Vivió el horror de la guerra en Los Balcanes

Vivió el horror de la guerra en Los Balcanes

Albornoz abandonó el Ejército y regresó a Tucumán luego de participar junto a los Cascos Azules del conflicto en la ex Yugoslavia. El ex militar se desempeña ahora como sargento del Grupo Cero de la Policía de la Provincia. Videos e Imágenes.

CARRERA. Albornoz egresó de la Escuela Sargento Cabral y fue destinado a Esquel, Chubut. LA GACETA CARRERA. Albornoz egresó de la Escuela Sargento Cabral y fue destinado a Esquel, Chubut. LA GACETA
08 Septiembre 2008
Hace 13 años, el tucumano Guillermo Albornoz, de 38 años, fue integrante de los Cascos Azules de las Naciones Unidas y fue testigo de los horrores y los crímenes que se cometieron en Croacia durante la Guerra de Yugoslavia.

El sargento del Grupo CERO de la Policía de Tucumán concede una entrevista, por primera vez. En diálogo con LA GACETA relata cómo le afectó ver la masacre de 12 niños en una escuela serbia o el asesinato de una anciana croata, entre otros incidentes. "Son recuerdos que han quedado grabado en mí durante tanto tiempo", remarca.

Dice que todo comenzó en 1994 cuando fue seleccionado, entre más de 100 militares del Regimiento de Caballería Ligera Tres, de Esquel, en Chubut, para integrar la sexta comitiva de la fuerza internacional de paz destinada a Croacia.

En agosto partió hacia Europa. "Fue una mezcla de sentimientos, porque estaba recién casados y no iba a poder ver el nacimiento de mi hija", comenta. Biela fue el primer destino. Dice que no se imaginaba los desastres que estaba causando la guerra en Croacia. "Las ciudades estaban destruidas por completo", detalla.

"En Biela encontramos una población de ancianos, mujeres y niños, debido a que los jóvenes estaban combatiendo", señala. Allí fue testigo del primer asesinato.

"Un día, que estaba de descanso, vi como una anciana, que estaba sacando agua de un pozo, cayó muerta por el disparo de un francotirador", recuerda.

Pero no fue el único caso que presenció. Relata que en un control en la ruta, le pidió a un automovilista que descendiera para revisar el vehículo, "cuando lo hizo, un francotirador serbio lo mató de un disparo en la cabeza".

Masacre en la escuela
La masacre de un grupo de chicos es una de las situaciones que más lo impactaron. Cuenta que cuando llegaron con sus compañeros a la escuela encontraron a 12 niños, menores de 15 años, con la cabeza apoyada en los pupitres, ensangrentados. Precisa que los guerrilleros croatas los mataron a mazazos. "Por el sólo hecho de que iban a ser soldados", según las explicaciones que le dieron. "Eliminaban sin compasión, sin importar sexo ni edad", remarca Albornoz.

"En el Ejército nos habían entrenado para un combate regular, soldado contra soldado, y no para esto, donde mataban chicos, viejos; los que no eran de la religión o de la raza", comenta. "Sentías impotencia y te preguntabas cuándo iba a terminar", afirma. "Era todo tristeza, no veías sonrisas y sólo se conversaba de la guerra", recuerda.

Dice que una vez fueron invitados a comer a la casa de un soldado serbio y que no se olvida lo que le confesó la madre de la familia. La mujer le dijo que antes de que sus hijos cayeron en manos enemigas, prefería matarlos porque los torturarían y les cortarían los dedos.

Una pequeña amiga
Albornoz recuerda a una niña que iba a la base, donde estaban los argentinos, porque le daban chocolates. Señala que entablaron una buena relación con los niños, porque para los chicos los Cascos Azules suplían la ausencia de sus seres queridos que estaban combatiendo o que habían muerto en combate. "A la semana me enteré que iban con la madre por un camino y pisaron una mina y murieron las dos... murieron las dos", expresa con asombro.

El tucumano dice que, en ese momento, la situación se les escapaba de las manos. "Fui a Croacia joven y tal vez no lograba asimilar estas situaciones igual que un hombre de 38, que tenía más experiencia de vida", reflexiona.

Destaca que ellos trataron de explicarles a los niños que había otra vida, que no todo era guerra y muerte. Les mostraban las revistas que llegaban desde Argentina donde había imágenes de los parques de diversiones. "Les miraba las caritas y sentía que ellos veían muy lejano toda esa vida", describe.

Maradona rompe el hielo
En un polvorín de Brusnik, dos soldados de la comitiva canadiense fueron abatidos por los francotiradores serbios, y el resto fue tomado como rehén. El grupo de los Cascos Azules argentinos fue desplazado hacia esa zona para tomar el control.

Albornoz destaca que Maradona fue la palabra clave para romper el hielo, porque los soldados y milicianos serbios admiraban al astro del fútbol argentino. "Era gente golpeada totalmente por la guerra. Estabas hablando con ellos y de repente desvariaban", precisa sobre las conversaciones que mantenían.

Padres ausentes
Dice que lo "destruía" ver a los chicos que esperaban, en la puerta de sus casas, el regreso de los padres que estaban combatiendo. Relata que cuando llegaba el papá, el pequeño salía a su encuentro, tomaban el fusil y caminaban de la mano. "Pero se daba la situación de que el padre no volvía. Entonces, el que estaba a cargo del grupo le tomaba la mano al chico", rememora.

La vuelta a casa
Regresó en enero de 1995 de Croacia. Señala que a los cuatro meses pidió la baja del Ejército y volvió a Tucumán y donde se incorporó al Grupo CERO. Dice que agradece a la Policía que le abrió las puertas y remarca que su experiencia en la Guerra de Los Balcanes lo forjó humanamente para afrontar el rescate de víctimas fatales de accidentes y de brindar el apoyo moral a sus familiares.

Albornoz reconoce que fue egoísta porque durante estos años no quiso saber más nada del destino final de la ex Yugoslavia. Piensa que fue una forma de bloquearse ante tanto dolor y angustia que le generó ver tantas muertes.

Dice que le hubiese gustado cerrar esa etapa y ver por la televisión que Yugoslavia está en paz. También acota que muchas veces piensa en el destino de la gente que conoció. En especial, de un soldado serbio que se iba a combatir a Sarajevo. "El me dijo: no voy a volver, pero estoy contento porque voy a morir por mi patria". Mira la foto que se sacó con él y se pregunta si habrá regresado con vida.

A 13 años de su paso por una de las guerras más cruentas desde la Segunda Guerra Mundial, como soldado de los Cascos Azules, Albornoz logra hacer una evaluación positiva. "Me siento realizado en ese sentido, porque se salvaron muchas vidas mientras estuvimos en el lugar. Si no hubiésemos estado nosotros hubiera sido peor".

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