"Nunca me metí en política, siempre fui peronista"

"Nunca me metí en política, siempre fui peronista"

El movimiento creado en 1946 es reacio a las esquematizaciones ideológicas. La identificación de sus militantes parece ser más sentimental.

UNANIMIDAD. Perón se preocupó por conformar un amplio espacio en el que tuvieran cabida todos los sectores de la sociedad, capitalistas y obreros. ARCHIVO LA GACETA UNANIMIDAD. Perón se preocupó por conformar un amplio espacio en el que tuvieran cabida todos los sectores de la sociedad, capitalistas y obreros. ARCHIVO LA GACETA
22 Junio 2008
La película "No habrá más penas ni olvido", que realizó Héctor Olivera en 1983 sobre la novela del mismo nombre, escrita por Osvaldo Soriano, retrata como pocas las violentas tensiones entre la derecha y la izquierda peronista en los años 70. Un personaje ajeno a tal distinción pero profundamente identificado con el movimiento creado por Juan Domingo Perón, cuando le preguntan con quién estaba, contesta con naturalidad: "yo nunca me metí en política, siempre fui peronista". Esta definición le hace repetir ficticiamente Leonardo Fabio, una década más tarde, a quien encarna al boxeador José María Gatica en el filme sobre su vida. El objetivo era mostrar las persecuciones que Gatica sufrió tras el golpe militar que derroca a Perón en 1955, por su adhesión a un movimiento reacio a las categorizaciones y vivido por millones de argentinos como una cuestión más sentimental que ideológica.
Amén de que derecha e izquierda no son conceptos absolutos, sino en permanente actualización, en la Argentina al problema de su determinación se suma desde 1946 la caracterización del peronismo como un movimiento social -no como un partido-, que busca identificarse con toda la sociedad y organizar a esta desde el Estado a partir de una concepción nacional y popular que dé preeminencia a la justicia social.
Ese barniz de unanimidad impuesto al país, como suele decir el historiador Tulio Halperin Donghi, impidió el desarrollo de un escenario político con fuerzas de derecha y de izquierda bien definidas o que expresen tendencias claramente identificables, como por ejemplo conservadores y laboristas en Inglaterra, o demócratas y republicanos en Estados Unidos. Esas pulsiones, por el contrario, se dieron dentro del mismo peronismo, que fue capaz de engendrar al mismo tiempo la Alianza Anticomunista Argentina (la Triple A) y los Montoneros en los 70, o programas económicos opuestos como el del menemismo en los 90 y el del kirchnerismo, ahora, siempre invocando la misma fuente de inspiración.
Perón, que tenía una formación militar que lo hacía pensar en términos de táctica y de estrategia, desarrolló -a veces al margen de la estructura institucional del país- el concepto de comunidad organizada. Según este, los conflictos entre las aspiraciones de la clase obrera y el capital debían ser resueltos por el Estado en una suerte de arbitraje. "Ni los patrones deben librarse de la vigilancia del Estado para eludir el cumplimiento de sus deberes ni los trabajadores pueden pretender el predominio sindical", recomendaba.
Asimismo, Perón acuñó la idea de la tercera posición, que servía para mostrar equidistancia filosófica, lo que quedaba sintetizado en la expresión: "no queremos que el hombre sea explotado ni en nombre del capital ni en nombre del Estado". Pero también valía internacionalmente para, en pleno auge de la Guerra Fría, manifestar distancia respecto del capitalismo de las democracias occidentales y del comunismo soviético de Estado.

¿Hábil o manipulador?
Respecto de su propio movimiento, en ocasiones, Perón solía avivar internas en la convicción de que ninguna de las tres ramas (la política, sintetizada en el Partido Justicialista; la sindical y la femenina) debía prevalecer sobre las otras, sino que debían estar en fluctuación. Es lo que denominaba estrategia pendular. Por eso, el periodista Tomás Eloy Martínez cuenta que cuando estaba exiliado en España, antes de su regreso al país en 1973, Perón solía afirmar: "aquí vienen los compañeros y cada uno me vende su propia verdad. ¿Y qué quiere que haga? Yo les creo a todos".
Ese Perón oscilante es el que prefirió como estancia para su exilio la España del dictador Francisco Franco (entre 1960 y 1973) y antes había pasado brevemente por el Paraguay de otro dictador, Alfredo Stroessner, pese a que la izquierda peronista -por medio de John William Cooke- le pedía que se trasladara a la Cuba de Fidel Castro. Esa opción geográfica no impedía que Perón se jactara que si hubiera sido chino habría sido maoísta o, en claro mensaje dirigido a la "maravillosa juventud" (identificada mayoritariamente con los Montoneros a principios de los años 70), que "la única solución es libertar al país, como Fidel Castro libertó al suyo".
Más allá de las pendulaciones, muchas veces profundas, que explican los virajes posteriores del menemismo o del kirchnerismo, Perón construyó un movimiento con una base social fluctuante y en el que, según el historiador inglés Richard Gillespie, "todos los intentos de desplazar el centro de gravedad del movimiento hacia uno u otro de los polos ideológicos (derecha o izquierda) terminaron en fracaso". Además, la condición de integrante del movimiento va más allá de la afiliación al PJ. "Ser peronista es una cuestión de identificación con Perón y con la Argentina de Perón", remata Gillespie; al parecer, dándole la razón al Gatica, de Fabio, que nunca se había metido en política y que, sin embargo, siempre había sido peronista.

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