Una victoria de la palabra en medio de la chabacanería

Una victoria de la palabra en medio de la chabacanería

Poesía: "El sueño de la poesía", Horacio Armani (Fundación Victoria Ocampo - Buenos Aires). Por Marcelo Gioffre.

12 Julio 2009
Este libro sintetiza y reconfigura un itinerario aparentemente plácido y secretamente tormentoso: una vida cuyo cometido central es la poesía. Pero todo orden es una imposición hasta cierto punto arbitraria que adopta quien la establece. Horacio Armani podría haber elegido organizar esta selección de poemas según la secuencia en que los libros que los contenían fueron apareciendo, desde Esta luz donde habitas, de 1948, hasta Veneno lento, publicado en 2002. Prevaleció, en cambio, el criterio temático. Barajó y dio de nuevo, de manera tal que cada capítulo va entresacando poesías de ese laborioso flujo temporal y ensamblándolas, expatriadas de sus primitivas placentas, en un nuevo cosmos.
Así, empieza Armani abordando la gramática de la patria: "Esto es el sur, es en el Sur. Está lejos de todo/Es un telón para llorar, si existieran razones", extrapolado del libro El gusto de la vida, de 1974. O "Pero a pesar de todo, país mío, te quiero:/con un furor rabioso te quiero, con un amor extraño/te busco en cada lenta mirada, estoy buscándote/como a una gris mujer que vive absorta y reclinada para siempre en sí misma?/algo está conjurándose en este país callado y lento./Dan ganas de golpearlo hasta que grite;/ dan ganas de llorar hasta que viva", que extrajo del volumen La vida de siempre, de 1958.
La melancolía, Dios (Armani es un agnóstico que no se resigna al escepticismo), la propia poesía, el amor y los viajes son otros de los temas en los que los poemas encuentran sus alojamientos transversales. Espléndido es el texto titulado Pizarro, que recoge la experiencia de las épocas en que el cadáver del conquistador era exhibido en la Catedral de Lima: "Nadie ama esa pobre calavera que atrae a los turistas,/a los melancólicos traficantes del pasado, a los gozosos/visitadores de museos."  
Horacio Armani va por la vida recitando poemas ajenos (un plantel liderado por Ungaretti, Montale y Darío) y su propia voz es económica, dietética, ferozmente exacta. Siempre se ha mantenido del lado de la sombra, ajeno a los "mundillos" literarios y al marketing, a pesar de haber trabajado durante muchos años en la sección bibliográfica del diario La Nación y de ocupar un sillón en la Academia de Letras. En una reunión, entre amigos, puede pasar toda una noche callado, ausente, aparentemente distraído, y de pronto decir lo justo, lanzar como un dardo rápido la frase apasionada y dirimente. Este libro, que significa en más de un sentido la victoria de la palabra en medio del espectáculo de la chabacanería desmedida, respira los rasgos de esa personalidad.    
© LA GACETA

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