadas de ausencia. Fans de todas las edades vivieron una velada al ritmo del ska y del rock, mientras los músicos ofrecían un espectáculo repleto de nuevos y de viejos éxitos. El bajista Flavio Cianciarullo, incluso, se paseó por el escenario en skate, mientras el público bailaba y festejaba cada uno de los temas. Ver el Video

23 Noviembre 2009
Con una versión a capella de "Vasos vacíos" sin la banda en el escenario, el público saludó el esperado regreso de Los Fabulosos Cadillacs a Tucumán como si fuera una fiesta. Fue exactamente a dos horas de haber iniciado un recorrido sin baches por una buena parte de la historia del rock argentino, la que le toca a ellos, y de la de cada una de las más de 12.000 personas que llenaron el estadio del club Central Córdoba.
Gente de todas las edades y movidas (a juzgar por las remeras) empezó a ocupar su lugar el sábado desde temprano con alegría y emoción. La gran mayoría nunca había visto en vivo a LFC, y hasta hubo quienes llegaron al mundo poco antes de su separación. Pero la fiesta no conoce fronteras.
"¿La internacional?", preguntaron  unos pocos a las 22.32, cuando se apagaron las luces y empezó a sonar aquel himno revolucionario de los trabajadores de fines del siglo XIV. Saco negro, guantes y bastón, para la marcha de ingreso mientras se escuchaba "Ariseye workers from your slumbers...", y Vicentico desfilaba con los pies en alto y la pollera roja al viento.
"Manuel Santillán, el León", inició el camino sin retorno hacia la proyección de recuerdos y emociones que se fueron traduciendo en saltos, cantos y arrumacos, según la intensidad y la velocidad. En esta ruta hubo pocas palabras, las suficientes para que Vicentico se quejara del calor, para que agradeciera la efusividad, y para confirmar una vez más que este fue uno de los últimos conciertos de la gira del regreso, y que no saben qué pasará de ahora en más con LFC.
Pasaron "Contrabando de amor", el "Satánico Dr. Cadillac", y al alcanzar "La luz del ritmo" (el primero de los temas nuevos que sonaron) la euforia no dejó aire en los pulmones de los fans. Por eso le siguió "Vos sabés", con un inicio más rockero, para meterle "Más presión". "Calaveras y diablitos" fue la excusa para que el trompetista Hugo Lobo, un as del ska, diera una breve clase práctica en escena. Y pasó a "Soledad". La calma sirvió para que el cantante anunciara: "somos contentos hoy más". Fue allí que dijo que era hermoso estar cerrando la gira en Tucumán, y presentó a "su majestad satánica, gran músico y compositor argentino...". Pablo Lescano apareció sobre el escenario con su teclado para meter todos los clichés de la cumbia villera con la que él rehizo "Padre nuestro" para el disco "La luz del ritmo" (2008).

Siguiendo el ritmo con skate
Flavio Cianciarullo, bajista y cantante, paseó por el escenario en skate mientras abajo y arriba todos ensayaban el paso tropical. Después de "El aguijón" Sr. Flavio fue el que presentó al siguiente invitado, su hijo Astor en la batería, y hubo rotación de instrumentos. El bajista, ahora con la guitarra, cantó "Nosotros egoístas" con el torbellino de golpes de "Astor Boy" de fondo para un tema de factura familiar, y así continuó sin escalas "Guns of Brixton", de The Clash.
Vicentico volvió a calzarse su caluroso abrigo para "El saco azul", y el ska volvió a hacer bailar a todos con saltos cortos y enérgicos. Lo mismo con "El genio del dub" que se cruzó con "Radio criminal" para darle paso a "Carnaval", "Carmela" y "Mal bicho", que hizo recordar que en el país hubo un momento en el que se creía que la justicia iba a limitarse a la condena social de los crímenes de la dictadura. El siempre activo y fiestero Sr. Flavio le puso acción con disparos desde su bajo, mientras el público empezó a corear el "digo no, digo no". Vicentico logró que todo el estadio quedara en silencio durante unos segundos, para luego empezar despacito con "a la violencia, a la guerra... digo no". Había transcurrido una intensa hora y media, cuando "matador" quiso simular un cierre. Pero sólo dio paso a un receso tan breve como insuficiente para recobrar el aire, energías e hidratación. La banda volvió al enorme escenario tras apenas cuatro minutos de pausa con más militancia para refrescar la memoria: "V Centenario". El infaltable "Mi novia se cayó en un pozo ciego" se mezcló con "Lets go", de Los Ramones, para darle paso a "Más solo que la noche anterior". Después de una esotérica y tribal introducción, de alto vuelo psicodélico, "Siguiendo la luna" aportó más alegría para que la pandilla cadillac, como la llamó Vicentico, cerrara la velada con "Yo no me sentaría a tu mesa".
Faltaron muchísimas canciones, sin dudas, pero el camino había terminado. La salida, en orden y con sonrisas en cada rostro, fue masticando nostalgias con "Vasos vacíos" en cada una de las gargantas. El fin de un recorrido tan intenso como feliz.

Análisis
Un viaje por el túnel del tiempo
Por Facundo Pereyra - Redacción de LA GACETA.

No hace falta haber sido fanático de LFC, o serlo hoy, para que se haya movido más de una fibra, o para que  apareciera de pronto más de un recuerdo. Fue la banda de sonido de millones de argentinos y latinoamericanos más allá de gustos y filiaciones, y eso es lo que afloró en cada una de sus canciones. Es mucho tiempo, varias generaciones, distintas vidas los que tuvieron a Los Cadillacs como cortina de experiencias, amores, luchas y fiestas.
El repertorio, tal vez inevitablemente, apuntó a eso y lo logró. No hubo quejas y enojos: no tuvieron lugar. Las canciones, alternando entre las de los 80, 90 y este siglo, se sucedieron marcando climas y sobre todo guiando los recuerdos con prolijidad y armonía, con los sobresaltos que sólo puede imponer una banda tan ecléctica que en varios momentos de su existencia le aportó novedad y aire fresco a la escena.
Fue un viaje por el túnel del tiempo que no le esquivó a ninguno de sus mojones, y que para transitarlo no requiere fanatismos, ni banderas. La banda se ganó su lugar sin haber ingresado en la calentura de la tribuna (aunque sus canciones se cantan en las canchas), ni en la frialdad del jet set.

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