El psicoanálisis halla bases en la biología

El psicoanálisis halla bases en la biología

Los genes no son predominantes sino que interactúan con el ambiente de cada individuo.

10 Junio 2009
Hasta hace poco muchos pensaban que las neuronas no se regeneraban y que el genoma de un individuo permanecía inmutable a lo largo de la vida. Pero hay evidencias de que no es del todo así. El color del pelo o de los ojos (rasgos fijos que conforman el fenotipo) no cambian, pero la influencia de los genes en la conducta, en la inteligencia, en la emotividad y en la salud general y mental varía.

La primera infancia, la prepubertad y la adolescencia son edades más decisivas que otras para determinarlos. Son etapas marcadoras y por eso buena parte de la salud general de cada persona depende de cómo las haya transitado en los planos emocional y cognitivo.

Psicólogos y psicoanalistas lo saben desde hace tiempo; ahora, además, lo pueden explicar a través de la biología.

¿Son los genes o la cultura (o el ambiente, en un sentido más general) la causa de lo que cada uno es? La pregunta dividió las aguas por décadas. Aunque no sería exacto decir que la disputa se aplacó del todo, hoy se tiende a explicar cómo interactúan genes y ambiente, más que a establecer el predominio de un factor sobre el otro. Las células constantemente se reproducen y mueren. Las del sistema nervioso son especiales. Completado el desarrollo su regeneración es muy escasa. A fines del siglo pasado se descubrió y se describió la plasticidad neuronal: las neuronas nacen en la región del cerebro llamada hipocampo y migran por el sistema nervioso para formar nuevas redes, nuevos circuitos de conexión entre ellas y con las más antiguas. "Lo que hacemos en psicoterapia -explica el psicólogo Fernando Gómez, de la Asociación Psicoanalítica Argentina- es ayudar al paciente a que deje de usar ciertas redes de procesamiento y comience a utilizar otras".



La edad del cambio

Si la gestación de cada ser humano durase lo necesario como para que nazca con sus capacidades cognitivas suficientemente desarrolladas para valerse por sí mismo, debería superar los 20 meses. Durante el primer año de vida el cerebro va madurando, desde las estructuras más "antiguas" y profundas como el hipotálamo, hasta la parte que permite pensar: la corteza, la más externa.

Este proceso está regulado por hormonas y neuroquímicos, que por esta etapa determinan una gran maleabilidad del sistema nervioso: está cambiando, y en ese cambio todo lo afecta. Esto determina la importancia del aprendizaje y la experiencia -los estímulos, la relación con la madre, el cariño, el contacto corporal- en la conformación orgánica del individuo: en el vientre materno eso no le pasaría, y por lo tanto la condición humana tiene mucho que ver con el hecho de ser la especie más indefensa al nacer.

Por esa susceptibilidad a los cambios es que "de las experiencias del primer año de vida puede depender, en gran medida, la menor o mayor resistencia del individuo a los procesos psicopatológicos", señala Gómez.

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