Amín pasará gran parte de su vida en la cárcel

Amín pasará gran parte de su vida en la cárcel

Los jueces consideraron que el santiagueño sabía lo que hacía cuando el 28 de octubre de 2007 asesinó a su esposa María Marta Arias. Los camaristas analizaron el testimonio de los peritos que declararon durante el debate, la gran mayoría de los cuales afirmó que el imputado no está loco. Incidentes.

MAXIMA SEGURIDAD. Seis policías desarmados custodian a Amín mientras se lee la sentencia. El homicida no dejó de bostezar durante toda la audiencia. FOTOS DE JUAN PABLO SANCHEZ NOLI Y JORGE OLMOS SGROSSO MAXIMA SEGURIDAD. Seis policías desarmados custodian a Amín mientras se lee la sentencia. El homicida no dejó de bostezar durante toda la audiencia. FOTOS DE JUAN PABLO SANCHEZ NOLI Y JORGE OLMOS SGROSSO
23 Septiembre 2009
Escuchó la frase más trascendente de su vida con desdén. Bajó la mirada y forzó un bostezo con exageración. Los insultos y las amenazas le llovían como una balacera. Pero, esta vez, no se inmutó. Seguido de cerca por seis policías, irguió su cuerpo de casi dos metros de alto y se dejó esposar sin oponer resistencia. Antes de salir del auditorio, echó una mirada desafiante; pero nada más. Así se marchó Pablo Antonio Amín de Tribunales rumbo al penal de Villa Urquiza, donde cumplirá la pena de prisión perpetua por el crimen de su pareja, María Marta Arias. No es inimputable.
Los miembros de la sala II de la Cámara Penal, Emilio Herrera Molina, Alberto Piedrabuena y Emilio Páez de la Torre, consideraron que el hombre era consciente y responsable de sus actos la madrugada del 28 de octubre de 2007, cuando se decidió a matar a su mujer.
La pareja había llegado la mañana del día anterior desde Santiago del Estero para participar de un seminario de la firma Herbalife, para la cual trabajaba Amín.
Sus amigos no notaron nada extraño en él hasta que comenzó la conferencia. "Pablo estaba totalmente nervioso. Transpiraba muchísimo. Jamás lo había visto así", declaró Walter Cansino durante el debate. Luego de disertar, Amín salió del hotel donde se llevaba a cabo el evento. Desde ese momento, según el expediente, comenzó a protagonizar una serie de extraños episodios en destinos puntos de la ciudad. Muchas personas vieron a Arias correr tras él desesperada, llorando y pidiendo ayuda.
En la Catedral, el joven le pidió al vicario José Navarro que lo bautizara. Luego, bebió agua bendita y pidió que le saquen fotos. Tras esto, corrió hacia la plaza Independencia, donde encontró al policía Miguel Santander. "Me dijo que estaba perdido y yo pedí un móvil para llevarlo a la base", dijo el agente de Patrulla Urbana. Desde allí, Amín fue llevado al Hospital Padilla. Un médico lo revisó y le recomendó ver un psicólogo, pero le dio el alta. Tras esto, el joven abrazó a Arias y a una amiga, Cecilia Rodríguez. "Perdónenme por el momento que les hice pasar", les dijo el santiagueño. Con los ánimos aplacados, fueron a un bar. Luego, se marcharon al hotel.
Amín había confesado el homicidio el año pasado ante la fiscala de Instrucción, Adriana Reinoso Cuello. Su relato es la única reconstrucción posible de lo que pasó esa noche en el cuarto 514 del hotel Catalinas Park, situado frente al parque 9 de Julio. El joven, entonces de 24 años, estaba acostado en la cama junto a Arias, de 23. Casi ni se habían dirigido la palabra y ella le daba la espalda, preocupada por la conducta que había tenido su pareja a lo largo del día. "¿Por qué no me fuiste a buscar al hospital?", le reprochó él, según su declaración. Durante el juicio, varios psiquiatras coincidieron en señalar que la respuesta de Arias desató el ataque. "Te queríamos internar, Pablo".
Amín confesó que se subió encima de su mujer. Aunque ahora es delgado, en esos momentos él portaba más de 100 kilos. Ella medía 1,65 metro y pesaba la mitad. Con sus manos le oprimió la garganta hasta que ella no se movió más. Según la autopsia practicada por la médica forense Yolanda Gordillo, Arias aún no había muerto cuando el santiagueño le arrancó los globos oculares y le propinó una brutal paliza. Sus amigos, que estaban durmiendo en el cuarto del lado, no escucharon nada.
La Policía lo arrestó en las escaleras del hotel, donde había sido sorprendido por empleados golpeando el cuerpo de Arias. "¡Emoción violenta!" y "¡Llamen un abogado!" fueron algunas de las frases que gritó Amín. Lo llevaron al Obarrio por disposición de la Justicia, y desde entonces se abrió el debate sobre su salud mental.

Los peritos
De los 15 psicólogos y psiquiatras que lo revisaron, 13 dijeron que el joven no estaba loco. La mayoría de los especialistas indicó que tenía trastornos límite y antisocial de la personalidad. "No es una enfermedad, sino su forma de ser", dijeron las seis especialistas que conformaron la junta médica. Lo describieron como un individuo inteligente, manipulador, capaz de mentir para no acatar a las normas.
Aunque los fundamentos del fallo unánime que dio ayer el tribunal serán leídos recién el 7 de octubre, todo parece indicar que los jueces se inclinaron por esta opinión. Así, descartaron la hipótesis de la defensa, que argumentaba que Amín había perpetrado el crimen bajo el influjo de un brote psicótico y, por ello, era inimputable.
Ayer, contrariamente a lo que había sucedido durante las ocho audiencias anteriores, el joven no hizo nada extraño. Sólo habló incongruencias cuando le permitieron decir sus palabras finales. Los insultos de Claudio Arias, hermano de la víctima, fue lo último que escuchó Amín antes de ser sacado del recinto. "¡Te voy a matar, hijo de puta!", le gritó el joven. Pero él se fue en silencio al pabellón más estricto de la cárcel de Villa Urquiza.

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