Una batalla que dejó enseñanzas

Una batalla que dejó enseñanzas

24 Septiembre 2009
Una tormenta de tierra como la que soportamos el martes pasado los tucumanos y una quema de pastizales de aquellas que padecemos a diario, a las que se sumó una manga de langostas, jugaron un papel determinante el 24 de setiembre de 1812, cuando las tropas patriotas, guiadas por el general Manuel Belgrano, derrotaron al ejército realista comandado por Pío Tristán.
Como se recordará, en 1812 el poder central había ordenado al creador de la Bandera retirarse desde Jujuy hasta Córdoba, si los españoles ocupaban Salta, como finalmente sucedió. El 3 de setiembre el invasor español -bien pertrechado y con más de 3.000 hombres- cargó exitosamente en las inmediaciones del río Las Piedras sobre la retaguardia del maltrecho Ejército del Norte, que apenas llegaba a los 1.500 soldados; la cuarta parte estaba herida y la artillería era mínima. Pese a los esfuerzos del teniente coronel Eustaquio Díaz Vélez, los realistas lograron apoderarse de dos piezas de artillería y tomaron prisioneros a un centenar de soldados. Pero Belgrano, que no se hallaba lejos, contraatacó y puso en fuga al enemigo, tras matar a 25 hombres, tomar prisioneros, armamento y rescató gran parte de sus soldados capturados. Este combate resultó importante para levantarle la moral a la tropa. Luego de la acción, Belgrano meditaba sobre sus próximos pasos. Las órdenes de Buenos Aires eran claras sobre la retirada a Córdoba, pero obedecerlas implicada dejar a todo el norte en poder de los realistas. Se trataba de una difícil decisión. Cambió su ruta e hizo creer a los realistas que no se detendría en Tucumán.
Se produjo entonces un hecho clave. El Cabildo de Tucumán se reunió y decidió enviar una comisión a Belgrano para persuadirlo de que se quedara en Tucumán. El grupo de vecinos que estaba encabezado por Bernabé Aráoz, se dirigió al campamento de La Encrucijada. Cuando Belgrano les dijo la cantidad del dinero y de hombres que necesitaba, le aseguraron que aportarían el doble. La decisión estaba tomada. Belgrano escribió a Buenos Aires: "La gente de esta jurisdicción ha decidido sacrificarse con nosotros. Es de necesidad aprovechar tan nobles sentimientos, que son obra del cielo, que tal vez empieza a protegernos para humillar la soberbia con que vienen los enemigos". Belgrano decidió dar batalla y derrotó a los realistas el 24 de setiembre de 1812.
Se atribuyó a milagros de la Virgen de La Merced la tormenta de tierra y la nube de langostas que crearon confusión en el campo de batalla y que beneficiaron a los criollos. Los realistas habían pernoctado en Los Nogales. Para obligarlos a desviarse y a tomar el Camino del Perú, Gregorio Aráoz de La Madrid incendió unos pajonales. Los españoles creían que las langostas eran proyectiles caídos del cielo.
Como se sabe, la Batalla de Tucumán fue clave en la lucha por la independencia. Si Belgrano hubiese obedecido las órdenes de Buenos Aires y se hubiese retirado con el ejército hasta Córdoba, nuestra provincia habría quedado bajo el yugo realista. Varias enseñanzas podrían, por cierto, rescatarse de esta victoria. Los tucumanos fueron capaces de unirse por una causa común, cuando vieron que su vida y sus pertenencias peligraban. Se encolumnaron detrás de Belgrano, uno de los patriotas que hizo de la decencia y la humildad un acto de vida. El sueño colectivo le ganó al individual, de allí la grandeza de esta victoria.
Siguiendo este ejemplo, los comprovincianos deberíamos unirnos nuevamente para desterrar la miseria, la desocupación, las constantes transgresiones a las leyes, la impunidad, la contaminación ambiental y para construir sobre la base de la educación una dirigencia que anteponga los intereses colectivos a los personales.

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