“Actuar es mentir”, asegura el autor Montilla Santillán

“Actuar es mentir”, asegura el autor Montilla Santillán

La experiencia de un dramaturgo que también es director y actor. "La memoria emotiva sirve para el cine", dijo.

EN ESCENA. Guillermo Montilla Santillán en la obra “El jardín de piedra”. EN ESCENA. Guillermo Montilla Santillán en la obra “El jardín de piedra”.
18 Enero 2009

“Actuar es mentir” es la sentencia del director, dramaturgo y actor tucumano Guillermo Montilla Santillán. “El actor no tiene que ponerse triste arriba del  escenario, debe mentir que está triste”, agrega.
¿Cómo hacer para dar vida, prestándole el cuerpo a esa criatura ficticia, cuya personalidad muchas veces es antagónica a la del propio actor? Este es uno de los desafíos que atraviesan los intérpretes, y  es por eso que varios teóricos del teatro desarrollaron algunos métodos de composición de personajes. “Hay un sólo método que es el de Stanislavski. Todos los otros como la biomecánica o la memoria emotiva son técnicas”, aclara Montilla Santillán, en una entrevista con LA GACETA. Y agrega: “en definitiva, lo importante es que las técnicas se adapten a la obra en cuestión y al grupo que la utiliza”.
Uno de los pasos previos en la composición es la investigación del   contexto histórico social de la obra; lo que sigue dependerá de las preferencias del actor. “En ‘Mucho ruido y pocas nueces’, por ejemplo, luego de investigar el background, tomé como puntapié un gesto mío que podía andar con el personaje, y con eso empecé a trabajar el resto; otras veces el disparador es algo que no tiene nada que ver conmigo... es muy relativo”, explicó.
Montilla Santillán conoce de cerca el trabajo de las compañías tucumanas que utilizaron algunas técnicas particulares de composición. “Algunas obras como ‘Acerca de la estrategia más ingeniosa para ahorrarse la penosa tarea de vivir’ fueron trabajadas con la biomecánica y les resultó muy eficaz. Todos los métodos son válidos -afirma- y si el trabajo es auténtico, el método funciona. El problema es que hay momentos en los que se imponen técnicas que no vienen bien a la obra y se complican más las cosas”.
Por otro lado, la memoria emotiva es una técnica que no termina de convencer al director y dramaturgo. “Es efectiva sobre todo para el cine, porque ahí se necesita pasar rápidamente de un estado emocional a otro, pero en el teatro es diferente ya que el desarrollo generalmente es contínuo; en este caso, no sé hasta qué punto es sano que el actor deba revolver en situaciones que lo afectan emocionalmente para generar un clima.   Aunque suene a perogrullo, el actor debe actuar; ese es su trabajo”, dice. Los actores de mayor edad, cuenta el dramaturgo, no acostumbran a poner en práctica técnicas especiales, más allá de los métodos propios que cada actor va creando a lo largo de su carrera. “Eso es lo que reivindico de los actores de la vieja escuela, ya que algunas técnicas muchas veces terminan por hacer que el actor llegue a un estado de ensimismamiento tal que por cualquier cosa que ocurre se llegan a desconcentrar. Ellos, en cambio, no se desconcentran aunque se largue a llorar un bebé en la sala”, manifestó.

 

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