En antiguas familias todavía se conserva la tradición de esconder los conejos y los huevos en el jardín. Los chicos son los encargados de buscarlos y el hallazgo tiene como premio una buena dosis de chocolate.
Desde la Edad Media se acostumbraba a pintar a mano los huevos y comerlos el domingo de Pascua. Actualmente esa tradición se ha perdido, salvo en el caso de los católicos ortodoxos que todavía la conservan en forma intacta.
En los jardines de la Casa Blanca ya es una tradición que el día de Pascua se desarrolla una singular carrera de chicos que hacen rodar los huevos por el piso. El que más lejos llega sin romperlo, gana.
En la antigüedad los huevos de Pascua eran de gallina y de pato. Fue en la Edad Media cuando comenzaron a regalarse a los chicos durante las celebraciones. Recién a principio del siglo XIX surgieron los huevos hechos con chocolate con pequeños regalos adentro en Alemania, Italia y Francia.
En Grecia todavía se siguen intercambiando huevos pintados de rojo para recordar la sangre de Cristo.
En algunos lugares los huevos de gallina se vacían y se decoran con imágenes de Cristo y de la Virgen. En Polonia y Ucrania, por ejemplo, se hacen verdaderas obras de arte con cera untada sobre la cáscara.