Un extraño feminismo

Un extraño feminismo

Por Marcelo Gioffré, para LA GACETA - Munich. La inquietante obra de la suiza Pipilotti Rist reaparece en Munich. En la videoinstalación, una joven destroza las ventanas de los autos ante la mirada impávida de la gente. Para ello se vale de una vara coronada por un lirio colorado. La violencia de la mujer, entonces, se manifiesta de manera tan astuta como sutil.

GLORIFICADORA DE LOS GESTOS HISTERICOS. “La histeria es, a la vez, un extasis y un exorcismo personal”, afirma resueltamente Rist. GLORIFICADORA DE LOS GESTOS HISTERICOS. “La histeria es, a la vez, un extasis y un exorcismo personal”, afirma resueltamente Rist.
14 Septiembre 2008
En medio de un verano europeo que, en materia artística, se balancea entre muestras confusas, como la despareja Traces du Sacré, que ofrece el Centro Pompidou de París, y un rebrote inesperado del expresionismo (conviene recordar que es una corriente que, como en la época helenística, surge en trances de declinación del ideal democrático), cuyos visibles ejemplos son la retrospectiva de Egon Schiele, en el Leopold Museum de Viena; la exposición de Oskar Kokoschka, en el Lentos Kunstmuseum de Linz, y la muestra de Gustav Klimt en la Tate Liverpool, aparece con esplendor la exhibición Female trouble, de la Pinakothek der Moderne de Munich.
Diseñada bajo la noción de que los museos contemporáneos son las nuevas catedrales, la Pinakothek der Moderne ofrece una muestra caracterizada por varios rasgos: todas las artistas son mujeres, plantean conflictos femeninos, se centran en la fotografía y la videoinstalación y sugieren una selección con cierto criterio cronológico. De este modo, hay artistas decimonónicas, como Virginia Comtesse de Castiglione, Lady Clementina Hawarden o Julia Margaret Cameron, cuyas fotografías sepias sugieren la problemática finisecular de la mujer, básicamente asociada a la pacatería y al aburrimiento. Hay también artistas tan revulsivas como Claude Cahun, que produjeron su obra en la década del 30 del siglo XX. Están también presentes el tema del travestismo con Diane Arbus; de las cirugías y la manipulación del cuerpo con Ana Mendieta; del lesbianismo con Sarah Lucas y del porno-feminismo con Daniela Rossell.

Belleza y brutalidad
Pero la obra más inquietante, y que a la vez da más tela para cortar, es Ever is over All, de Pipilotti Rist, artista suiza nacida en 1962. En la videoinstación, que Pipilotti expuso por primera vez en la Bienal de Venecia de 1997 y que reaparece campante en Munich, una pizpireta joven atraviesa sonriente una calle residencial con visible regocijo y va destrozando las ventanas de los autos estacionados con una vara que tiene una flor, bajo la mirada de testigos impertérritos, incluyendo la policía. A su vez, en el costado derecho de la pantalla, aparece un campo, como un océano floral, una suerte de cuadro campestre impresionista, del cual parece haber salido la flor que la mujer de la izquierda usa como armamento. La obra sorprende por el choque entre violencia y feminidad, pero también por la combustión entre la belleza y la brutalidad.
La flor que utiliza la vándala de la obra de Rist, un lirio colorado, fue tradicionalmente usada para denotar la belicosidad de las mujeres. En combinación con la entusiasta y provocativa pose de la protagonista, la flor se asemeja al Thysosstab o Thyrsus, una vara mitológica coronada por una piña, una vid y una hiedra. Esta vara era utilizada por las Mänaden, un grupo de mujeres que adoraban el vino, y por el propio Dionisios, en sus momentos de éxtasis, en los que cantaban, bailaban e iniciaban sus rituales. Las Mänaden son exponentes de una de las más antiguas tradiciones pictóricas ligada al tema de la guerra de los sexos y, hoy en día, siguen siendo un fetiche de la resistencia femenina.
La obra se abre a un delta de interpretaciones, la primera y más obvia de las cuales es la pelea desigual e histérica de la mujer, mediante movimientos repetitivos, por conseguir lugares en la sociedad y equivalencias con el hombre, la cual estaría avalada por declaraciones de la propia artista: "Yo glorifico las acciones histéricas. Son gestos poderosos, una forma de resistencia cuando uno está en una posición débil. La histeria es a la vez un éxtasis y un exorcismo personal. Esto se ve claramente con los niños: se los conoce mejor por sus movimientos que por sus palabras."
Una segunda hermenéutica remite a la posibilidad de liberarnos de ataduras sociales y volver al estado de naturaleza rousseauniano. En este último sentido, habría violencias maniatadas por códigos culturales que sólo pueden liberarse en los sueños o a través del arte. Así, los sentimientos de impotencia y de ira que generan las imágenes de Rist darían un atractivo giro hacia lo positivo: se unirían, de una manera hermosa y aterrorizante, la lucha violenta y la alegría original del ser.

La astucia de las mujeres
Me atrevo a ahondar en una tercera hipótesis. La violencia de la mujer es astuta y sutil (lo hace con una flor, a la vez mitológica y arrancada del campo del costado derecho), aunque puede ser infinitamente más cobarde y artera (la ejecuta sobre automóviles estacionados y sin su dueño), y en general queda impune (el policía en lugar de penalizarla la saluda con una venia cuando la ve rompiendo vidrios), porque no se supone que una integrante del "sexo débil" pueda ser agresiva u hostil. De manera que los crímenes cometidos por mujeres son imperceptibles, elegantes y, casi diríamos, legales. Tienen la coartada perfecta: nadie puede matar ni romper vidrios con una flor. Su halo de romanticismo las blinda respecto de cualquier sospecha.
Un episodio ocurrido con Pipilotti Rist en la Bienal de Venecia de 2005, con su obra Homo sapiens sapiens, refrenda, asordinadamente, mi riesgosa tesis. En la iglesia barroca San Stae colocó colchones en el piso, en los cuales los espectadores debían acostarse para ver la proyección caleidoscópica, en el techo de la nave, de imágenes de dos mujeres desnudas, Peppermint y Ambar, dos Evas en el Jardín del Edén en un entorno voluptuoso. Como Pipilotti había llegado demasiado lejos, el clérigo acabó fijando, a la entrada, un cartel que decía: "Cerrado debido a razones técnicas". A diferencia de Mauricio Catelán o León Ferrari, otros insignes censurados por la tijera de la Iglesia, ella dejó pasar el episodio sin darle importancia ni difusión. Es que quizás esté buscando revancha, para lo cual es requisito que no le presten demasiada atención. Las mujeres, ¡ay!, nos superan en astucia. Y lo peor del caso es que no lo explicitan, para que no estemos prevenidos. Y cuando lo enuncian, como en Ever is Over All, sugieren que están diciendo exactamente lo contrario.© LA GACETA

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